sábado, 30 de septiembre de 2006

Fenómenos extrasensoriales

Hay misterios que aún siguen dándome vueltas en la cabeza, que no he logrado encajar del todo. Quizá tampoco quiero resolverlos, están ahí y forman parte del bosque en el que me gusta perderme. Me gustan mas las preguntas, que suelen ser una cada vez, a las respuestas, que pueden ser infinitas.
Me fascinó conocer una casa al lado de un motor grande, muy grande, generador de energía eléctrica. La luz de la casa la producía un camino de velas, distribuídas estrátegicamente en lugares recónditos. No hacía falta mucha mas energía, todo emanaba de su interior.
A veces he sentido que mi forma de vivir las cosas se transmitía de alguna manera al exterior. Ya sé que suena petulante y pretencioso, pero creo que en algún momento he llegado a hacer que sonaran fuegos artificiales al acercarme a alguien. O tal vez no era yo, era la otra persona. O tal vez éramos los dos.
La felicidad ha hecho en muchos momentos que la percepción del tiempo variase. Todo ha ido deprisa, muy deprisa. He barajado la posibilidad en algún momento de grabar digitalmente lo ocurrido, comprimirlo y luego volver a degustarlo. Descomprimido, claro, y haciendo las pausas pertinentes. Incluso volver a doblarlo, añadiendo nuevos diálogos, aclarando conceptos que quedaban difusos en la versión original. Subtitular si fuera preciso en francés, que siempre tiene mucho mas encanto.
El papel de la música como catalizador de los sentimientos es un gran enigma para mí. Sorprenderse ante la posibilidad de que una canción logre trasladarnos a mundos donde el ritmo manda, acompasándose a impulsos mecánicos, a latidos del corazón. La música como pasión muscular.
La poesía como elemento conmovedor, aún después de tantos poemas. Leer en voz alta, para uno o para otros, y seguir sintiendo que las palabras se adosan a nosotros. La palabra en verso es un billete de avión a trayectos interiores.
Determinadas consignas pueden resultar vacuas en determinados lugares, carentes de sentido y pobres en su contenido. En otras, el mensaje más sencillo, "Be happy", por ejemplo, puede ser el pistoletazo de salida que estabas esperando. No busques sentencias de Descartes, ni textos de Platón. Ten siempre los ojos bien abiertos. El misterio está en saber cuando debemos hacer caso de esas señales. Cuándo lo que nos entregan en una octavilla por la calle es simple publicidad o una señal para que empecemos a actuar.
Aún no sé como es posible que preparar guacamole me haga tan feliz.

jueves, 28 de septiembre de 2006

Resumen de prensa

Se cuenta de los ministros que no tienen tiempo, por lo que precisan que les presenten sus subordinados resúmenes de prensa, donde, de manera lo mas extractada y simple posible, les llegue el corazón, el espítitu de la noticia. Yo, que no soy ministro ni tengo subordinados (subordinadas sí, pero las explico después de las yuxtapuestas y las coordinadas), me gustaría que alguien me hubiese hecho llegar en algún momento noticias de esta índole:
Se celebra el I Encuentro Anual de Mujeres Que No Me Hicieron Caso. El acto estuvo abarrotado, lleno hasta la bandera, y se tomó la decisión unánime de hacer llegar un escrito al detective reconociendo el tremendo error que cometieron en su día. Visto lo visto, peor no les podría haber ido.
Representantes del Sector de Fabricantes de almohadas deciden bautizar un nuevo modelo con el nombre de "El detective amaestrado". Se ha comprobado que los usuarios de este nuevo producto tienen mejores sueños que los demás (Eso deberían matizarlo, ¿se quedan dormidos después de leer el blog?, o peor aún ¿se duermen durante la lectura del mismo? Vaya duda triste...)
Los libreros declaran que no les asusta que los jóvenes se acerquen cada vez menos a las librerías. Mientras haya un tipo como el detective, que se deja lo que se deja en nuestras cajas todos los meses, tenemos para ir tirando un par de decenios más, declararon los responsables, mientras degustaban caviar en la cubierta de su nuevo yate.
Encargados de ubicar localizaciones de películas acuden en masa a casa del hombre este, vaya por Dios. Llegó hasta los oídos de estos profesionales que es único para encontrar sitios desde los que ser muy, muy feliz. Paraísos al lado de tu casa, lugares espectaculares que nunca sospecharías que están tan cerca, la felicidad de encontrar palacetes en la vuelta de la esquina. Se especula que los productores podrían ahorrarse un potosí en desplazamientos a lugares exóticos.
Aquella imbécil que me pronosticó que nunca llegaría a nada en la vida, declara en sus memorias que, como ella bien había dicho, queda demostrado y patente su capacidad adivinatoria.
La Irreal Academia de la Palabrería distingue al detective por su uso particular y completamente irreal de la realidad, por tener la osadía de poetizar (y lo que es peor, creérselo fervientemente) con cosas tan inverosímiles como el asa de un reproductor de cedés, una botella de Coca Cola Zero o unas galletas. Vocación de francotirador con las palabras, a las que estira hasta encontrar auténticas imágenes surrealistas.
Recuerden la máxima de algunos comercios: hágalo usted mismo. Ya saben.
(Bien mirado, podría ser también el eslogan de la Asociación Española de Onanistas...)

