domingo, 31 de diciembre de 2006

Top secret

(Interior. Noche. Celebración de la Nochevieja, en el preciso instante en que se toman las uvas. Primer plano. Secuencia uno. Plano uno. Acción)
Irene sueña con lanzarse al vacío de una vez por todas, aunque espera que el paracaídas se despliegue antes del final. Siempre le ha costado tomar decisiones.
Germán espera que el nuevo año le traiga por fin un juego de escuadra y cartabón, está deseando llevar una vida paralela.
A Roberto le encantaría que el próximo sms que reciba de Gabriela no acabe con el consabido "pásalo". Ojalá terminara diciendo "quédate", masculla.
Yolanda se estremece al ver como avanza el reloj esa noche, de nuevo. Sospecha que el tiempo la persigue, y teme que el próximo cosmético que tenga que comprarse sea el carbono 14.
Ingrid valora la posibilidad de instalarse un nuevo dispositivo intrauterino, un taxímetro. "¿Todavía lo haces a mano, en la época de la tecnología?", le preguntan sus aliadas.
Álex aspira a salir de la clandestinidad y gritar los versos que le bullen en la cabeza. No es tarea fácil para un militante del "Círculo Masculino Hosco y Emboscado".
Silvia va a seguir buscando faros para llenarlos de música y almacenar exóticos sacos de té. Tiene vocación de ver más allá de donde todos ven, el puesto está diseñado a su medida.
Ignacio va a seguir reclutando un ejército de mercenarios que le permitan asaltar con total garantía el búnker donde se refugia Elena. No sabe que ella huyó por un pasadizo secreto, nunca tuvo ganas de ser una émula de Astérix.
Daniela busca la revancha con Martín, después del partido de tenis en el que invirtieron mas de veinte años de su vida, y que acabó por muerte súbita. Aún no ha asumido que él lo dejó todo por ir a jugar esa modernez que se llama paddle, y que ella simplemente juega al frontón.
Las uvas tienen micrófonos ocultos, las burbujas del cava son satélites que suben al espacio a transmitir lo que sientes.
(Corten. Muy bien, pero vamos a repetir la toma)

viernes, 29 de diciembre de 2006

El eterno aspirante a geisha

Lo tengo complicado, pero no difícil. Las geishas, las pocas que quedan, son mujeres, aunque la tradición habla también de los hokan, que eran su variante masculina. Me atrae sobremanera la exquisitez de su forma de vivir, su delicadeza permanente, su entender la vida como un cúmulo de placeres ligados al arte y a la concupiscencia de los sentidos. Como me ocurre en tantos otros órdenes de la vida, quizá lo que más me atrae es estar en el camino de hacerlo, no llegar al completo desarrollo de la idea. Reivindico el amateurismo frente a la profesionalización, la slow food, el acierto de la liebre al quedarse a echar la siesta mientras la imbécil de la tortuga se tomaba la carrera tan en serio. Tomarme un invierno para escribir un único haiku: cinco versos, siete, cinco.
La prisa, la eterna prisa que nos envuelve a todos en este maldito hormiguero en que nos desenvolvemos. Los grandes almacenes parecen salas de urgencias de un hospital, con enfermos en estado catatónico (¡rápido, rápido, que se nos va el paciente!) Nos hemos vuelto eyaculadores precoces a la hora de abordar nuestros sentimientos, exteriorizándolos de manera feroz y sin tiempo a paladearlos. Se considera absurdo expedir misivas de amor, ahora directamente se opta por buzonearlas. Hay quien incluso reenvía su corazón con programas generadores de spam, alguien picará, piensan. Desplegamos perfumes y tejidos caros para seducir a los demás, cuando lo que queremos no es seducir, sino sentirnos en el Olimpo, sentirnos dioses. Queremos ganar por mayoría absoluta todas las elecciones en las que participamos, renunciando a formar parte de un Grupo Mixto donde podríamos mezclarnos con diferentes. Soñamos con vivir hedonistamente, alcanzar el cénit del placer en los cuerpos de otros, y terminamos conformándonos con simples cosquillas. Todo debe tener una respuesta inmediata, hablar con una mujer equivale a comprar acciones de su próximo orgasmo; en caso contrario, eres un pardillo fracasado.
Abalánzate sobre el reloj de arena que llevas dentro y prueba a engañarlo. Convéncele de que es mejor que funcione a cuerda.

