jueves, 29 de junio de 2006

Marías

"No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados". Este arrebatador inicio de la novela Corazón tan blanco de Javier Marías tiene todos los ingredientes que debe tener para mí un relato, a saber, causar curiosidad en el lector, hablarle con familiaridad de aspectos aún novedosos para él, situar un hecho irreversible al inicio. Aunque he leído mas libros de él, todos a una altura impresionante, he de reconocer que este arranque sigue poniéndome los pelos de punta. Además, los que somos fieles seguidores de su columna en El País semanal estamos de permanente enhorabuena con sus cáusticos análisis de la realidad mas inmediata, aportando siempre puntos de vista novedosos, salpicados de una fina ironía ya poco común por estos lares. Y, gracias a Dios, con una dosis de mala leche e incorreción política que lo hacen, a mis ojos, mas admirable aún si cabe. Por eso, mi alegría es limpia, fija y da esplendor cuando veo que pasa a formar parte de la Real Academia. Dando pasos así, nos aseguramos de que la Academia sí, empieza a ser bastante real (y no me refiero monárquicamente). Igual tenemos suerte y el grueso del personal, al verlo en el telediario esta noche, empieza a darse cuenta de que existe otra academia aparte de la de Operación Triunfo, y que allí cuidan uno de los tesoros mas importantes que tenemos, las palabras. Me alineo descaradamente con los que defienden tan venerable institución, y desdeño los apelativos de casposa con que se la suele calificar.
¿Han pensado alguna vez que, ubicando en un orden determinado las palabras que están contenidas en el Diccionario de la Real Academia, se pueden escribir todos los libros? También, claro está, sentencias judiciales, notas de abandono, mails rezumantes de amor, tasaciones de viviendas, incluso entradas absurdas en cualquier blog.
Las palabras son piezas de Lego. Ensámblalas como las sientas.

miércoles, 28 de junio de 2006

Vago contrariado

Está documentada científicamente la figura de lo que se llama el zurdo contrariado. Es aquel individuo que, pese a que su forma de asir objetos, escribir y demás acciones relacionadas tendería a realizarlas con la mano izquierda, debido a la represión causada por condicionantes sociales, escolares, etc., se le obligó a hacerlo con la derecha, con lo cual todas estas acciones las suele realizar de una forma poco satisfactoria. Pues bien, yo creo que soy un vago contrariado. Mi auténtica y genuina vocación era la de vago integral, pero algo se torció en mi camino y tuve que abandonar esa primegenia llamada. Me veo metido en ciento cincuenta mil líos, proyectos y demás por mi mala cabeza, por no saber decir no a tiempo. En mi fuero interno se rebela el yo más personal, el vago profesional que día a día voy ahogando más y más. Es una tremenda injusticia, lo sé, y algún día pagaré caro el no haber seguido la llamada de la selva, el no hacer caso a mi fuero interno. Como decía Vargas Llosa en Lituma en los Andes, "visita a tu animal". En mi caso, animal domado, amaestrado, pero más animal que nadie.
Me encantaría levantarme por la mañana y no hacer mucho, sino tan solo aquello que me apetece. Creo que mi pasión por la lectura tiene que ver con que es una de las acciones que podemos emprender y que menos actividad física requieren, proporcionando, por el contrario, infinitas cotas de placer. Nunca he entendido del todo aquellos cuya pasión es el bricolage, la carpintería, la albañilería...con lo bien que se está sentadito, con un libro entre las manos, sin sudar ni nada. Allá cada cual, pero donde esté pasar la tarde en compañía de Juan Marsé, que se me quiten todas las bondades de las nobles artes manuales.
Y otra cosa, parece que se han jugado los mundiales de fútbol en Alemania. ¡A ver para que están los medios de comunicación, jolin, que no nos hemos enterado de nada!. Todo el día los telediarios llenos de reportajes sobre conferencias, exposiciones, presentaciones de libros y luego se dejan las cosas importantes en el tintero. Esto no puede seguir así, ponemos la tele, abrimos el periódico, y lo único son noticias referidas al aburrido mundo cultural. Así no se puede seguir viviendo en este país...Seguro que España está ya en cuartos y tendremos que acudir a los canales extranjeros vía satélite o a Internet para enterarnos...
Busco interesados en formar un equipo de fútbol y echar partidos por correspondencia.