martes, 26 de septiembre de 2006

Mira, sin manos

La prestidigitación existe, y es efectiva. El tiempo suele enseñar a esperar, a no precipitarse, a aguardar el momento exacto en el que hay que saltar del rompiente del muelle. Es cuestión de subirse las mangas, para que el público vea que no hay trucos, y mirar fijamente a los ojos del respetable. Entonces surge la magia, y es cuando nos ponemos aristotélicos y nos damos cuenta de que la vida es una ecuación, y que basta con despejar alguna incógnita, poner las equis a un lado (cuidado si se juntan tres equis, alto voltaje) y nada, a esperar el resultado. En ocasiones, la vida que nos rodea se luce, se pone ropa de faena y parece que se confabula para que las autopistas de peaje que nos rodean nos dejen pasar gratis, y encima nos sonría la cajera mas guapa. Casi lo mejor es sentarse en el borde de una mesa, alzar un poco una mano y cerrar los ojos. Respira hondo, pon en marcha tu banda sonora secreta y no pares de sentirte vivo, exultante.
Es como cuando íbamos en bici de pequeños. La seguridad que nos daba el controlar la situación nos lanzaba como bólidos deslizándose cuesta abajo. "Mira, sin manos". Era lo más audaz que sabíamos hacer. Cuando crecíamos nos dábamos cuenta de que sin manos era lo más fácil, lo francamente difícil era meter ídem.
Voy caminando como si me estuviera poniendo un guante. Las calles parece que están llenas de colchones de plumas, y presumo que en cualquier momento empezará la primavera a brotar en los jardines, saltándonos por una sola vez el magnífico otoño, los carteros no traerán mas facturas sino encendidas cartas manuscritas, y los despertadores quedarán desprestigiados. Nuevos días surgen detrás de las hojas del almanaque, bombardeándonos con confetti y cintas de colores cuando los estrenamos.

lunes, 25 de septiembre de 2006

Realidades manifiestas

No todo lo que se ve es lo que ocurre. A veces vamos por la vida y de pronto nos salen ojos en la espalda o en la piel, nuestro cuerpo se modifica de tal manera que nuestros sentidos se amplifican. Sospechamos que existen otras realidades, emergentes, pero no pasamos de intuirlas sino casi de una manera científca, teórica, sobre el papel. Deseamos que se conviertan en realidades palpables.
Pertenezco a un momento en que una consola era solamente un mueble, y el móvil sólo le preocupaba a Sherlock Holmes cuando buscaba al asesino. No quiero resistir frente a todo eso como si de un Acorazado Potemkim me sintiera, soy consciente de que la tecnología no es fría, pero mínimas frases descubiertas ayer en el periódico me hicieron vibrar. Cito a Julio Cortázar cuando viajaba por España: "De Salamanca nos largamos nada menos que a Santiago de Compostela, deliciosa ciudad donde comimos unos pulpos gloriosos. Creo que el decubrimiento (por inesperado) fue el paisaje. Cuando volvíamos de Santiago a León, el tren anduvo toda la tarde junto al Río Miño. Pegado a las ventanillas no podía creer que todo eso fuera verdad. Me he prometido, si alguna vez tengo un deux chevaux, llevarla a Aurora a Galicia, instalar cuarteles de primavera en Redondela, y dedicarme a los paseos, la pesca, y a herborizar como Rousseau"...Quien haya leído mi crónica de viajes de este verano, verá cuantas coincidencias con mi viaje, y la simple mención a Redondela terminó por deshacerme por completo. Mil veces he hablado aquí de cuando la literatura se mezcla con nuestras cotidianeidades y la placentera sensación que eso genera.
Terminé con el libro del cubano Pedro Juan Gutiérrez, El nido de la serpiente. Pura pólvora, sus páginas son un retrato bastante verídico de la vida cotidiana en la isla, al margen de ideologías, atendiendo solo a lo que es, un hombre. Es el prólogo de una trilogía, intentaré hacerme con ella lo antes posible, pues quedé con la sensación de querer más. Empiezo ahora con el diario de Cesare Pavese, El oficio de vivir. No he leído mucho del escritor italiano, pero llevaba detrás de este libro, recomendado hasta la saciedad por personas que saben lo que dicen, y por fin está entre mis manos. Al ataque, pues.
Pondré todo mi empeño en que las realidades manifiestas organicen una concentración, exigiendo cualquier cosa. Quiero ver que capacidad de movilización tienen.

sábado, 23 de septiembre de 2006

En un cobertizo

No preciso de mucho para sentirme arrebatadoramente lleno, saciado y cartesianamente feliz. Tarde de otoño, y una pequeña colina con vistas a un mar, preferentemente con playa y arena. Libros por doquier, enfrentándome al maestro Gil de Biedma cuando pedía en su poema De vita beata que no hubiera libros en su particular Vailima. Mi particular belvedere, sin mucho mas que una mecedora, una sombra apacible y tiempo para disertar conmigo mismo. Aunque suene jactancioso, juro que yo solo nunca me aburro, siempre tengo estrategias para llenar de sorpresas mis horas. Eso no quiere decir que sea un ser solitario, ni un anacoreta que rehúya el contacto con los otros, nada de eso. Tan solo que necesito sentirme a solas, replegarme, no dar demasiadas explicaciones. Mis horas, mi tesoro. Sentirme en un cobertizo, ya digo. Y no sé si etimológicamente, cobertizo viene de sentirse a cubierto.
Y pensar sin explicar mucho, dejar que las palabras rueden por mi cabeza, mandarme cartas a mi mismo y estudiar si las reenvío a otros destinatarios. Sentir que las palabras que nos unen son hilos que nos ayudan a salir de laberintos, aunque haya minotauros aguardando afuera, no dentro. Querer que las palabras lleguen a ser nuestras embajadoras, en misiones diplomáticas absolutamente inservibles pero imprescindibles. Sueño con días sin horas, con versos brotando en los parterres sin que nadie sienta la necesidad de podarlos. Quisiera oler su perfume cuando recordara su rostro. Quiero el mejor antivirus para todo lo que inicie, quiero un cortafuegos eficaz.
Sólo tengo palabras. Ni más ni menos. Tenía nueve años cuando escribí mi primer poema, treinta y siete cuando hice el último, cuatro cuando aprendí a leer. Las palabras me gustan, espero yo saber gustarle a ellas.