miércoles, 27 de diciembre de 2006

Comme il faut

Como es debido.
Todos, en mayor o menor medida, querríamos tener un mundo así. Lo peor de todo es que debe haber tantos comoesdebido como personas, y conciliar tantos mundos se convierte en tarea imposible. No todos estos hipotéticos mundos tienen una rosa de los vientos que les indique que deben limitar con los mismos valores. Todos los días tiramos los dados, apostamos en el tapete, descubrimos los naipes, nos convertimos en tahúres que no conocemos las reglas del juego.
Todos los días tiro un buen trozo de pan duro a la basura. Todos los días lo lamento. Al día siguiente vuelve a pasar lo mismo.
Tiendo a imaginar ciertas partes de mi vida como si de las atracciones de un pueblo en fiestas se tratase. Me acerco a la caseta de tiro al blanco, empeño parte de mi exiguo capital y obtengo un mísero llavero. Las escopetas de aire comprimido están trucadas, pienso. Este hombre está trucado, piensa el del puesto. Los autos de choque son mi especialidad, está bien ir acostumbrándose a los golpes feroces de desconocidos. Es curiosa la sensación de los cachivaches éstos que te atan, empiezan a subir, te mantienen un momento en las alturas y luego, sin causa aparente, te precipitan al vacío. Me resulta curioso pensar que pagamos por esto, cuando la cotidianeidad te lo ofrece de forma completamente gratuita.
El amor es como algodón de azúcar. Todo empieza con un simple y fino palito de madera, nada hace presagiar que todo crecerá en torno a esa nimiedad. De pronto, empiezan a adosarse a él miles de finas hilachas, creando una maraña que crecerá hasta lo indecible. Mientras dura el proceso, nos quedamos absortos. Cuando lo tenemos en nuestras manos y empezamos a comerlo, vemos que se va quedando en nada, un sabor inaprensible. Muchas veces sospechamos que aquello tiene mejor pinta que sabor.
Pensaba todo esto mientras tomaba café. Por un momento, el asa de la taza se convirtió en una oreja que me escuchaba.
Estoy menos solo de lo que pensaba. Menos mal

lunes, 25 de diciembre de 2006

Voz en off

Cuidado, en días como éstos es fácil confundir la dichosa voz en off. Si notas que te habla de descuentos en las latas de sardinas, lo más probable es que sea la megafonía del Super, lo cual no es lo mismo. La voz en off que a veces escuchamos te habla a tí directamente, pero no eres tú. Es el narrador de la película de tu vida, que de vez en cuando te roba protagonismo. Conviene prestarle algo de atención, rara vez toma partido, pero vale para entender que demonios está pasando. Yo lo intento, lo que pasa es que el documental que narra mi vida actual está siendo rodado en búlgaro, con lo que tendré que esperar a que me lo subtitulen, para enterarme a ciencia cierta de qué va todo. Es lo que tiene esto del cinema verité.
Aplacando al anarquista con dolor de muelas que llevo dentro, intento buscar ciertos grados de mansedumbre en mi rutina. He terminado una maravillosa antología de poesía actual llamada La voz y la escritura, donde he encontrado abundantes sorpresas. Juraría que algunos versos han pasado por delante de mis ojos con tanta ferocidad como determinadas mujeres en bikini. Me cuesta dar nombres entre ochenta poetas diferentes, pero de algunos he tomado nota con intención de seguir su pista. Sueño con Ogigia desde entonces, con alguien que ha llamado a todas las mujeres del mundo por teléfono, con paisajes inauditos. Termino ya casi el último libro del argentino Ricardo Piglia, La invasión, donde, una vez más, aprendo como llevar el paso de una historia, el peso de unos personajes.
Me monté en la guagua que daba vueltas nocturnas y circulares por toda la ciudad que nunca habitamos. Abrí el periódico, y decían en primera página que por fin te habías decidido a desclasificar tus archivos. Los expertos coincidían todos en lo mismo: el proceso pasional en que te habías visto inmersa había sido sólo un síntoma, podían afirmar fehacientemente que la enfermedad había remitido hacía tiempo. Saqué el tirachinas que siempre llevo en la cartuchera de mi axila, hice una pequeña pelota con los últimos versos que te había escrito, y la lancé, chocando contra el cogote del conductor. El tipo apenas se inmutó. Que poca intensidad tienen las palabras cuando se utilizan como arma arrojadiza, escuché decir a la voz en off.