martes, 27 de junio de 2006

Soltando lastre

A la manera de los antiguos viajeros que utilizaban el globo aerostático como medio de transporte, voy aligerando peso según se acercan mis vacaciones y cierro una etapa importante de mi vida. Abandono temporalmente determinadas responsabilidades, hastiado de sentirme rehén de mediocres y emprendo un camino ya conocido pero igual de apasionante que lo fue hace diez años. La agradabilísma sensación que me embarga al saberme despojado de la carga que llegué a tener en los últimos tiempos sobre mis espaldas es inmensa. Por otra parte, cuelga dentro de mí la tristeza que me produce dejar un proyecto a medias, abandonar momentáneamente el trato con personas con las que ha sido un placer trabajar...Pero, de cualquier forma, no le arriendo la ganancia a nadie: ser la cabeza visible de algo termina siendo tan cansado como ser el único que sabe leer en un regimiento de artillería.
Tener la certeza de haber actuado de la manera mas correcta, mas justa y mas coherente es una sensación altamente saciante. La conciencia propia termina siendo el juez mas implacable: todo lo que queda sometido a su valoración no es susceptible de manipulación alguna. Los que padecemos de dificultades para dormir sabemos de que hablo. Que sea el sonido del despertador el que vuelve a levantarme por la mañana es un gran regalo, ya no volveré a estar desvelado desde el alba. O al menos ya no solo por eso. Preocupaciones seguiré teniendo, pero ya empezarán a ser mas democráticas, no la tiranía insómnica de los últimos meses...
Hoy pensaba sobre lo que es realmente importante y lo que no lo es. El ir despejando malezas, machete en mano, ofrece la visión de muchísimos aspectos que las zarzas hasta ahora ocultaban. Encargué libros chilenos hoy a una librería en la que estaré en verano, y la concatenación de pensamientos que me hicieron llegar a ello me hicieron sentirme lúcido y relajado. Soy capaz de disfrutar con las nimiedades que sólo a mí como individuo me satisfacen, esas tonterías que son capaces de levantarnos el espíritu un día o aguarnos la fiesta. Aquellas pequeñas cosas, que diría el maestro barcelonés.
Los libros, uno sobre Bolaño (cada día mas grande) y el otro, un antología poética de Kenneth Rexroth. Antes de tenerlos entre mis manos, han empezado a proporcionarme instantes de dicha. Será difícil que me defrauden, ya me han llenado de mucho simbólicamente.
Me queman estos últimos días, no encuentro aftersun que me alivie.

lunes, 26 de junio de 2006

La gran mentira

Cuando era pequeño, una de las frases que mas se repetía de forma insistente a mi alrededor era aquella de que, cuando creciera, iba a entender muchas cosas que en aquel momento no entendía. Hagan memoria. Seguro que a todos les suena. Terminé asumiendo algo así como que ser pequeño era ser algo así como imbécil, y que, a medida que fuera creciendo, ese embobamiento iría desapareciendo. De esa forma, algún día llegaría a ser un adulto, lo tendría todo claro, no habría fisuras en mis procederes, y me convertiría en un ser maduro. Lo de maduro tenía su gracia, yo no me veía no maduro, es decir verde, por ningún lado, pero claro, como era niño esa era una de las miles de claves que se me escapaban. Aparte de todo esto, ser adulto era ingresar en el selecto grupo de mentes avanzadas, y desde ese momento pasabas a formar parte de un olimpo de mentes priveligiadas que ya me iba a enterar. Ahora ya estoy ahí y, una de dos, o no he madurado nunca, o mis padres fueron unos mentirosos que ríase usted de un político en plena campaña.
Haber crecido no ha servido para tener las claves de nada, todo lo contrario, ha servido para acrecentar dudas. Con los años de quien he aprendido a desconfiar es de aquel que no duda, aquel que lo tiene todo claro. Eso del espíritu elevado aplicado a los adultos no se sostiene ni con los astronautas. La mezquindad y el egoísmo campan a sus anchas en este mundo que hacemos todos juntos todos los días. Las pulsiones que mueven a los niños a agruparse en pandillas, moviéndose únicamente por impulsos, comprueben como son los mismos motores que mueven a los mayores, que nos mueven a todos. Este infantilismo que ha hecho campamento en nuestra mentalidad de hoy en día me parece un síntoma de atraso. Las mujeres y hombres gastan dinero, se internan en mesas de operaciones para no parecer adultos, para seguir siendo siempre jóvenes. Forever young, que cantaban los Alphaville cuando iba al instituto. Los parques de atracciones ya no son un lugar vedado a los niños, todos queremos jugar ahí, hacer de la vida un inmenso parque temático. Hacemos dejación de nuestras libertades como individuos para luego poder reprocharle al Estado que no ha sabido cuidarnos. El ejemplo del que demanda a una multinacional de hamburguesas porque se le cayó un vaso de café encima, y en ninguna parte decía que el café estaba caliente.
¿Para que queríamos crecer y dejar atrás la infancia?¿Sólo para poder llegar tarde a casa por la noche?

