domingo, 28 de octubre de 2007

Así, tan perenne como voluble

Intente usted gestionar un poema.
A ver, no se me paren en la segunda estrofa, sigan hasta el final. Tengan cuidado con ese encabalgamiento abrupto, en ocasiones se desboca y puede darles un disgusto, los versos que usted quiere leer sólo es posible hacerlo de diez a doce los días laborables, señor. No pierdan de vista sus objetos personales mientras se sientan identificados con el poeta en el final del último endecasílabo, que luego pasa lo que pasa. Recuerden que las fotos que les hagan a los adjetivos más brillantes han de hacerlas sin flash.
Intentar que haga las cosas de otra manera distintas a como las venía cometiendo es un error. Impostar un alter ego a estas alturas me parece propio de farsantes. Nunca voy a poder gestionar un poema, no sé hacerlo ni me interesa. Sólo puedo intentar meterme entre sus pasillos y, si hay suerte, perderme entre ellos. Por mucho que le sonrías a Tintín, no va a cambiar la última viñeta y girar la cabeza para saludarte.
Deja que otros organicen razias en busca de quien creen que debes ser tú. Mientras tanto, sintoniza con la emisora de radio clandestina que guardas en alguna parte de tu cabeza. Descubrirás el placer de contar endecasílabos al tiempo que escuchas como otros gestionan la poesía con tono altisonante.
Y por supuesto que todo esto te lo digo aquí y en la calle, si hace falta.

lunes, 22 de octubre de 2007

Toda tú estás llena de piezas de tangram

Eres difícil de armar, china, pero cada vez que intento hacerlo apareces bajo el perfil de una figura diferente. Inquirí una respuesta al grupo de chicas más inteligentes que están en tu círculo más inmediato, las perlas cultivadas, y sonrieron maliciosamente, creo incluso que en diagonal. Son dudas de dandi, argumenté mientras rogaba íntimamente que tus ojos rielaran al enterarse, de puro gozo.
Recorrí la Gran Muralla que levantaste para protegerte en busca de alguna fisura por la que colarme, y aún no logro descifrar como has conseguido aparentar tantas curvas teniendo aparentemente sólo rectas y aristas.
Tal vez seamos el final de una dinastía y deba aprender una nueva caligrafía para poder registrarlo. Juguemos, pues, y fundaremos una nueva y gozosa República Popular.
China.

domingo, 14 de octubre de 2007

Tú te has creído que esto es un hotel

Me lo repetía incansablemente mi madre durante largos años, rápidos años en los que sólo buscó eficacia aderezada con brochazos gordos de amor, nada de pinceladas.
He vuelto a tener esa sensación de que todo funciona, todo encaja y, milagrosamente, todo parece obedecer a una conducción al placer, a un Xanadú íntimo y gozoso. La lectura del último libro de la trilogía Tu rostro mañana. Veneno y sombra y adiós, de Javier Marías fue como acomodarme entre los venerables sillones de una vetusta biblioteca sin necesidad de pensar en tomar decisiones. Me maravilla el terminar una novela que empecé a leer hace años, y ver como determinados personajes parecen haber estado ahí, en estado de hibernación entre una toma y otra, y, sin embargo, ágiles a la hora de saltar a la escena de las páginas. El gusto por la precisión de la palabra me parece que en esta última entrega ha aumentado, conviertiéndose por momentos en un protagonista en la sombra. Las palabras que nos acechan, las que liberamos inconscientemente, lo que significa haber utilizado ésas, y no otras, la imposibilidad de encontrar una traducción realmente precisa, exacta. Y el otro que vive dentro de nosotros y que ni siquiera conocíamos. Que curioso que el protagonista pudiera saber tanto de los otros, o intuirlo, y sin embargo desconozca que debe hacer él en un momento de máxima tensión en la novela.
Y siento que esto puede ser la entrada en el hall del hotel cuando cierro los ojos e imagino que a partir de la semana que viene entraré de lleno en algo que me apetece muchísimo. Involucrarte de lleno en animar a unos niños pequeños, muy pequeños, a divertirse leyendo o escuchando leer, no tiene igual. Un tanto artesanalmente, como deben hacerse estas cosas, con dosis de entusiasmo que algunos no conseguirán sepultar (parece mentira, pero aún queda gente que piensa que leer es una pérdida de tiempo, y que si se hace se pierden horas de clase, ¿horas de clase para enseñar qué?). Y esas son las tonterías que son tan importantes para mi.
Hablar de todo lo que pasa por mi cabeza es, en cierta forma, hablar de los libros que la pueblan y los que la poblarán. Con el tesón de un topo excavando, escribiendo esa nouvelle que quizá nunca leerás, pero en el que tú también, no lo dudes, también tú tienes un papel protagonista.

domingo, 7 de octubre de 2007

Torpezas en albornoz

Para hablar conmigo mismo precisaba de cita previa. Se me acumulaban septiembres entre la esponja de la ducha y la toalla que me recordaba el tacto de tu piel. Mientras me duchaba pensaba obsesivamente en todo lo que debería decir, contar y sentir a lo largo del día, las cobardes frases que dejo que se pudran en el interior, los rastros de arena que dejan tus risas en las alfombras que van desde tus ojos a los míos y el fastuoso olor a jabón de frutas tan exóticas como imposibles que exhalan los besos que torpemente no nos damos.
El albornoz que me ponía al secarme intentaba que aprendiera de tus caricias, pero fue una maniobra tan vana como absurdamente poética.
Me sentía un profesional de la torpeza, confundido como el que escribe y por ello se considera escritor. La prenda blanca y algodonosa era sólo un disfraz que me ponía al salir del sancta sanctorum, y al cubrirme con ella sentía que eran tus brazos los que me abrazaban.
El resto del día era una carretera comarcal inmensa, recta y torpemente alquitranada. Conducía por ella mientras imaginaba como debía oler tu crema hidratante.
Estaba convencido, y aún lo sigo estando, de que en alguna habitación de hotel había una bañera que nos esperaba ansiosa. Deberíamos llenarla. Aunque fuera de torpes y vacilantes amagos de besos y abrazos.
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