sábado, 23 de diciembre de 2006

Me debo una explicación

Y como alcalde mío que soy, me la voy a dar.
Siempre quise crear una suerte de Corte de Camelot, una aristocracia de audaces que fueran merecedores de ser nombrados miembros de mi peculiar linaje. Me hubiese gustado distinguirlos con títulos nobiliarios que de nada sirvieran, tan sólo como dispositivos internos autopropulsables del ego. Lamentablemente, creo poco luego en dinastías, monarquías y coronas, lo cual desacredita el proyecto desde su raíz. Es una contradicción, pero nada hay más humano que ello. Vaya desde aquí mi abrazo para todos ellos, para todos los que se reconocen en estas palabras. Todos aquellos que tienen duende, en acertada expresión lorquiana. Todos aquellos que trabajan para otras empresas y que terminan trabajando para mí, que, como todos saben, trabajo por cuenta propia. Todos aquellos que comparten conmigo líquidos inmisericordes en la barra, mientras suena a nuestras espaldas un ritmo de música en directo. Todos aquellos que toman aviones estos días para acercarse a los sueños que se merecen. Todos aquellos que comparten luces y oscuridades proyectadas en las dunas, y son capaces de decirlo en alta voz. Todos aquellos que promocionan risas sin sentido, rotundas como una bandada de palomas batiendo las alas. Todos aquellos que hoy han revisado la lista de la lotería para ver si se encontraba el teléfono de la mujer de sus sueños. Todos aquellos que les nació en su interior un complejo hotelero y en el que me sentí siempre tratado como un cliente preferencial.
Me siento poco navideño, ustedes sabrán disculparme. Sólo creo en lo que siento, y en las palabras que burdamente lo aderezan.

jueves, 21 de diciembre de 2006

No lo tomes como una amenaza

Tengo música en mi coche que podría traspasarte el corazón, palabras en mis estanterías que podrían modificar la visión que tienes del mundo. No voy a utilizarlas jamás para eso.
Mi antigua cámara de fotos aún espera tomar la instánea definitiva, para la que fue fabricada.
Decoraré las calles con guirnaldas y árboles hechos de luces de neón el próximo mes de agosto. Espero que no se me pidan explicaciones, demasiado tiempo llevo asumiendo inconsecuencias sin haber rechistado. Todo lo que ha ocurrido a mi alrededor tenía el mismo argumento que la guía de teléfonos.
Encontré más poesía en la sección de Anuncios por palabras que en muchas de tus performances. Siempre te encantó bajar el telón.
Sé cómo abrir y cerrar esclusas para cruzar el Canal de Panamá que fabricamos dentro de nosotros. No voy a crear un conflicto diplomático con la subida de aranceles que comporta su uso. Es más, te cedo su usufructo.
Me conoces bien, sabes bien que prefiero ser explosivo a expositivo. Estar a tu lado y sonreír como si nada pasase es parte de la condena.
Después de todo ésto, puedes acudir a presentar cargos contra mí en los Juzgados de lo Afectivo-Social. Renuncio a la defensa. A la delantera ya lo hice hace tiempo.