domingo, 25 de junio de 2006

Plan de fuga

Cada viaje esconde un plan de fuga en su diseño, un íntimo secreto que sólo el viajero conoce. Ojo, que he dicho el viajero, no el turista, ni el que se desplaza de un sitio a otro. Como bien se sabe, el viaje es la distancia mas larga entre dos puntos. Se ha puesto muy de moda eso de que el mejor viaje es el que va al sitio mas lejano, o sea, que seguimos sin romper tópicos y el tamaño sí que importa. Sin caer en lugares comunes, sería imprescindible rescatar aquellas máximas que nos hablaban del viaje interior y su importancia. No voy a ser yo quien las retome, basta darse un salto por las páginas de los libros escritos por viajeros de pro.
Pobre de aquel que no se haya estremecido al sentir el hormigueo del inicio de la aventura. Deslizarse por el tobogán de la vorágine que supone sentirse en el ojo del huracán, estremecerse ante la hipótetica avalancha de nuevas sensaciones, descubrir, no sin cierto grado de escepticismo, que, cuanto más nos hemos alejado de casa, más nos hemos acercado a nosotros mismos, no es asunto baladí.
Mi mas absoluto desprecio hacia las hordas de turistas que nos invaden, y que tan bien estamos aprendiendo a exportar. Nunca he comprendido como un imbécil de Baviera, pongo por ejemplo, se desplaza a miles de kilómetros de su casa para beber la misma cerveza que en su país, tomar el mismo café y las mismas galletas, escuchar la misma música y ligar con las mismas gachís que podría hacerlo en su pueblo. Claro, está el sol. Aún así, me parece un misterio tal derroche de ignorancia.
A mí precisamente lo que mas me entusiasma de viajar es hacer exactamente lo contrario de lo cotidiano. Nunca se me ocurriría viajar hasta Australia para pedir una cerveza Tropical (marca local), tomarme unas papas arrugadas y ponerme a ver un partido de la Unión Deportiva (enhorabuena, bichillos). Cuando viajo me gusta perderme por las callejuelas, internarme en los mercados, ir a los bares que nunca aparecen en las guías, dejarme llevar por corazonadas e instintos. No me gusta sentirme parte de una horda adocenada.
Toma un tren y bájate en la estación que te venga en gana.

sábado, 24 de junio de 2006

Exilios de uno mismo

Me resultaría imposible anotar cuántas veces he deseado dar una vuelta por ahí y olvidarme de mi mismo, dejarme en casa. Algo así como un viaje astral de esos que preconizan los gurús del nuevo milenio, o nueva era , o como demonios se llamen, pero alejándolos de toda esa parafernalia del autoconocimiento. Me gustaría hacerlo simplemente con la sana y noble intención de pasarlo bien, de mirarme con un cierto grado de distancia. Sería espectacular el colarse en el vestuario de la Convención Anual de Animadoras de Baloncesto de Baltimore, asistir a reuniones de enemigos donde se traten monográfica y extensamente tesis sobre nuestra persona, ver de manera absolutamente gratuita todo aquello que se me antojara, entrar en la vedada intimidad de todos aquellos que siempre nos han llamado la atención...Aunque creo que lo mejor de lo mejor sería tener la capacidad de verme desde fuera, tener el privilegio de ver la imagen que proyectamos al exterior contrastada con todo lo que nosotros sabemos acerca de nosotros mismos, y que no estamos dispuestos a compartir con nadie, vivir ese contraste tan radical. ¿Qué imagen proyectamos de nosotros mismos?¿En que porcentaje esa imagen coincide con la que nosotros, consciente o inconscientemente, queremos propulsar al exterior?No me creo, nunca he creído la zarandaja esa de que "a mi no me importa lo que los demás piensen de mí". Después de los tests de inteligencia y su aplicación práctica en los métodos de selección de personal, esa es la mayor mentira que hay en todo Occidente. Puede que puntualmente no te importen determinados comentarios de determinadas personas, puede que te importe tres docenas de rábanos la opinión de todo el mundo en un momento puntual (sobre todo si te has metido en el cuerpo una botella de ginebra y estás con la bragueta abierta y vas bailando la conga con otro indocumentado como tú por la calle peatonal mas importante de tu ciudad), pero eso no se sostiene todo el tiempo. Claro que, en mayor o menor medida, eso nos importa.
Ese sería el mayor placer. Descubrir como me caigo a mi mismo si me encontrara por la calle y fuésemos presentados. Y por un amigo común, para rizar el rizo.
Estos días, se ha venido a mi biblioteca a acompañarme W.H. Auden, con su Canción de cuna y otros poemas. Como en tantas otras ocasiones, parece que en lugar de leer me doy friegas de árnica sobre articulaciones doloridas. Debería valorarse concienzudamente eso de que algunos médicos recetasen poesía para ciertos dolores. No los aliviarían, pero ayudarían sobradamente a atemperarlos.

viernes, 23 de junio de 2006

Volver

El asesino siempre vuelve a la escena del crimen, reza un dogma que se repite cansinamente en cualquier manual de detectives. Regresar a aquellos sitios donde uno ha sido muy feliz o muy triste, o ambas cosas a la vez, no dejan indiferente a nadie, por muy amaestrado que se esté. Hoy he vuelto a uno de esos sitios, y me he sentido como el perro perdiguero al que se lleva al monte por primera vez en temporada de caza. Vamos, que sólo me faltó levantar la pata y marcar mi territorio. Muchas cosas cambiadas de sitio, nuevas caras, ubicaciones novedosas para objetos que parecían inamovibles. Mis sentidos permanecían alerta, intentando captar nuevos olores, creo que casi estuve a punto de convertirme en una antena parábolica, captando todas las ondas a mi alrededor. Sensaciones eléctricas que me apabullan de vez en cuando, cuando tengo la pausa suficiente para parar y analizar con todos mis sentidos lo que ocurre a mi alrededor. Ahora que empiezo a acometer antiguas tareas pero con diferentes expectativas, este tipo de percepciones me incitan a seguir adelante, a buscar nuevos pulmones con los que respirar el aire de siempre.
Se abre un nuevo mundo ante mis ojos. Me apetece mirarme hacia adentro a ver si cuento con el combustible necesario. No sé si pedir hora en la ITV para mí mismo. O tal vez avisar a los TEDAX para que desactiven la bomba que llevo dentro.
Creo que aprovecharé la hoguera de esta noche para empezar a quemar algunos objetos inservibles. Tengo tantos que ya no sé dónde ubicarlos. No, no me refiero al látigo y las esposas, no te preocupes. Son mucho mas inflamables.

