jueves, 31 de mayo de 2007

Toque de queda

Si te toco, ¿te quedas?

Días en los que deseaba hubiese un Levantamiento Militar que te obligase a pernoctar en mis brazos, so pena de fusilamiento en caso de desobedecer. Me imaginaba financiando un curso práctico de fonética para los de caqui, para que pudieran efectuar su Pronunciamiento Militar con todas las de la ley. O la ley de ellos, claro está. Por un día, chicos simpáticos.

Al día siguiente, lanzarnos a las calles de la hipotética Lisboa que todos llevamos prendida en un rincón de nuestra ignorante memoria, abducida por los clichés que ya no nos molestaremos en revisar. Dedicaremos la mañana a colocar claveles relucientes en la boca de los fusiles oxidados, mientras soñamos que todos los días son el 25 de abril.

Caminaré contigo por las faldas de una montaña, con la permanente intención de ver que había debajo de ellas.
Y de ti y de las tuyas.

Y seguir manoseando las palabras hasta que te aburras de mí o de ellas. Agrupar los silencios en la esquina y pagarle a un sparring para que los entretenga.

Abalánzate sobre la mochila que aún no tenemos colgada en ninguna parte, pero que más da. Inventemos desde ya un perchero donde ubicarla.

En cuanto pueda, voy a bombardearte.

Insurrecta.

sábado, 26 de mayo de 2007

El reflejo de un nómada

Plántate frente al espejo, quítate la mascarilla y los afeites y busca al nómada que te mire profundamente a los ojos. Pensabas que eras un balón de cuero simplemente, y ahora, al romperse las costuras, descubres lo que intuías. Limpia el vaho, el vapor puede hacer que lo veas todo desfigurado.
"Yo no soy de aquí", cuántas veces habrás mascullado interiormente esa frase al escrutarte pacientemente. No necesitas de guarnición para enmascarar el plato que vas a servir, porque tú eres el comensal y el camarero al mismo tiempo, el cocinero y el proveedor del restaurante. Los mismos caminos que podrían desembocar en el aturdimiento en otros, en la apatía o en la depresión, en ti sólo sirven para acorazarte. "Ya no me echaré de menos más", cantan impunemente los zaragozanos Tachenko, y tú balanceas la cabeza arriba y abajo. El enjambre de abejas obreras que zumba a tu alrededor está puesto ahí para que sepas que debes sobrevivir frente a ese hastío febril. Tú debes saber si tienes vocación de zángano o de reina.
Llevas un diccionario oculto en tu mirada. Ya no es el valor lo que anima tus pasos, ni siquiera el ansia de conocimiento. Ese algo indefinible es quizá la constación, por ahora simplemente empírica, de que todo tiene sentido y es un universo caótico al mismo tiempo, de que cualquier acción puede absolverte y condenarte a un tiempo, de que los ciclos vitales son tan cambiantes como la orografía de los desiertos. Tu secreto reside en acumular razones para convertirse en monje trapense o en un incrédulo, en promotor de ideas o abolicionista de ellas.
Menos mal que solo tenemos una jornada de reflexión al año. Terminarían acabando conmigo...

domingo, 20 de mayo de 2007

Celebración del amor elástico

El amor se estira como el látex. Si se rompe, estás perdido.
Conozco historias de amor que son como máscaras antigás en una trinchera de la Primera Guerra Mundial. Nunca se podría tirar de ellas, están acostumbradas a conservar su forma original, si alguna vez la tuvieron. Prefiero aquellas en apariencia cortas, o débiles, y con la consistencia granítica, orgullosas de saberse poseedoras de un secreto. Historias con flequillo, de las que tienen múltiples puntos de vista, de las que apetece contar en una noche de fuego de campamento, cuando no hay ni fuego ni campamento.
Algunos se vieron envueltos en idilios sentimentales por huir de la triste luz de los domingos por la tarde y no volver a ir solos al cine. Terminaron, al fin, sacando dos entradas todos los fines de semana, pero de platea al Triste Espectáculo de Sus Vidas. Milimétricos hasta la desesperación, nunca echaron de menos un poco de elasticidad es su intimidad. Nunca sufrieron el dolor de lo elástico al volver a su posición original, el chasquido eléctrico al impactar contra la piel. Pensaron siempre que ocupar una posición ventajosa en el amor era llevar a cabo una de las propuestas en el Kamasutra.
El amor elástico es igual de arriesgado que el boxeo clandestino, igual de excitante que cruzar apuestas con alguien que no está acostumbrado a perder y, como todo lo que realmente vale la pena en la vida, carece de un sentido. Por eso me gusta.
Gracias al amor elástico aprendí a ir desde aquí hasta tu lado en un instante.
Prueba a estirarme.