martes, 19 de diciembre de 2006

Pesadilla de un pandillero

Anoche soñé que había un mendigo durmiendo en tu portal. Tuve miedo de quitarle los cartones con los que mínimamente lograba escabullirse del frío de la noche, me asustó pensar que el rostro que podía descubrir fuese el mío.
Recordé cuando me abofeteaste y, al ver mi rostro desconcertado, fuiste víctima de un arrepentimiento espontáneo. Empezaste entonces con las patadas.
Lamenté no tener salidas de emergencia en los sueños, ni tan siquiera salidas honrosas.
Al contrario de la Señora de Winter, anoche soñé que nunca volveré a Manderlay. Un delincuente nunca debe regresar al lugar del crimen.

domingo, 17 de diciembre de 2006

Armisticio para desertores

El más valeroso del batallón fue, bajo mi punto de vista, el que logró armar su propia mochila mental y convertirse en desertor. Ponerse por encima de cualquier consigna moral y generalista, subcontratar el valor necesario para emprender tamaña empresa y tener el coraje de saltar las trincheras propias para ir en pos del supuesto enemigo, requiere de una armazón envidiable. No me valen los adjetivos que lo tachan de esquirol, una de las palabras que mas odio en el diccionario, ni lindezas por el estilo.
El primer surrealista fue un desertor de algo. También lo fue el precursor del Romanticismo, el primer rocker, el primer punk. También lo fui yo el primer día que me arrimé a la orilla de un poema y ya no pude dejar de sentir el vértigo que sigo sintiendo al asomarme. También lo fuiste tú, cuando algún día sentiste la llamada que te impulsó a no seguir actuando robóticamente, cuando decidiste que tu criterio era el único catecismo que ibas a seguir de ahí en adelante. Somos desertores de la realidad, y no hay nada que me guste más. Siéntete conmigo revolucionario desde dentro. Vamos a poner coches bomba que no lleven amonal, sino endecasílabos. Ojalá exploten e impregnen todo lo que pillen cerca con sonetos y quintillas.
Un día tomé té, otro costillas a la brasa y otro rodaballo al horno. Este findesemana ha sido pródigo en hospitalidad, y me he sentido afortunado por ello. Tantos años viviendo en las Islas Afortunadas tenían que dar algún fruto...Cada uno da mucho de sí en lo que pone en la mesa, el viernes ya empecé a pensar que, cuando nos unimos determinadas personas, realizamos algún tipo de rito, alguna comunión.
No, comunión no, que no me gusta terminar dándonos la mano, tomando vino y luego repartir hostias.
Se alfombran realidades, se alicatan mis sueños, se llena todo de azulejos andalusíes y yo siento que es todo mucho más fácil. Aún espero saber por qué lo hago a veces todo tan difícil. Menos es más, que decía el arquitecto Mies van der Rohe.