jueves, 22 de junio de 2006

Sueño con manzanas

La forma redondeada de las manzanas siempre me recuerda a tí. Aún ahora mantengo la duda de si alguna vez llegamos a entendernos realmente, o si lo único que terminamos haciendo fue firmar un pacto de no agresión, simplemente. Realmente no agredirnos es un deporte francamente placentero, yo diría que por encima incluso de jugar al hockey sobre coles de bruselas. Mis palabras fueron siempre las que abrieron caminos, pero también terminaron siendo las que sobornaron al conductor del tren que nos llevaba, conminándolo a dejarnos a cada uno en una estación diferente.
Hablar a solas termina siendo tarea de locos, dicen. Habría que pensar cual sería, entonces, una forma eficaz de sacar los demonios internos que nos carcomen. Algunos solventan el problema entrando en un Macdonalds de Wisconsin, recortada en mano y repartiendo invitaciones a una temporada en el purgatorio. Yo casi prefiero jugar a seguir imaginando como habría sido todo si hubiera hecho cambios en la alineación del partido. Sabes de sobra que sigo siendo el tipo que mas tiempo dedica a elucubrar de toda la Comunidad Autónoma(¿te acuerdas cuando te conté que cuando oí por primera vez la palabra elucubrar pensaba que era sinónimo de eyacular? Pues nada, que ya aprendí la diferencia y que el verbo lo he colocado bien esta vez en la frase)
Pero sí, sueño en los últimos días con manzanas, y sé que es soñar contigo. No con melones, ni afortunadamente, con peras. Con dulces manzanas que me recuerdan a tí, a Newton y la pecadora Eva.

miércoles, 21 de junio de 2006

Préstamo de palabras

Cedo la palabra hoy a Carlos Zanón, en un poema delicioso que he sacado de su libro Algunas maneras de olvidar a Gengis Khan.
LA EXTINCIÓN DEL DINOSAURIO
Siglos ha, dicen en televisión,
cayó del cielo un gran meterorito.
Mares y cumbres hirvieron,
la tierra se abría una y otra vez:
terremotos, cataclismos, ciclones.
Siglos ha, una montaña de lava,
cayó del cielo y en horas
fulminó bestias, monstruos y océanos
hasta aniquilar todo lo vivo.
Sin embargo, aún hay gente ociosa,
sabios de aquí y de más allá
que no acaban de admitir todo esto.
¿Cómo se puede dudar de algo así...?
estas cosas pasan mas a menudo
de lo que la gente cree...
¿Verdad, cariño?
Para todos aquellos que sientan tormentas y cataclismos dentro, algunas palabras encierran a veces múltiples esquinas que, al chocar con nosotros, pueden producirnos heridas, por lo que es conveniente no moverlas en exceso. Entre otras muchas cosas, para eso sirve la poesía, para utilizar palabras de otros, "gastadas tibiamente", y aislar determinados aspectos punzantes. O hacerlos mas grandes, vaya usted a saber.
Y hoy podía hablar de un libro maravilloso que he comprado, de planes de escapada hacia paraísos posibles, de lo lacrimoso que puedo ponerme según alguien, de lo bien que salen algunas cosas en mi entorno laboral, de como el tiempo me dará la razón en alguna apuesta que he hecho...
Pero hoy sólo me salía pedir prestadas palabras a otros para hablar yo.