viernes, 22 de septiembre de 2006

Geografía íntima

Volver a escuchar llover después de más de seis meses sin hacerlo es una sensación extraña. Simbólicamente parece como si ya este fuera el carpetazo definitivo para el verano, la constatación física y administrativa de que se acabó todo aquello. Siento una tristeza que lleva aparejada una dosis de alegría, aunque pueda parecer contradictorio. Con la intención de amortiguar ese vacío, ahora pongo todo mi empeño en empezar nuevas estructuras, nuevas ideas que mantengan mi cabeza caliente, a la expectativa. Empiezo a horadar montañas de nuevo, para seguir abriendo carreteras, desplegando puentes y creando ciudades de aldeas que eran sólo núcleos emergentes. Está cambiando mi geografía personal, lo sé y lo potencio. A veces siento como si redactar las notas de este blog no fuera sino estar haciendo mi cartografía personal. Lo mejor es cuando me toca representar las curvas de nivel. No me conformo con unas normales, exijo que sean así, de nivel...
Acabé de leer El testigo, de Juan Villoro. Me pareció muy llamativo el estilo de este autor hispanoamericano. La estructura narrativa era bastante atrayente, y los personajes estaban muy bien dibujados. Cada vez más, la generación de escritores hispanoamericanos que engloba a gente como este autor, o Bolaño, Ricardo Piglia, Sergio Pitol, Rodrigo Fresán, Pedro Juan Gutiérrez me parecen mas atrayentes. Sin lugar a dudas, estoy convencido de que lo mejor que se hace actualmente en literatura en español está entre sus páginas. También me hice con la revista de poesía Hache, editada en Murcia. Encontré con autores del todo desconocidos para mí pero que creo que a partir de ahora dejarán de serlo. Empiezo ahora a leer otro libro de mi admirado Raymond Carver, De que hablamos cuando hablamos de amor. En poesía, le hinco el diente a La canción del antílope, de Andrés Neumann. Miro hacia la estantería y veo que todavía quedan libros del verano sin leer. Me parecen marcapáginas que intentan recordarme aquellos días de dolce farniente.
Sigo mirando en tu dirección, esperando que otra vez volvamos a incendiarnos.

martes, 19 de septiembre de 2006

Levanten la mano

A ver, rapidito y sin pensarlo mucho, que si no, no vale.
Que levanten la mano aquellos que se hayan sentido en alguna ocasión como matriushkas, las muñecas rusas que engloban a otras cada vez más pequeñas. Y que lo peor haya sido sentir además que nadie se preocupa de ver que hay dentro, quedándose sólo con la primera que ven.
Que levanten la mano, bien alta y que se vea, aquellos que se han visto en la vida como conduciendo un coche, parados frente a un paso a nivel sin barreras, no sabiendo firmemente si es el momento idóneo para cruzar la vía férrea. En un paso a nivel con barrera es todo mucho más fácil, otros toman la decisión por nosotros, lo cual nos escaquea hábilmente de responsabilidades.
Más. Esas manos arriba si se han visto alguna vez en un fuego cruzado de una lucha de cárteles de narcotraficantes por hacerse con un territorio, y sentirse en medio de la balacera sin tener arte ni parte. Disparos por doquier, bandas rivales, y nosotros ahí, sin saber a quien saludar . ¿Qué he hecho yo para merecer ésto?.
Quiero ver los cinco dedos de aquellos que hayan vivido durante un cierto tiempo en medio de talibanes, o talibanas, que haberlas, haylas. Burkas, madrasas coránicas y estricto cumplimiento de las normas. Al que se sale del tiesto, lapidación al canto, y nunca mejor dicho. Pax romana, ya saben.
Arriba los cinco dedos de los que se hayan sentido en algún momento transplantados a una clase de Quinto de Químicas en la Universidad de Dubrovnik, perdidos por completo porque el uso del croata no es una de sus aficciones. Todo el mundo a nuestro alrededor se entiende a las mil maravillas, mientras nosotros ponemos sonrisa de payaso imbécil y asentimos a todo sin tener ni idea de qué demonios nos hablan.
Y que me dicen de sentirse como una revista en un kiosko a la que nadie le echa un vistazo. Nosotros luciendo nuestras mejores galas y no nos hacen caso, todos pasan de largo. Y eso que tengo en la portada a no sé quien en pelotas. Igual hasta soy yo mismo. Quizá es por eso.
Lo peor de todo es ser una minifalda y que nadie vuelva la cabeza cuando caminamos por la calle. Si alguien sintió eso, que terrible, casi mejor que no levante la mano.

lunes, 18 de septiembre de 2006

Más o menos

Más velocidad. Más descubrimiento de autores que me mantengan imantado a mi sillón orejero. Más pasión en todo lo que me rodea. Más curiosidad insaciable. Más vinos de lugares no familiares, que me tengan paladeándolos mucho tiempo después de haber terminado la botella. Más recetas nuevas que me atreva a hacer, mezclando ingredientes de otras, y atreviéndome a saltarme las indicaciones cuando yo crea. Más seguir mirando todo como si fuera la primera vez. Más intercambio de fluidos. Más escotes. Más viajar con ganas de seguir volviendo a casa con todas las maletas llenas, las que facturo y el equipaje que llevo por dentro. Más reír con fuerza, como si se nos fuera la vida en ello. Más asumir mis contradicciones, y aprender que ellas también son parte de mí. Más fotos que pasen por delante de mi vista sin entenderlas del todo. Más seguir buscando palabras y aprender a engarzarlas. Más amaneceres y puestas de sol, que nunca me canse de su policromía. Más versos que me acompañen y me estremezcan al recordarlos. Más personas con las que compartir más allá de las simples palabras. Más belleza. Más palomas.
Menos días sin sol. Menos tragarme las palabras que debería decir. Menos miedo ante las decisiones que irremediablemente tengo que tomar. Menos falda cuando estés cerca de mí. Menos tatuajes sin sentido en la piel. Menos dolor al pensar en los que ya no están a mi lado. Menos prisa. Menos precio a algunos (¿lo pillas?). Menos bromuro en la comida. Menos coña. Menos guarnición y más carne. Menos hablar de boquilla y no mojarse. Menos autopistas que nos lleven tan rápido, ¿a dónde vamos siempre tan rápido?. Menos distancias entre tú y yo. Menos a quien echar de menos.
Más o menos, eso es lo que quiero, no sé si se me entiende.