viernes, 15 de diciembre de 2006

Los electrodomésticos melancólicos

A M no le fueron nada bien las cosas desde que se quedó viviendo solo en casa. Sus electrodomésticos habían cambiado con él, en un proceso de fusión con su dueño similar al de las mascotas. Todos eran ahora de la misma marca, Nostalgia S.A.
El lavavajillas no podía soportar no volver a limpiar copas sin rastro de carmín en sus bordes. Los restos del colacao en el fondo de la taza mugrienta le deprimían, él que había tenido tan altos cometidos. Siempre se supo responsable de horas felices para otros mientras él trabajaba.
El reloj se sentía culpable. Mientras sus manecillas andaban, les quedaba menos tiempo a los amantes para estar juntos. Mil veces intentó atarse los brazos como un prisionero en el calabozo, hasta darse cuenta de que era solamente un instrumento en manos de los dioses.
¿Que sentiría la lavadora, cuando ya solo hacía la colada de uno? Confesaba a los más íntimos que siempre echaba de menos la sutileza de la ropa interior de ella. El suavizante, tan solícito como siempre, la arrullaba entre sus brazos, consolándola.
El extractor de humos solo sacaba fuera lamentos y sollozos. Triste tarea.
La cadena musical estaba hasta los mismísimos decibelios de las terribles canciones de amor que no salían por los altavoces, sino que se derramaban a través de ellos. El mando a distancia no soportaba tanta rudeza, y echaba de menos otra manera de tocarle, mas sutil. En el horno ya no crecía nada, y los pasteles que se hinchaban habían dejado de hacerlo, aún contando con la mejor levadura del mercado.
La cocina de gas aportó su manera de solventar el problema. M no supo decirle que no.

miércoles, 13 de diciembre de 2006

Pegado a mi nevera con un imán

(Texto encontrado esta mañana en la puerta de la nevera. Lo pongo aquí por si tuviera algún interés para alguien. Soy algo metódico, metodista y maniático; no me gusta salir de casa sin una lista de cosas concretas para hacer. Luego, vulnerarla impunemente)
-Llamar al perito para que valores los daños que me hicieron en el alma. Consultar si el seguro anti-roturas cubre también los desperfectos causados en el corazón. Los roces que presente, que no los haga constar en el informe pericial. Carecen de importancia y, además, el roce hace el cariño.
-Buscar las piezas que faltan para armar el puzzle del mapa donde se cuenta cómo ocurrió todo. Sin esas malditas dos piezas, es un auténtico galimatías de imposible comprensión.
-Llamar a Z. y quedar con él para participar en la cata a ciegas. Realmente, dedicarnos a palpar a una fila de invidentes de sexo femenino y con ganas de jarana parece un buen plan para el findesemana.
-Recomendar a todo aquel transeúnte con el que me cruce por la calle la adquisición del número de otoño de la revista literaria Eñe. En ella vienen magníficos cuentos, pero especialmente destacó uno de un escritor latinoamericano llamado Doménico Chiappe. Su apasionante relato Oficios me resultó impactante, hasta el punto de haberlo leído ya más de media docena de veces. Que placer tan inmenso sigue siendo que un escritor, del que no tienes ninguna referencia, te asalte así, como navaja en mano, y logre transmitirte un profundo escalofrío a la hora de leer.
-El disco de Francisco Nixon, Es perfecta, es de una sutileza sobrecogedora. Cuanto más lo escucho, más se me enreda dentro. Lección práctica de como hacer canciones muy simples y muy redondas. Indispensable para los adictos a las canciones que se quedan susurrándonos por dentro horas después de haberlas dejado de escuchar.
-Después del afterhours, comprar aftershave y aftersun. De paso, un buen diccionario Colonial-Español/Español-Colonial.
-Comprar cuarto y mitad de dinamita. Urge derribar los muros que han salido en los últimos días, cuando he estado despistado y sin preocuparme en exceso del mantenimiento.
-Pedir hora para renovar el carné de identidad. A ver si alguien me explica de manera fehaciente quien demonios soy.
(La cotidianeidad me tienta, pero yo le hago fintas. La realidad es deformable, elástica y adaptable. La rutina es generadora de poesía. Prueba a disparar palabras: siempre rebotan, te impactan y nunca vuelves a ser el mismo)