martes, 20 de junio de 2006

De rencores y otros sentimientos adversos

Al contrario del pensamiento común y único que parece cada día apolillarnos más y más, me manifiesto claramente a favor de un reconocimiento público y social del odio, del más absoluto desprecio. De entrada, reconozco como más positivo sentirse inundado de amor, de aprecios, de querencias y sentires que rezumen bonhomía; más, cuando estos fallan, amigo mío, nada mejor que sumergirse en el lodazal del aborrecimiento, de la repugnancia. En pocas ocasiones me he sentido mejor que cuando la vida se justifica poniéndome a tiro el culpable a mis ojos de algún mal soportado. Sé que esto suena impopular, que debería estar reñido con un espíritu abierto y sensible, pero no puedo/no quiero evitarlo. Cuando hemos llegado al límite de aguante, cuando hemos cruzado líneas que nunca nos hubieran resultado susceptibles de ser vulneradas, creo justificada la explosión de ira. El único límite para mí es la agresión física, intolerable. Y, por supuesto, calibrar de antemano con quien se va a llevar a cabo el rebote de aúpa. Cuidado cuando entran en conflicto pasiones y rencores. Pero, por lo demás, me parece absolutamente necesario que de una vez por todas arrinconemos esa visión del conflicto dialéctico como algo desterrable.
Entre otras cosas, hoy he visto como en un juicio a unos seres chulescos, dignos representantes de la palabrería con más tintes tabernarios y trasnochados que conozco, han sido increpados por la hermana de su víctima. Me ha encantado, y lo digo con la boca llena, como les ha gritado en su cara. Creo que la única satisfacción que habrá tenido en todos estos años con respecto a la suerte de su hermano se le ha brindado hoy la justicia, aunque hayan terminado expulsados de la sala. El juicio para mí ha terminado. Cada uno ha tomado la posición en el campo que ha considerado conveniente y el resto de nosotros, como sociedad civil, hemos tomado nota. Enhorabuena, Mª del Mar.
De aquí, por favor, que no se infieran conclusiones aplicables a otros procesos políticos. Simplemente quería decir algo con respecto al final de algo que ocurrió hace años y que conmovió a este país de arriba a abajo.
Sigo con los Diarios de John Cheever, que me parecen de una altura destacable. Tengo la sensación de estar leyéndolos no con los ojos, sino como si pusiera un fonendoscopio en el alma del escritor norteamericano. En el fondo, todos tenemos un arsenal en nuestro interior, una santabárbara que puede explotar en cualquier momento. Este libro es muy ilustrativo de como la vida de cada uno puede ser muy diferente dependiendo si miramos de la piel del individuo hacia adentro o hacia afuera.
Cuando termino de redactar estas palabras, la zozobra suele venir a acampar en mi alma. Busco algún retén forestal que me haga encontrar la vereda de los actos innecesarios, pero radicalmente imprescindibles, regados de majestuosidad. Algo apto sólo para iniciados.

lunes, 19 de junio de 2006

Cápsulas de felicidad

Tengo un cuaderno de tapas negras donde anoto impresiones, algunas mas concretas, otras mas abstractas. Repasándola en estos últimos días me dí cuenta de que el contenido mas repetido tenía que ver con la búsqueda constante de la felicidad. Asumiendo que la felicidad no es un estado permanente, es más, sí así lo fuera, seguramente dejaría de llamarse felicidad, al no tener con qué contrastarlo, creo que ando más a la búsqueda de esos momentos donde nos asalta de golpe, sin haber sido previamente citada. Como el navajero que te espera a la salida del cajero, en ocasiones me encuentro con perlas que contribuyen a modificar por completo mi estado de ánimo. No responden a un patrón, van desde lo mas nimio a lo más sofisticado, de lo mas irreal a lo más palpable.
Responden a este esquema momentos estelares, y, seguramente, ahora que los enumero, resultarán ridículos. Lo sé, pero son los míos. Entiendo perfectamente que un tipo se le salga el corazón de la caja torácica en una concentración de tunning automovilístico, pero debo reconocer que a mí esos encantos le seducen tanto como a un analfabeto un tratado de economía agraria de Turkemistán. No por ello me resulta censurable, al contrario. A mí no me interesa ni el tunning ni la economía.
A mí me pierde llevar un libro bajo el brazo y esperar a llegar a casa para empezar a devorarlo. Abrir mi buzón, el de casa, y ver que hay cartas manuscritas con mi nombre, aún en estos días tan cibernéticos. Escuchar una canción que hacía siglos que no oía y ver que sigue poniéndome la piel de gallina. Ver mi cuarto con tantos objetos que se han ido acumulando a lo largo de años, todos tan llenos de significados. Oír a mi hija contándome una historia, cuanto mas banal mas importante. El momento glorioso de aterrizar en el aeropuerto de destino al iniciar las vacaciones. El momento de aterrizar en casa después de finalizado el viaje. El olor de las estaciones de tren , sus sonidos, que en Canarias nos parecen menos familiares simplemente porque no hay tren. Descubrir el deseo en sus ojos. Dejar que las palabras nos sigan llevando a mundos por nosotros inventados. Encontrar oídos que sigan creyendo en esos mundos. Pensar en mandar naves a esos mundos para repoblarlos.
Tener ganas de contar, de hablar, de seguir levantando acta día a día del hecho de estar vivos. Ese es el milagro de la rutina. Todo lo demás, artilugios de escape, fuegos artificiales.