domingo, 17 de septiembre de 2006

Desobedeciendo al tam-tam

En ocasiones me levanto especialmente soviético, y sé que ese día el cuerpo me pide convertirme en un desertor, en un disidente de la tribu que escapa. Aunque intento mantenerme al margen de situaciones que me traen sin cuidado, hay otras muchas con las que, amigo, no nos queda más remedio que tragar. Gracias a los dioses, siempre queda la posibilidad de oír el tam-tam en medio de la selva, y pensar, aunque sólo sea por un instante, en desobedecer.
Disidente de todo y militante de sí mismo. Una vez utilizaron la frase antedicha para descalificar a un escritor, y yo sentí envidia por no haber podido apropiármela para ponerla debajo de mi nombre en mis tarjetas de visita.
Como es bien sabido, la Revolución de los Claveles en Portugal se inició con la emisión de la canción Grândola, Vila Morena. Al escucharla, los que se estaban confabulados contra la dictadura salazarista, supieron que ésa era la señal y empezaron las acciones. Yo me paso tardes enteras sentado frente a la radio, esperando que suene la canción que me lleve a unirme a las tropas insurgentes, al ejército de los que van al frente con mochilas atestadas de libros. O se emboscan en la sierra. En Sierra Maestra, de literatura, lógicamente.

viernes, 15 de septiembre de 2006

Decálogo para asaltar castillos

I.- Cerciórate de que haya una princesa dentro, no vaya a ser que acometas el trabajo y te encuentres dentro a Mariano Rajoy, tan dado él a ocupar posiciones encastilladas.
II.- Contrasta que la moza en cuestión valga la pena, y sepa algo más que de heráldica y consanguinidad. Busca en internet, en páginas como princesasdisponiblesyarriesgadas.com o similares.
III.- Ojito con el Partido Republicano que esté establecido en el feudo, no vaya a ser que termines pagando los platos rotos en caso de sorprendente triunfo electoral. Estudia las expectativas de voto. Desecha las encuestas de "El Mundo Feudal", dirigido por Don Pere Xota.
IV.- Más que una buena escalera, investiga la nómina de los soldados. Un soborno a tiempo abre mas puertas que un asalto por las almenas.
V.- Ten a mano un arsenal de versos, te harán falta para conquistar a la princesa. Si fallas en el intento, cruza los dedos para que el torturador de la mazmorra sea un enamorado de la poesía. Seguro que así le caerás más simpático, y vuestras largas sesiones de hermanamiento tendrán otro color.
VI.- Revisa tu fondo de armario. Si vas de azul, estadísticamente tienes mas posibilidades, pero está algo desfasado. Vete con ropa de comando y enfréntate al asedio a la noble moza en un cuerpo a cuerpo.
VII.- Hay castillos inaccesibles. Hay princesas inaccesibles. Hay asaltadores que se rinden. Hay princesas que no se rinden. Todo forma parte del asedio. Incluso la posibilidad de que no haya tal asedio.
VIII.- Cuidado con las torres de vigilancia. A veces nos seduce más lo que rodea a lo que supuestamente nos gusta, que la princesa en sí. Quizá asaltamos el castillo para llevarnos a la centinela.
IX.- Es mentira que una princesa no pueda dormir encima de un guisante. Demuéstrale las virtudes de las verduras que están en temporada, gañán.
X.- Estás perdiendo tu tiempo si aún sigues leyendo este decálogo. Sal corriendo, he oído que se acercan hordas de bárbaros...

miércoles, 13 de septiembre de 2006

El azar, los libros y yo mismo

No es ésta la primera vez que menciono la librería barcelonesa de La Central. Ya he contado en varias ocasiones que llegué allí en verano, después de rastrear un libro publicado por una editorial chilena sobre Roberto Bolaño. Lo que me ha puesto los pelos de punta no es recordar aquellas estanterías atestadas de libros inencontrables en el resto de comercios del ramo, ni siquiera el buen hacer de sus empleados, perfectos conocedores de lo que se traían entre manos. Lo que más me trae pavorosamente obnubilado es como sigo encontrándome pistas que me llevan una y otra vez a ella. Allí compré el ejemplar de El cuaderno gris, en el que descubrí que Josep Pla vivía un par de números más allá de donde estaba situada la librería en su sucursal de la calle Mallorca. Ayer se contó en este foro que la otra tienda que tienen en el Raval estaba muy cercana a la calle de Tallers, donde durante un tiempo vivió Bolaño (gracias por el dato, Cabiria). Pues bien, esta mediodía he podido contrastar, con el libro en la mano, que dicha librería aparece mencionada en el libro póstumo de RB, 2666. Lo que terminó de rizar el rizo es que, cuando veo ese dato (pag. 242) y acudo a él, lápiz en ristre, para hacer una anotación al margen, descubro que en la página anterior ya hice una anotación en su momento. Resulta que aparece citada también la librería de Santiago Follas Novas, en la que también estuve este verano, y a la que tanto cariño le tengo porque en ella fue cuando, allá en el verano de 1992, compré el primer libro de poesía de Luisa Castro, autora que luego tanto y tanto he seguido.
Estos momentos de exultación vividos carecen de sentido para la mayoría de las personas. No pasarían del terreno de la simple anécdota. A mí, sin embargo, vienen a servirme para apuntalar mi visión del mundo como una mezcla de asuntos reales e imaginados o imaginables. La casualidad no existe, la causalidad, sí. Encontrar hoy estas líneas han contribuído a hacerme un tipo feliz, inmensamente feliz. En estos momentos siento la grandeza de la literatura y el poder que tiene, que sigue teniendo para conmoverme más allá de la lectura. Disfruto cuando veo como se entrecruza con mi vida, impregnando la cotidianeidad con chispas de irrealidad, mezclando lo que sueño con mi rutina.
Sigo sintiendo la misma pasión que cuando de pequeño me escondía bajo las mantas, linterna en mano, jugándome el pellejo para que no me pillaran leyendo a las tantas, y esperando ansioso a que Los Cinco llegaran a la Isla de Kirrin...

