Falta de reflejos
Cuando andaba este verano navegando por los Arribes del Duero, el naturalista que iba haciendo la descripción del lugar contaba que estaban introduciendo especies en el ecosistema. En el caso concreto del conejo de monte, contaban con una dificultad pasmosa, y es que no llegaban a sobrevivir mas allá de una semana, eran comidos inmediatamente por los depredadores. Las águilas y demás aves contaban con algo a su favor, conocían el entorno, se adelantaban a los lugares posibles para huir. El conejo contaba con esa desventaja, su desconocimiento del entorno. Cuando quería reaccionar, ya les habían taponado la salida. Ñaca ñaca, punto a favor del equipo de los comilones. Descubrieron los científicos que, disponiendo de aparatos de radio alrededor de la madriguera, los depredadores volantes se desorientaban (me quedé con las ganas de preguntar si el aparato de radio emitía a la COPE, o simples ondas no audibles para humanos) Ñaca ñaca, punto a favor del equipo conejil.
Cuento esto porque, cada vez más, necesito algún voluntario entre el estimado público que me ayude. A ver si alguien me conecta una radio, pero interior (en mi caso, que no sea la COPE, por favor), que me ayude a estar alerta, mirando a ver si corro más que los cernícalos. Ando cada vez mas perdido, mas falto de reflejos, en una especie de remedo de Dustin Hoffman en Rainman. Como me cuesta mantenerme pegado al suelo, intentar concentrarme en las cotidianeidades. No paro de fantasear ni por un instante, aunque parezca que estoy atento, que de vez en cuando cencerreo con la cabeza y hasta que aporto algo a las conversaciones. Jugueteo con la pluma en las reuniones, escarbando el papel que tengo mas a mano mientras espero que aparezcan palabras. Pienso en los caligramas de Apollinaire, en las palabras que se convierten en juguetes. Me enredo y pienso en mirar lo que otros miran. Rodeo palabras para contar lo que me gustaría decir. A veces pienso que ando aún callejeando por Barcelona, o quizá paseando por el río en Porto, justo debajo del puente. Me siento a leer a Josep Pla en El cuaderno gris, y es como si yo estuviese en 1918 en Palafrugell, a punto de entrar en un café del pueblo. Mejor no les cuento que me pasa cuando leo al tórrido Henry Miller y su Trópico de Cáncer...
Ando tan corto de reflejos que, cuando el doctor me golpea en la rodilla con el martillo, le pido hora para enseñarle cuando moveré el pie. ¿Saben donde comprar zapatos de astronauta, de estos que son de suela de plomo? Para mí, creo que es el único recurso para mantenerme aquí, cerca de la superficie terrestre.
6 Comments:
Olvida las ondas hertzianas y déjate llevar, escarba, fantasea y lo tecleas en esta bitácora.
Nosotros, los lectores mantendremos a raya a los depredadores. Vale, vale, ya se, ya se que es una promesa que no puedo cumplir pero... sería tan bonito.
Yo te prestaría los míos, pero calzo una 35...!!! ;)
¿pies de plomo??
¡Vuela!!! Quien sabe lo que podrás contarnos cuando regreses...
De los depredadores, descuida. Si sigues vivo es porque conoces tu territorio
Un abrazo
nos encontramos ante un síndrome post-vacacional, estás más allá que acá...se me ocurre decirte "todo saldrá bien", ya sabes, no hay peli en la que no lo digan, ala, hasta luego
Muchas gracia por navegar por mi lugar de desahogo, donde trato de esconderme de las alimañas que viven en este mundo como he visto que tu también tratas de hacer...sino esconderse por lo menos evitar que nos atrapen.
Me hizo mucha ilusión que me dijeras que escribo con pasión tal vez se deba a que sólo plasmó mis sentimientos, sobretodo en noches de insomnio.
Me alegra saber que no soy la única que vive más en las nubes, la luna y las estrellas que en la tierra firme. A mi me gusta vivir así, todo es más divertido ¿no crees?
Me gusta tu lugar, volveré por aquí
Llevo mucho tiempo queriendo leer el "Cuaderno gris", pero no me decido a hacerlo en castellano...
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