domingo, 18 de junio de 2006

Desde la piscina

Andaba hoy zambulléndome en la piscina, y siempre recuerdo una secuencia de una película para mí fundamental, El graduado. Aparte de una banda sonora excepcional de Simon & Garfunkel, y una interpretación magistral de Dustin Hoffman y Anne Bancroft, hay una serie de diálogos que tienen una fuerza insuperable. La secuencia a la que me refiero es muy simple, el personaje que interpreta Dustin H. está tumbado en una colchoneta en la piscina, y se oye la voz en off de su padre que le pregunta:
-¿Qué haces, Benjamin?
-Voy aquí, a la deriva, en la piscina
-¿Y por qué vas a la deriva en la piscina?
-Porque es muy fácil dejarse ir a la deriva en la piscina...
Las piscinas son lugares privilegiados para dejarse llevar, si no a la deriva, si para pensar, y recapacitar, y regurgitar ideas, y mascar rencores, y planear asaltos a castillos. El maravilloso contador de historias argentino que es Rodrigo Fresán pone las cosas en su sitio y nos cuenta la importancia que tienen las piscinas en nuestro mundo actual en su libro La velocidad de las cosas (aún me electriza recordar este libro, impactante en grado sumo). Y es al borde de una piscina donde uno descubre lo sublime de la existencia, lo pérfido de la misma. Vuelvo a constatar que lo que entendemos como vida no es ni más ni menos que eso, un magma donde bullen a partes iguales alegrías y desesperanzas, miserias y grandezas.
¿Y para eso vas a la piscina?, podrán preguntarse, no exentos de razón. Pues sí, aparte para bañarme, tomar el sol, ser un poco hedonista. Mi mente no para de darle vueltas a lo que ocurre alrededor, y ese es el gran enigma en el que me sumerjo. ¿No le ocurre éso al resto de la humanidad?Es decir, cuando realmente estamos relajados, sin hacer nada, supuestamente, ¿no será ese momento cuando mas cosas estamos haciendo?. ¿Es posible realmente estar sin hacer nada?. Yo no puedo.
"Como la piel del agua en la piscina,
una noche de luna, es la poesía"
Joan Margarit
"Cálculo de estructuras"
O quizá sea solamente eso. Como en tantas otras ocasiones, vienen unos versos a explicarme cosas de mí que ni yo mismo entendía.

sábado, 17 de junio de 2006

Decepciones

Ando últimamente algo decepcionado con la especie humana, subespecie gente cercana a mí. Parece que nos hemos instalado todos en aquella terrible frase, egoísta e insolodiaria de "tu problema es tu problema, no el mío", o, a lo peor, con una solidaridad gastada, tibia, carente de valor. La misma que desplegamos cuando vemos los que mueren en las pateras cruzando el océano, "pobrecitos", y seguimos a nuestros quehaceres. Analizar esta situación, aplicándola a mi y al momento en el que estoy inmerso, es francamente doloroso. Creo que lo que mas me hace daño y me hiere es esta suerte de memez social en el que nos hemos visto envueltos, donde vivimos en compartimentos emocionales completamente estancos. No parece haber lugar para el dar un paso adelante, el distinguirse de los demás. La consigna, no escrita pero asumida por todos es "no te metas en problemas".
Y así nos va, causandonos mas problemas por no atajarlos a tiempo, por no ser eficaces emocionalmente, salvo si lo hacemos a tiempo parcial.
Estoy por crear una Brigada Afectuosa Social. Voluntarios, simpatizantes y aficción en general, nos vemos en las barricadas de lo cotidiano. Ahí se dirimen las luchas mas encarnizadas de hoy en día.
(Hoy estuve pensando en los días que hemos sido tan felices. Nunca se borrarán.Necesito acorazarme con sensaciones vertiginosas que me mareen)

viernes, 16 de junio de 2006

Prefiero la poesía

Una de las veces que mejor me definieron fue en una ocasión que había quedado con mi madre en una librería que frecuento en Las Palmas de Gran Canaria. No me vió al entrar, yo había salido y, tratando de buscarme, le preguntó al dependiente por mí. "¿Un chico que compra poesía?", le respondió el empleado. Juro que cuando me fue contada dicha anécdota creo que llegué a levitar. Que ese fuera el rasgo distintivo con el que alguien se acuerda de una persona me pareció sublime. "El que compra poesía", me pareció una forma muy literaria de otorgarme un apodo, que, como todos bien sabemos, no se tiene, se gana. Imposible no asociarlo al nombre que le dieron los habitantes de Samoa a R.L. Stevenson, "Tusitala", que significa "el que cuenta cuentos".
Me gusta la poesía, me apasiona leerla, deglutirla, digerirla. Creo que el proceso de atrapar un poema tiene algo de lectura a la luz de la hoguera en una acampada. Es algo misterioso, algo que se escapa a todo proceso lógico. Necesito leerlo de un tirón, si es en voz alta mejor (lógicamente, a solas en casa. Hacerlo en el Metro, por ejemplo, puede ser vanidosamente estúpido). Cuando llego al final, descubro si necesito leerlo de nuevo otra vez, volver al inicio, subrayar alguna palabra o grupo de ellas. Es decir, va creciendo dentro de mí. O no. A veces ocurre que el que no me atrapó en un principio, vuelve a mis dominios pasado el tiempo y descubro en él aspectos que no me llamaron la atención. Eso es casi lo que mas me gusta de la poesía, descubrir cuan poliédrica puede llegar a ser. Está llena de significados, no hay uno solo. Considero un error lo que a veces enseñamos en las escuelas como interpretación de los poemas, dando por sentado que hay solo una. No es cierto. Hay tantas como lectores tiene ese poema. Decía uno de mis poetas predilectos, Jaime Gil de Biedma, "mi imagen de la poesía no es la de una persona escribiéndola, sino la de alguien leyéndola...el lector es el otro término fundamental de la relación literaria: sin él hay poema, pero no hay poesía". Y otro aspecto para mí fundamental, no es necesario entender el poema. ¿Qué es lo que hay que entender? Percibir, captar, aprehender, ese es mi objetivo como lector de poesía.
Los poemas que nos gustan pocas veces nos gustan por razones exclusivamente literarias, dice el asturiano Martín López-Vega. La poesía es otra cosa, al menos en mi caso se hunde en acontecimientos ligados a mi yo mas íntimo, aquel que ni yo mismo muchas veces entiendo. La capacidad de estremecerme que me han brindado muchos poemas a lo largo de mi vida no lo he conseguido con casi ninguna otra manifestación artística, excepción hecha de algunas canciones. Sumergirme en un poema, zambullirme de cabeza en él sigue siendo espectacular.
Con que inmenso placer descubro que aquel verso que acabo de leer transmite a la perfección todo lo que yo sentía , que ha sido capaz de ordenar mis sentimientos, ubicarlos de alguna manera en mi cabeza y en mi corazón, como si se tratase de las piezas de un mecano que andaban dispersas en el suelo y que alguien se ha molestado en agrupar correctamente, dándoles vida...
Y en el capítulo de las recomendaciones, "El peso de los puentes", de Javier Cánaves (DVD Ediciones). Y si no lo encuentran, cualquier otro de los suyos (en Editorial Hiperión hay dos muy recomendables). Si lo que dibuja con precisión quirúrgica en sus líneas el poeta mallorquín no les traspasa, les invito a cualquiera de ustedes a una caña y un pincho de tortilla. Acérquense a ella, les puedo asegurar que no les dejará impávidos.
Como última recomendación de este tipo nada recomendable que les escribe, olvídense de poetas declamando con la mano en el pecho (gracias, Elena Medel, por la imagen tan gráfica), gente estirada y cursi, decimonónica. La poesía no es sólo eso. Es mucho mas simple. Habla de tí y de mí, de lo que te ata al mundo y de lo que desprecias de él, de lo que sientes o de lo que podrías ser capaz de sentir, o de lo que nunca sentirás.
En ocasiones leer un poema es como haberse tragado un espejo y mirar hacia adentro, a ver que se refleja.