martes, 12 de septiembre de 2006

Propuesta de negocios alternativos

Leer hoy esta entrada y hacerme caso es maniobra de locos. Soy el tipo con menos vista para los negocios que hay en el mundo, si no contamos a los libreros que se instalaron en Marbella bajo el mandato del señor Gil y los que le siguieron. Aún así, y teniendo en cuenta que siempre nos cuentan como las ideas mas geniales surgen de las propuestas mas absurdas, ahí he dicho: ésta es la mía, a proposiciones ridículas no hay quien me gane. Y puedo proporcionarles datos fidedignos que confirmarían esta aseveración, no es un pegote.
Ortopedia sentimental: Lugar donde los profesionales del ramo suministrarían corsés para corazones alicaídos, sillas de ruedas para derrotados, brazos de plástico para que los solitarios caminen de la mano de alguien...
Kioskos con la prensa del día siguiente: Imprescindibles para conocer el número afortunado con el cupón de la ONCE, Bonoloto y similares. Forma expeditiva para aumentar el bienestar y el nivel económico del país.
Aduladores a domicilio: La mejor manera de acabar con esas tardes depresivas donde el mundo se nos cae encima. La preparación académica de estos pelotas profesionales ha de estar contrastada, deben ser rigurosos aunque mientan hasta la saciedad. Profesión de riesgo, sus potenciales clientes pueden no querer dejarlos salir de sus hogares.
Portavoz oficial: Costeado por el erario público, digno representante de cada uno de nosotros cuando no nos apetezca dar explicaciones. Insisto, uno por persona. Se acabó el agachar la cabeza a lo largo de nuestra jornada laboral o el defender nuestro puesto en la cola de la carnicería. Con el tiempo se vería la posibilidad de ampliar el servicio, contando con los servicios de un guardaespaldas, o, en su versión mas económica, de un matoncillo.
Buscadores de disculpas: En relación directa con el anterior. Se encargarían de amañar coartadas, organizar montajes, sobornar a falsos testigos o acallar a los molestos. Imprescindibles para salir airosos de todos los callejones sin salida.
¿Algún mecenas entre el público?

lunes, 11 de septiembre de 2006

El placer del papel

No me refiero al papel de fumar, como podría presumir cualquier viciosillo. Tampoco me refiero al placer de que te ofrezcan el papel principal en una película donde seduces a Natalia Verbeke. Es algo más simple, mas arcaico, mas ligado a lo que muchos han olvidado, el utilizar el papel escrito. En alguna ocasión he hablado aquí de mi cuaderno Moleskine, el de las tapas negras. Pese a escribir en este ciberespacio, pese a seguir mandando mensajes, mails y demás, necesito atesorar palabras en hojas en blanco. Al margen del contenido, siento que, teniéndolas atrapadas en papel son mas mías, puedo borrarlas, ver como su trazo obedece a estados de ánimo, como menguan o crecen según sea el sitio donde las haya escrito. Me reconozco maniático a la hora de ciertas ceremonias, el papel que juega el papel, su rol casi totémico. Creo ser de los pocos que todavía envía cartas, con su sello y su buzón de por medio, tal como hacíamos todos antaño. Sí, ya sé, la inmediatez que da un mail, la posibilidad de adjuntar miles de archivos. Ya lo sé. Pero el caso es que yo no preciso de esa rapidez. Las personas con las que me escribo vía postal no necesito que me respondan ya. Me gusta que pasen los días, abrir el buzón esperando encontrarme algo más que facturas. Nos hemos acostumbrado tanto a las prisas cibernéticas que somos incapaces de plantearnos determinados aspectos en otros términos. Reivindico el slow-writing, por si existe. Uno de los mayores placeres que recuerdo de este verano fue entrar en Barcelona en tiendas minúsculas donde vendían papeles de diferentes texturas, lacres, tintas y plumas. Especialmente había una tienda preciosa al lado de Santa María del Mar y otra en el Barrio Gótico, en una calle que creo se llamaba Llibretería. El comercio en cuestión se denomina Papirum, y entrar fue un auténtico placer, por supuesto me traje otro Moleskine, de tapas negras y completamente blanco en su interior. ¿Recuerdan lo que les conté de mi fetichismo? Creo seriamente que el National Geographic debería seguirme un día con cámara oculta. Tendría un buen ejemplo para documentar el término.
Y aún así, las palabras siguen significando lo que nosotros queramos, sean escritas como sea. A mí hoy me sirven para olvidar asuntos en los que no deseo pensar. ¿Saben si algún estudioso, tipo Saussure o similar, ha estudiado el valor opiáceo de las palabras? Gracias a ellas, ahora me encuentro sedado.

domingo, 10 de septiembre de 2006

Epístola con pistola

Recuperando versos del maestro Ángel González,
Hay mañanas en las que no me atrevo a abrir el cajón de la mesa de noche
por temor a encontrar la pistola con la que debería pegarme un tiro.
Salvando la hipérbole, y dejando simplemente el uso del artefacto como un mero recurso estilístico, hay días en los que convienen seguir los ejemplos de los que saben.
Palabras que quizá no se debieron decir, o que no fueron del todo afortunadas y dejaron una estela contraria al espíritu con el que nacieron. Conflictos internos que no llegan a ninguna parte, porque lo dicho, dicho está.
A veces, ni uno sabe del todo como vienen cargadas las palabras que pronuncia.