lunes, 11 de diciembre de 2006

Buzones en desuso

Siempre que veo un buzón amarillo de Correos en plena calle me dan ganas de abrazarlo, de invitarlo a unas cañas. Me imagino al pobre hombre, llegando a casa y cabizbajo, respondiendo a su mujer con evasivas cuando le pregunte que tal le ha ido el día.
-Pues ya ves, antes me pasaba todo el día tragando y tragando en el currele, y recuerda lo que me quejaba. Que tiempos. Es triste como las malditas nuevas tecnologías nos han apartado a nosotros, a los artesanos que hemos estado ahí toda la vida. Mañana voy a hablar con los sindicatos, a ver si me meten un paquete. Tengo unas ganas...
No son pocos los que se quedan fuera de juego. Tengo un amigo indio que tuvo que dejarlo, el médico le prohibió las señales de humo por no se que leches de una alergia. Su novia de la Reserva india no lo entendió, y lo dejó tirado por un Gran Reserva. No estaba dispuesta a seguirse reservando.
Un brillante escritor, según sus propias palabras, morirá sin que sepamos de la magnificencia de su obra. Dice que sólo puede escribir inéditos, y que es una pena, porque son estremecedores. En cuanto alguien los publicara, dejarían de ser inéditos y perderían su gracia. Entre nosotros, algo he leído a hurtadillas de este hombre, y creo que en lugar de inéditos, debería dedicarse a escribir anónimos.
El que peor lo pasa, sin lugar a dudas, es el dandy sin vocación. En mi calle vive uno que se metió en el oficio por contentar a su padre, que era depositario de esa tradición desde hacía siete generaciones. Cumplió por no darle mas disgustos al pobre anciano, que sufría al verle venir de párvulo completamente lleno de pintura hasta las cejas, y él feliz como un taxista camino del aeropuerto. En su intimidad se arruga la ropa, se descose los dobladillos, se pide churros con chocolate por teléfono y se pone a comérselos con los ojos vendados.
Les podría seguir hablando de la lavadora que tiene mareos, del que prepara infructuosamente las oposiciones a poeta, del aristócrata con alma de acróbata o del filósofo constructivista autodestruido prematuramente.
Gente desubicada. Como tú y como yo. Cuando el semáforo cambió, nos tuvieron que pitar los de atrás para que avanzáramos.

sábado, 9 de diciembre de 2006

Atlas de mí mismo

Abro mis páginas y me voy reconociendo en cada uno de las cartografías de mi interior. Tengo desiertos y valles, montes y depresiones, ríos y salinas. Aprendo de mí en las situaciones extremas. Mi curiosidad me salva, creo.
He leído algo sobre el método Pilates en estos días, y estoy por profundizar. Seguro que en días como estos me vendría de maravilla. Teniendo en cuenta que es una especie de gimnasia no solo física, sino también mental, pues creo que se ajusta a mis necesidades. Hablaré con especialistas en el tema.
El mar me ha acompañado hábilmente en estos días. Ayer fue una bahía en el sur de la isla, donde descubrí una pequeña playa que no conocía. Fui feliz sin proponérmelo. Hay palabras que ayudan, que amarran y que se dicen sin saber cuan importantes son. Me sentí como subiendo por unas escaleras mecánicas, cómodo y notando que otros se preocupaban por aligerar esfuerzos. El boomerang que a veces lanzamos no siempre viene por detrás a golpearnos en el cogote, como sucede en los dibujos animados. Hay boomerangs buenos.
El perro que me come por dentro está furioso estos días. No encuentra hueso y se ensaña con las entrañas. Voy a terminar cambiando mis órganos internos por otros de metal, fríos y duros. Terminará cediendo él y yéndose.
¿Mil dolores pequeños son peores que un dolor único y grande? Si supiera la respuesta a esta pregunta, creo que resolvería el gran enigma que me atenaza. Mientras tanto, utilizo los libros como sacos de arena en las barricadas, parapetándome detrás de ellos. Ciertos poemas son perfectos chalecos antibalas; ciertos relatos, eficaces cascos militares.
Soy botánico en el jardín metálico.

jueves, 7 de diciembre de 2006

¿Puedes andar solo?