jueves, 15 de junio de 2006

Objeción de conciencia

Pocas cosas en mi vida han tenido un nombre tan hermoso como ese, al tiempo que tan presuntuoso. En honor a la verdad, he de reconocer que a mí me gusta la sencillez mezclada con cierta dosis de ampulosidad, sobre todo en lo referido a las palabras, a la expresión de emociones. Eso suena tan absurdo como decir que me gusta la castidad y la lujuria, el dormir y el desvelarse, el Barcelona y el Madrid, Pepsi Cola y Coca Cola, Ying y Yang, Eros y Tánatos. Pues aunque suene absurdo, así es (bueno lo del fútbol no, pero no iba a fastidiar una enumeracón así como así). Soy tan humano como la contradicción, que diría San Agustín de Hipona. O no, le enmendaría yo la plana al venerable padre.
A lo que iba, que se me va el santo al cielo (claro, se mete San Agustín por medio y ya la hemos liado). Decidí hacerme objetor por la misma razón que nos hicimos todos los de mi quinta, es decir, hacer mutis por el foro cuando nos llamaran a vestirnos de caqui y a ponernos en fila a ensayar el paso de la oca. A algunos ya nos venía un poco largo el meternos ahí, lo habíamos ido postergando a base de prórrogas infinitas y pensábamos que se iban a olvidar de nosotros. Leches que se olvidaron. Cuando me tocó currar de gratis, estilo panoli, me supo tan bien como meterse un vodka en ayunas una mañana de resaca. Aún así, aguanté el tirón, he de reconocer que en la noble institución donde cumplí este servicio se portaron de maravilla conmigo, haciendo la vista gorda en multitud de ocasiones. Como agradecimiento, no diré el nombre de tan noble lugar, alejando así de ellos el temor de que mi persona se pueda ver asociada a su noble proceder...
Pero lo mejor de todo fue tener un carné donde apareciera mi nombre y apellidos, mi cara, y se me reconociera oficialmente como objetor. Hombre, puestos a pedir, me hubiera gustado más tener el carné de "objeto", acompañado del adjetivo "sexual", y con destino en la Colonia Veraniega de Adolescentes Noruegas Casquivanas, pero no puedo ser. Ser objetor se convirtió, para mí, en algo muy importante. Objetaba algo oficialmente, algo había por ahí que no me gustaba, y en cierta forma (muy cómoda, eso sí), quedaba constancia oficial de ello. Además, me hacía mucha gracia aquello de que nos llamasen objetores "de conveniencia". Pues claro que sí, pardillos. Te ofrecían ir a la mili o no, y vosotros decías que sí. Hay que ser pringaos.
Hoy por hoy me gusta sentir que sigo siendo bastante objetor a ciertas formas, usos y costumbres. Hay miles de procederes que desprecio, actuaciones que me parecen abominables, opiniones que son execrables bajo mi punto de vista, y que voy a seguir diciendo todo lo alto que pueda para, por lo menos, no quedarme con la sensación de haber sido corresponsable con mi silencio cómplice. No puedo tener la boca callada, el pico cerrado, siempre fui el prototipo de alumno que levantaba la mano en clase, el imbécil que cuando todo el mundo está deseando largarse empieza a hablar en voz alta y vuelve a levantar la liebre.
Por quedarnos mudos perdemos lo que mas nos importa, perdemos el amor de aquellos que nos lo regalaron sin pedir nada a cambio, perdemos complicidades que han contribuído a hacer de nuestros días algo mas que la sucesión monótona de horas entre que nos levantamos y nos vamos a dormir. Seamos arquitectos de sueños, objete nuestra conciencia la gris realidad y vayamos en pos de utopías inalcanzables. Entenderemos entonces por que Kavafis nos decía que Ítaca nos había regalado un viaje, no un destino. Embarquémonos juntos, yo llevo comida para la travesía.