sábado, 9 de septiembre de 2006

Botiquín de emergencias

Es indispensable contar con uno de ellos cerca, nunca sabes cuando vas a tener que echar mano de él. En el momento menos pensado puedes hacerte un corte, alguien puede rasgarte el corazón o puedes precisar un analgésico. Hay que revisar periódicamente su contenido, reponer existencias y vigilar no sobrepasar las fechas de caducidad. Bien, ya lo sabes. Aplícalo a tu vida, que no te cojan por sorpresa sin haberlo previsto. Yo ya te avisé. Y pon cuidado en el empeño, seguramente ya no basta con tenerlo equipado con gasas y agua oxigenada, mercromina y tiritas. Los nuevos males acechan, y lo peor es que siguen siendo los de siempre. Lamentablemente, no todo se puede curar pidiendo árnica (¿que leches es la árnica?¿alguna vez alguien hizo uso de ella?). Sigue habiendo terribles enfermedades para las que el médico no te daría jamás la baja. Sí, ya sabes de las que te hablo. Aquellas que están en el fondo, a la derecha.
Un buen botiquín debe estar pertechado de buenos libros. Acabé de leer al angoleño Manuel Rui y su verosímil, y no por ello menos disparatada, historia que tituló Si pudiera ser una ola. La poetisa orensana Miriam Reyes me sigue cautivando con su libro Espejo negro, auténtico canto desgarrado de una mujer, sin caer en los lugares comunes al uso al que estamos ya acostumbrados. Poesía desgarrada, sucia, pero alarmantemente sincera. Mario Benedetti me deslumbra con la minuciosidad de sus minirrelatos en El porvenir de mi pasado. Sinceramente creo que cualquier persona que quiera adentrarse en lo que significa escribir, actuar quirúrgicamente con la pluma en lugar del bisturí, no debería dejar de leerlo. Descubriría, como poco, lo que es llegar al esqueleto de una historia, desechar lo accesorio, ir directamente a la médula del asunto. A veces me he mostrado crítico con la poesía del escritor uruguayo, pero debo confesar que su prosa toca lo sublime en múltiples ocasiones. Además, puedo vanagloriarme de que tuve el placer de escuchar una de sus conferencias allá en los ochenta, en mi Instituto "Pérez Galdós", en Las Palmas de Gran Canaria. Hay que ver cuantas cosas buenas albergaba aquel edificio...
Cada vez tengo mas ganas de seguir lanzando palabras al océano, esperando que el cayuco aguante y llegue a la orilla.
Cuídate.

viernes, 8 de septiembre de 2006

Haciendo inventario

Siempre creí, cuando era pequeño, que hacer inventario debía ser una cosa divertidísima. Suponía que debía ser algo así como inventarse historias, o hacer inventos, como el Profesor Bacterio o Eugenio Tarconi. La cruda realidad de la adultez vino, como en tantas ocasiones, a descubrirme la auténtica etimología de las palabras que yo atesoraba. Para que hurgar en lo que debería haber sido y no fue, mejor seguir creyendo particularmente en mis significados íntimos para las palabras. En otra ocasión, pregunté por el significado de la palabra cómodo, y cuando se me explicó que era algo que nos gustaba, que nos hacía sentir bien, adjudiqué ese valor a algo que me gustaba mucho. A partir de ese instante, las papas fritas eran para mí cómodas.
Hago inventario, pues, y descubro que hace tiempo que hecho en falta un traductor simultáneo. Siento las cosas de una manera y me doy cuenta de que cuando abro la boca solo salen sandeces. No encuentro la ocasión de contar lo que realmente siento, y, cuando la ocasión es supuestamente propicia, las palabras que pronuncio no tienen nada que ver con lo que pienso. Seguro que en mi interior se ha producido un motín dislálico, organizado por la Resistencia Antiamaestramiento. Bendita sea, menos mal que aún quedan elementos sediciosos por aquí adentro.
Por contra, en el capítulo de las adquisiciones percibo un alza del capítulo que recoge las decepciones, terreno abonado desde que empecé a ejercer de detective. Curiosamente, el apartado caricias y besos permanece absolutamente estancado, de alguna manera habrá que tomar decisiones en ese departamente, bien insuflarle algún crédito para aumentar su rendimiento. o directamente clausurarlo. Barajo la posibilidad de que sea simplemente un museo, y llenarlo de cachivaches interactivos, para que cuando venga alguien por lo menos se entretenga. El deseo, en la sala de máquinas, parece a primera vista que no sufre graves desperfectos. Ya se sabe, tras un balón siempre hay un niño. Detrás de dos balones, no hay dos niños, solo un niño que corre mas rápido.
Mejor no me quedo a esperar los resultados. Igual descubro una diferencia abismal entre el Debe y el Haber. Teniendo en cuenta que también soy yo el contable, igual descubro que me he hecho un desfalco y tengo que despedirme.

miércoles, 6 de septiembre de 2006

Hablar claro

He aquí un maravilloso y clarificador poema de Carmen Jodra, poetisa madrileña que habla bien claro y llama a las cosas por su nombre. Se titula El horimento bajo el firmazonte y me parece un prodigio.
-¡Democrad!¡Libertacia!¡Puebla el vivo!
¡No dictaremos mas admitidores!
Pro lometemos, samas y deñores,
nuestro satierno va a gobisfacerles.
Firmaremos la gaz, no habrá mas perra,
zaperán juntos el queón y el lordero,
y quiero promerer y lo promero,
vamos a felicirles muy hacerles.
(Y el horimento bajo el firmazonte,
o el firmazonte bajo el horimento
-ya ca no sé-, brillaba, grona y aro)
-Que me se raiga un cayo si les miento:
fumos soertes, y, mo lás pimportante,
¡blasamos hiempre claro!
Vaya manía con hablar claro, con que se entienda todo. Mucho mejor nos iría si nos dedicásemos a afilar el lápiz para anotar otro tipo de percepciones, aquellas que ni nosotros mismos somos capaces de identificar, ni de etiquetar. Necesito saber que hay una parte de mí que no llego a entender del todo, creo que es necesario desconocerse también un poco, sorprenderse a sí mismo. Cada vez me gustan mas las cosas que ocurren, que de pronto tocan a mi puerta y que se presentan como un vendedor de enciclopedias. No quiero entenderlo todo, no quiero tener siempre a mano una respuesta eficaz y racional. Cada vez descubro mas parcelas del arte que me arrastran más y más por eso precisamente, porque son capaces de conmoverme sin que yo lo precise. Tirar piedras dentro del pozo que tengo dentro, y que estas piedras creen ondas concéntricas. Descubro afinidades con personas que no son siempre reconocibles, busco parcelas en otros que quizá ni ellos mismos conocen. Dejo recados en los contestadores para que no me respondan, sino para que se pregunten.
Hoy sonó cerca de mí Je t'aime moi non plus, y escuchar a Jane Birkin y Serge Gainsbourg fue como si me hubieran invitado a champagne francés.