Si es así, no te preocupes. Levántate, sacúdete la ropa y piensa en limpiarte los arañazos en el bar mas cercano. En los baños, no en la barra.
Hacía tiempo que notabas algo extraño. En vano lo achacabas a un cierto grado de tortícolis en el corazón, lo notabas porque te dolía al moverlo. El mareo de esta mañana seguro que ha sido por eso. Tranquilo, seguro que no es nada.
Haces bien. Ya tenías los planos del búnker, habías pensado como hacerlo más acogedor en su interior. Ahora sólo te queda ocuparlo. Buena idea, sí, los nidos de ametralladoras son un sitio ideal para decorarlo con geranios. Lo malo es que ahora te pilla todo más a desmano, pero que se le va a hacer. Las farmacias de guardia sólo despachan ansiolíticos con receta en todas partes.
¿De verdad que no te has roto nada al caerte?¿Estás seguro?. Ya sé que lo has traído todo, tus útiles de aseo, tu ropa, tus libros de poesía y tus cuadernos. Ya sé que con eso y ninguna compañía te encuentras bien.
Tiempo, silencio y palabras almacenadas dentro, sin ser pronunciadas en voz alta. Siestas a horarios indecorosos, comidas frugales y vino de la bodega. Recuerdo de risas intempestivas y de caricias a deshoras. Melancolía envasada al vacío, calles que ya no son tuyas al pasear, templanza de espíritu e inventario de miradas atroces. Cortocircuitos emocionales después de la caída del fluido eléctrico, desalojo por parte de elementos parapoliciales de los que organizaban la Resistencia en los edificios que aún te eran fieles, mi comandante.
Siempre has sido un tipo original para organizar tus vacaciones. Ahora no ibas a ser menos.

martes, 5 de diciembre de 2006

Como el que se ha tragado un muelle

Según las últimas estadísticas, dos de cada diez detectives amaestrados se sienten como si se hubieran tragado un muelle. Imagínense sentir como baja por la tráquea, como baja al estómago, como se instala allí y empieza a actuar, a dar saltos, a buscar donde mejor estirarse y encogerse. Pues así.
Soy el auténtico hombre orquesta, el que lleva adosado a su cuerpo una veintena de instrumentos musicales, el bombo a la espalda, y todos en la fiesta esperan que empiece mi función. Lo peor es que no tengo idea de música. A ver que hago ahora.
Quiero dejar mi antiguo hobby, ya no quiero seguir siendo un coleccionista de ambigüedades. Creo que terminé agotando el catálogo.
Recibí la lista de requisitos necesaria para darse de alta como usuario de la insatisfacción permanente. Finalmente, desestimé mi afiliación. Me resultaba decepcionante.
Se está grabando un Unplugged en el auditorio que tengo en mi interior. Me hubiera gustado que fuera un poco más eléctrico, pero lamentablemente no me puse de acuerdo con los organizadores.
Igual el muelle que me tragué no era de metal, sino puede ser que fuera un muelle de verdad, con barcos descargando su mercancía, sus pasajeros, sus grúas y sus gaviotas.
En estos días ocurren cosas de lo más extrañas.