lunes, 14 de mayo de 2007

Un alud de palabras

En ocasiones las palabras se precipitan sobre mí como un alud gigantesco, acrecentándose a cada metro que avanzan, creando mi Talmud.
En la playa recostaba mi cabeza con la arena, apenas una débil toalla me separa de la superficie. Siento que las palabras van brotando del suelo, como una raíz que se prolonga en mi cabeza, una suerte de narrativa telúrica.
Campan a sus anchas en mi cerebro, pastando aquí y allá, en un juego incansable e interminable. Cuando todo falla, ellas están ahí para amortiguar mi caída. Cuando todo funciona, ellas son el imprescindible lubricante de mi maquinaria. Cuando no hay cuandos saben transpirar emociones desde cualquier parte.
Palabras que se hundieron en mi piel, más profundamente que ningún tatuaje porque se escribieron con tinta de la que no dispone ningún comerciante. Palabras como chicas con minifaldas arriesgadas que suben por las escaleras del Metro, atrevidas y sagaces. Palabras que a veces me permiten no pensar, dejando que ellas hagan todo el trabajo por mí.
La matemática de las ideas, la inescrutable alquimia de las almas que me anima. Todo en nuestras vidas existe porque, al final, tenemos palabras para no olvidarlo.

martes, 8 de mayo de 2007

Útiles para inútiles

Vagamente recuerdo haberme soñado con una navaja suiza en el lugar de mi corazón. Al ir desplegando sus múltiples hojas, encontraba siempre alguna solución para mis múltiples contratiempos. Eres frío como el acero, me decían. Y vosotros, rayos equis en los ojos, pensaba yo.
La reticencia a mis abrazos la aplaqué haciéndome instalar un reposacabezas en cada uno de mis hombros, que hábilmente empapaba en éter antes de salir. De la noche a la mañana me convertí en el hombre más acogedor de la ciudad. Profundizando en esta hipótesis, me hice instalar unas ramas en el torso, por si te gustaba irte por las ídem. Me hice transplantar estrellas de mar en las palmas de las manos en Las Palmas de Gran Canaria, en una clínica experta, estricta y abstracta.
Imaginaba mi cuerpo como en una mochila de boy scout, preparado para acampar en tus zonas autorizadas. Quería imaginar el tuyo como el saco de dormir en el que pasar largas noches para no dormir dentro de él. Todo era confuso, menos tu sonrisa de pentagrama que me contaba que había canciones que te recordaban mis palabras a borbotones, fruto del géiser que me bullía dentro.
Hice de todo, menos instalarme cajones que previsoriamente sirvieran para almacenar los propósitos traicionados. Todo, menos sentirme un pie de página en el diario de tu vida que escribes diariamente, sin darte cuenta de que lo haces.
Y no te preocupes, otras partes no sufrieron ningún cambio.

jueves, 3 de mayo de 2007

Diversifícate en el mercado

Tu llegada a la comarca disparó el Indice de Tiabuenez (ITB) hasta entonces predominante en el territorio. Cualquier hábitat era bueno para que destacases, ya se tratara de la taiga siberiana, la selva de Sumatra, la tundra escandinava o la pradera norteamericana. Entonces surgió la idea.
Lo primero que se me ocurrió fue digitalizarte, pero stricto sensu, es decir, artesanalmente, con mis propios dedos. Pasarte a formatos íntimos era tentador, pero un ataque de filantropía me hizo pensar en compartirte con el resto de la humanidad. Así, en mosaicos, como una vidriera gótica, como el drac de Gaudí en el Parc Güell de Barcelona...
Podrías convertirte en un politono para mi teléfono móvil, y así poder bajarte y no tener que subir yo siempre. Llevarte en el bolsillo y hacerme vibrar cuando te escuche. Pensé en convertirte en plancton, y que llenes todo el espacio que me rodea, y que me nutras, y que te pueda comer con solo abrir la boca. No deseches la posibilidad de envasarte en forma de foie, darías mucho juego. Aún tengo que decidir donde voy a extenderte para poder paladearte como mereces. No voy a proponerte que te conviertas en un sacapuntas, es absolutamente consustancial a tu persona. Lo tienes muy fácil, lo haces sin darte cuenta.
Me alisté en esta guerra como consecuencia de una bravata nocturna de borrachos en un bar, y he terminado convertido en un tratante de ultramarinos, pero de un género muy delicado.
El que tú expides.
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