martes, 5 de septiembre de 2006

Análisis sintáctico

Me gusta la morfosintaxis. Cuando la aprendí en el colegio, simplemente la ejecutaba, no producía en mí ningún tipo de reflexión, ningún tipo de repulsa ni de admiración. Era algo que había que hacer y ya está. Cuando profundicé un poco en ella en la Universidad, capté sentidos ocultos que contribuyeron a hacerla más cercana. Hoy me doy cuenta de que tiendo a observar mucho de lo que ocurre a mi alrededor como si de realizar un análisis sintáctico se tratase, como no podía esperarse menos de un buen detective. Cualquier hecho debe ser mirado en conjunto, y luego ir desmenuzándolo poco a poco, adjudicándole a cada parte de ese todo la responsabilidad exacta que tiene en el desarrollo del conjunto. Tomen papel y lápiz, las preguntas al final. Godoy, no se me despiste, que esto cae en el examen.
Importancia fundamental tienen los sujetos, y las acciones que acometen. Cualquier complemento que hallen en el sujeto, va a contribuir a aumentar la información que tenemos de él. Si el complemento de marras va bien conjuntado con el resto, tienen la inmensa suerte de encontrarse ante alguien que se preocupa por su estética, salvo si el complemento es de Loewe, que habrán dado ustedes con una manirrota. Pero lo que nos importa es lo que se predica, el predicado. Las formas verbales son de vital importancia, como corresponde a cualquier tipo de formas. Incluso si esas formas son sagradas, entonces son la hostia. Ya me lo decía mi abuela, no olvides nunca las formas. Y llegamos a mi parte preferida, el rol que a mí me encanta ejecutar en primera persona. El Objeto Directo. Como me gusta ser objeto directo, a ser posible con aviesas intenciones, de alguna mujer que me fascine. Más fastidiado es cuando te conviertes en Objeto Indirecto. Eso significa, en un amplio porcentaje de los casos, que ya ha entrado otro Objeto Directo, más bien directísimo, entre ceja y ceja de la aviesa. Lo más probable es que termines siendo un simple Complemento Circunstancial en la vida de la susodicha, ya sea de modo, de tiempo o de lugar. Eso te pasa por liarte con una manirrota, se le veía desde el principio, pardillo.
El mejor empleo, morfosintácticamente hablando, es cuando te toca en una oración copulativa. Tienes muchas posibilidades de ser el Atributo. Si no terminas cambiando este tipo de oración en una exclamativa, estás perdido, muchacho.

lunes, 4 de septiembre de 2006

Falta de reflejos

Cuando andaba este verano navegando por los Arribes del Duero, el naturalista que iba haciendo la descripción del lugar contaba que estaban introduciendo especies en el ecosistema. En el caso concreto del conejo de monte, contaban con una dificultad pasmosa, y es que no llegaban a sobrevivir mas allá de una semana, eran comidos inmediatamente por los depredadores. Las águilas y demás aves contaban con algo a su favor, conocían el entorno, se adelantaban a los lugares posibles para huir. El conejo contaba con esa desventaja, su desconocimiento del entorno. Cuando quería reaccionar, ya les habían taponado la salida. Ñaca ñaca, punto a favor del equipo de los comilones. Descubrieron los científicos que, disponiendo de aparatos de radio alrededor de la madriguera, los depredadores volantes se desorientaban (me quedé con las ganas de preguntar si el aparato de radio emitía a la COPE, o simples ondas no audibles para humanos) Ñaca ñaca, punto a favor del equipo conejil.
Cuento esto porque, cada vez más, necesito algún voluntario entre el estimado público que me ayude. A ver si alguien me conecta una radio, pero interior (en mi caso, que no sea la COPE, por favor), que me ayude a estar alerta, mirando a ver si corro más que los cernícalos. Ando cada vez mas perdido, mas falto de reflejos, en una especie de remedo de Dustin Hoffman en Rainman. Como me cuesta mantenerme pegado al suelo, intentar concentrarme en las cotidianeidades. No paro de fantasear ni por un instante, aunque parezca que estoy atento, que de vez en cuando cencerreo con la cabeza y hasta que aporto algo a las conversaciones. Jugueteo con la pluma en las reuniones, escarbando el papel que tengo mas a mano mientras espero que aparezcan palabras. Pienso en los caligramas de Apollinaire, en las palabras que se convierten en juguetes. Me enredo y pienso en mirar lo que otros miran. Rodeo palabras para contar lo que me gustaría decir. A veces pienso que ando aún callejeando por Barcelona, o quizá paseando por el río en Porto, justo debajo del puente. Me siento a leer a Josep Pla en El cuaderno gris, y es como si yo estuviese en 1918 en Palafrugell, a punto de entrar en un café del pueblo. Mejor no les cuento que me pasa cuando leo al tórrido Henry Miller y su Trópico de Cáncer...
Ando tan corto de reflejos que, cuando el doctor me golpea en la rodilla con el martillo, le pido hora para enseñarle cuando moveré el pie. ¿Saben donde comprar zapatos de astronauta, de estos que son de suela de plomo? Para mí, creo que es el único recurso para mantenerme aquí, cerca de la superficie terrestre.