domingo, 3 de diciembre de 2006

La pluma eléctrica

Escuchaba anoche a Fernando Márquez "El Zurdo", desgañitándose en la grabación de su tema La pluma eléctrica allá por el año 1979 en el Madrid de la premovida. Sigue sonando con una fuerza impresionante y, al mismo tiempo, con un candor que hoy sonrojaría a más de uno. Realmente podía leerse en clave futurista el tema, pensé, pues lo que hacemos ahora, casi treinta años después es eso, escribir donde queramos con una pluma eléctrica. Inmediatamente después de pensarlo, me puse la cabeza en remojo y pinché Te estoy amando locamente, de Las Grecas. Eso me pasa por ponerme a cavilar. Ya me había dicho el médico que tenía que irlo dejando poco a poco...
He asistido un par de días seguidos a una puesta de sol magnífica. Siempre me quedo con la misma duda, ¿ésto sale así de bien porque lleva la naturaleza millones de años ensayando o cada día el que ponga en marcha el espectáculo se pone nervioso, pensando en si esta vez errará en algún momento? Sea como sea, en ambas ocasiones me he quedado con las ganas de, al terminar la puesta de sol, levantarme y prorrumpir en aplausos. Las representaciones que he visto últimamente han quedado francamente espectaculares.
Leyendo La escafandra, de José Carlos Llop, me encontré con una cita de Pindaro que se quedó dando vueltas dentro de mí como la ropa en una lavadora. Como estoy en pleno centrifugado, yo creo que me impactó más. "Aprende a ser aquel que eres". A mí me suena como si me la hubieran dicho desde dentro del fondo de una mina, y voy avanzando hacia el emisor de la frase. ¿Qué pasaría si descubres que ese que debías ser y que eres, realmente no te gusta? ¿Tenía sólo quince días para cambiarlo?
Disfruté muchísimo con una conversación que mantuve con alguien que conocía a los Niños Mutantes, un grupo demasiado desconocido, según mi parecer. Las risas a veces llevan puentes pequeñitos en su interior. La complicidad tiende adoquines por caminos que no habíamos tomado hasta entonces.
La otra cara de Rock Hudson, del mexicano Guillermo Fadanelli, es el libro que acabo de empezar. No es la primera vez que nombro a este escritor, y creo que con razón. El que pueda, le aconsejaría que se diera una vuelta por sus posesiones. Me extrañaría mucho que no reincidieran de nuevo, pinches.
Me he matriculado en un curso de poesía en código morse. Escriba lo que escriba, sonará, lo garantizo. Toc-toc-toooooc.

viernes, 1 de diciembre de 2006

Tipología de tipos atípicos

Miles de personas con las que me crucé, miles de miradas que me impactaron. Hoy me vuelven de repente a la cabeza algunos casos curiosos, que quedaron grabados en mi particular córtex cerebral por una u otra razón. Tal vez sólo fueron fruto de alguno de mis delirios, tal vez nunca fueron reales, tal vez sean proyecciones de mi propio yo, al que voy a empezar a tratar de usted de aquí en adelante.
En una ocasión conocí a un hombre que se sentía inútil y rechazado. Se veía hermanado con el lápiz blanco de las cajas de colores escolares, el que todo el mundo ve pero nadie echaría en falta.
Otro trabajaba en una fábrica de congelados, y guardaba unas docenas de tequieros en su refrigerador particular. Se pasó toda su vida pensando cual sería el momento propicio para sacarlos de allí.
Aquel invirtió su tiempo tontamente, entrenando sin saber muy bien para qué. Nunca tuvo mucha oportunidad de jugar, se sentía como el tercer portero del equipo en la final de un torneo europeo. Pocas, muy pocas posibilidades de que lo llamasen.
Me impactó el que iba a trabajar en submarino. Podía haber ido en coche, como todo el mundo, o caminando, pero elegía siempre lo más difícil. El principal problema lo tenía cuando llegaba a su destino, que no salía de allí. Trabajaba dentro del submarino.
El manco que quería ser malabarista siempre contó con mis simpatías. "Todo es ponerse", repetía constantemente. Terminó de heroinómano.
Un personaje curioso aquel que tenía un ascensor dentro. A veces se quedaba atascado entre plantas. Al final, decidió podarlas.
Lo mejor de todo es contar con un grupo de apoyo cercano, que te ayude a salir del atolladero. Las chicas de la Cruz Roja se hacen fundamentales con sus camillas, sus goteos y sus programas de rehabilitación. Algo dentro de ellas las lleva a sentirse parte de todo lo que te ocurre, aunque muchas veces sean ellas lo único que ocurre. El algodón que reparten a mansalva termino utilizándolo para acolcharme. Gracias a ellas aprendí las bondades de hacerme donante. Siempre fueron las primeras en practicar con el ejemplo.
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