domingo, 3 de septiembre de 2006

Tipo curioso

Tengo serios problemas a la hora de leer el periódico. Me interesa todo. Salvo muy pocas páginas, las que hablan de los movimientos bursátiles,por ejemplo, todo lo demás me interesa. Desde las páginas de internacional, hasta los deportes, pasando por las de sociedad. Todo tiene algo que me llama, que me incita a seguir indagando. Intento buscarle siempre el lado oculto a lo que llega a mis dominios, siempre pienso que hay una trastienda, elementos que en ese momento me son desconocidos, pero que si dispusiera de ellos podría ahondar en las claves. Lo antedicho de las noticias bursátiles, es así simplemente porque no he encontrado a nadie que me las haga ver atractivas, o no ha saltado la chispa que incendiaría el camino de mi imaginación. Cuestión de tiempo, seguro.
Y así ocurre en todos los órdenes de mi vida. Si hablo con algún pescador, me interesa que me hable sobre las artes de su oficio, lo mismo que si trato con gente que hurgue en la tierra para extraer bienes de ella. Sea del tipo que sea, cualquier museo cuenta a priori con mi simpatía, soy el típico que pega la oreja a cualquier guía, a cualquier apreciación. Sería muy extraño encontrarme con algún tipo de expresión artística que no me embelese, sea de la época que sea y del estilo que se tercie. Veo una obra arquitectónica y me gustaría saber cuáles son las claves que se me escapan, que movió al creador a llegar hasta ahí, que soluciones técnicas habrá ideado para crear esos espacios. Soy curioso, pero nada cotilla. Las relaciones de los demás, la calderilla de las conversaciones morales y sus implicaciones sociales me traen al pairo, me resbalan.
Por eso siempre quiero saber que hay detrás de aquella montaña, quien pintó aquel cuadro, que ingredientes lleva este plato exquisito, como se llama el ruido tan característico que hacen las cigüeñas, de dónde viene este vino que me embriaga, que llevas debajo de tu falda, cómo sería la redacción que hizo mi madre sobre el Barroco en el cincuenta y seis y por la cual le dieron un libro como premio en su instituto, que piensa aquella chica cuando se queda absorta, a dónde lleva esta carretera, si aún sueñas con los días aquellos tan azules, cuál será el próximo libro que me deje con la boca abierta...
Sigo buscando, como un Livingstone perdido en mi propio continente

sábado, 2 de septiembre de 2006

Maneras de llevar el corazón

Yo conozco unas cuantas maneras, seguro que hay miles mas que se me escapan. Algunas las describo por propio conocimiento, otras por intuición, y las otras, por ósmosis.
Hay quien lleva el corazón como un archivo adjunto, y cuando le apetece, hace clic en el icono y lo abre.
Otros llevan el corazón en un tetrabick. Lo abren una vez y tienen que consumirlo en breve, si no se les estropea.
Otros lo van laminando poco a poco, y lo sirven como un carpaccio. Muy exquisito. A veces le ponen parmesano rallado, pero no queda igual.
Algunos lo tienen envasado al vacío. No se les estropea, pero el uso es mínimo. Tal vez el día que lo abran se habrá pasado de fecha.
Se lleva también a juego con otros órganos, combinándolo hábilmente según sea la temporada. Chic en exceso, pero válido para los adictos a lo volátil.
Comprimido en un mp3 es uno de los últimos avances en cardiología sentimental. Práctico, manejable y fácil de trasladar. Fácilmente reemplazable en caso de extravío.
Algunos lo llevan en el bolso, o perdido en el bolsillo del pantalón. Denota cotidianeidad en su uso.
Hay quien te invita a una casa a comer y te lo encuentras disperso, en cualquier lugar en que miras, enmarcado en la pared, oculto en la servilleta, detrás de cada una de sus palabras. Tipo fetén, modelo king size.
A algunas no le cabe en el pecho. Supongo que por eso acuden a la silicona, buscando mayor espacio para albergarlo.

viernes, 1 de septiembre de 2006

Usos alternativos del petróleo

El petróleo era conocido desde la antigüedad, muchas veces brotaba de forma espontánea en los campos, en medio de un sembrado. Los egipcios lo utilizaban como ingrediente para embalsamar a sus momias, los indios americanos para impermeabilizar sus canoas. Incluso, durante buena parte del siglo XIX, los charlatanes que iban de feria en feria lo vendían embotellado como bebedizo que fortalecería a sus potenciales usuarios. Nadie podía sospechar, ni imaginar siquiera, el papel tan determinante que jugaría el fluido de marras en los siguientes siglos, hasta el punto de ser la piedra angular de la economía mundial, amén de razón última y primera para desencadenar conflictos de carácter bélico. A veces, me siento como el petróleo en el siglo XIX, con un potencial interno que todavía no se ha desarrollado del todo o no se ha descubierto. Por el contrario, otras pienso si no será que fantaseo en demasía y tengo ínfulas de ser oro negro, cuando tal vez no sea sino agua empozada. Quizá no sea ni una cosa ni otra, tal vez solo simple agua, el líquido más común pero el más necesario. Y ya estoy liándome otra vez.
Hoy ha sido un día bastante atípico, he estado absolutamente descolocado. Nada que objetar al recibimiento en mi nuevo pero antiguo lugar de trabajo, mas bien al contrario, todos han sido cordiales en demasía. Tenía que ver más con mi estado de ánimo, cansado de estar a la expectativa. Supongo que todo lleva un tiempo de aclimatación, o un periodo de adaptación, como les gusta preconizar a las del Día de la Castaña. Ni idea. Lo cierto es que hoy estaba como un pez en su acuario, dando vueltas de un lado para otro, acostumbrándome a la calavera, al cofre del tesoro y a la máquina que hace burbujitas.
Definitivamente no, no soy petróleo. Con lo inflamable que estoy, prendería al instante.
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.