miércoles, 14 de junio de 2006

El valor terapéutico de la cocina

Para algunos, cocinar es una obligación terrible, un suplicio al que se entregan con tanta ilusión como un hincha de fútbol a un Seminario sobre Hermenéutica. Otros lo ven como lugar para sus fantasías, émulos incansables de la versión mas moderna de "El cartero siempre llama dos veces". Algunos, entre los que me cuento, encontramos al quedarnos en una cocina con un placer largamente esperado, una especie de alquimia que nos sigue fascinando. Creo que más que cocinar nos gusta que nos digan que está todo muy rico, que hay que ver que bien nos queda tal o cual plato, y, sobre todo, sentirlo. Sentir que es sincero lo que nos dicen en cocina es muy fácil, no es preciso utilizar máquina de la verdad. Creo que es científicamente imposible que alguien diga que le ha gustado algo que tiene ese momento en la boca, cuando en el fondo le está repugnando. Hagan la prueba. Es casi tan poco probable como estornudar con los ojos abiertos. Prueben.
A mí me relaja muchísimo. Me encanta cocinar para otros. Para otros que aprecien la cocina, claro. Si recuerdan "Como agua para chocolate", se producía en el libro de Laura Esquivel una especie de catarsis entre la cocinera y aquel al que iban dirigidos los platos. Un gazpacho, una vichysoisse, unas huevas a la vinagreta (se nota que estoy en el sur, ¿eh?, platos fresquitos) pueden ser un perfecto soneto, un aria majestuosa, un óleo fastuoso. De la elección de materias primas podría decirse que es similar al artista que busca componentes exactos y precisos para su obra, donde cada componenete tiene una función única e insustituible.
Y, sobre todo, es que no entiendo hacer las tareas mas cotidianas sin un ápice de entusiasmo, de creatividad. Nada me gustaría más que servirte un vaso de gazpacho que acabo de terminar de hacer, sí, a tí, que estás leyendo ésto. Que pena que todavía no se pueda uno bajara exquisiteces culinarias por la red, que si pudiera, te mandaba un archivo encriptado con una fiambrera llena hasta arriba. Con su vinagre de manzana, no lo olvides.

martes, 13 de junio de 2006

Lo que a veces querría ser

Venía hoy de la playa a casa conduciendo y mi mente se iba alejando (¿alguien sabe si con el carné de puntos ésto está severamente penalizado?). Pensaba en ser uno de esos tipos que va con un descapotable de los que quitan el hipo, en plena Costa Azul y con una mujer tipo Audrey Hepburn a su lado, con su pañuelito a lunares en el pelo, comprobando si era cierto la aseveración aquella de que para enfriar una botella de champagne francés, la mejor manera era envolverla en papel de periódico mojado y atravesar la carretera que conduce a Montecarlo a todo trapo con la capota bajada. Ésto parece el típico contrasentido, pienso siempre, si tan millonario es el menda en cuestión, no sé porque tiene que preocuparse él en enfriar el espumoso. ¿No sabe que lo puede comprar ya frío?Ah, claro, es que no hay Veinticuatrohoras delicatessen...
Eso me llevó a pensar en todos aquellos en los que siempre deseé convertirme. El primero sería sin duda el mamón aquel que se fue con la chica que tanto me gustaba cuando estaba en octavo (Peláez, no me he olvidado de tu cara). Aquel que dijo la frase aquella tan genial, tan que parecía preparada de antemano en aquella cena, y que luego estuvo brillante hasta el amanecer. El escritor que logró conmoverme hasta el tuétano con aquel verso tan bien ubicado, con ese uso tan preciso que hizo del lenguaje. La chica aquella que publica fotos en su fotolog, que escribe, que dibuja, que tiene planes, que canta, porque es un prodigio de sensibilidad y acercarse a su mundo es irse de safari. El maestro que logró transmitirme aquella curiosidad tan innata por el arte, por la pintura. La madre que ví una vez en el Museo de Prado y que se puso de perfil para que su bebé, que llevaba en una mochila delantera, pudiera disfrutar de un cuadro de Rubens. El portero del cine que hizo la vista gorda un día y me dejó pasar a ver una peli no autorizada.Viktor Laszlo pidiendo en "Casablanca" que tocaran La Marsellesa, que tocaran La Marsellesa.El librero de aquella maravillosa librería del centro de Pontevedra ("Michelena", si pasan por allí, sería un pecado de lesa majestad no rendirle visita), que parece conocer a todos los escritores, todas las editoriales, todos los libros...
Luego me doy cuenta de que es todo mentira, vanidad de vanidades, como dice la Biblia. O envidia cochina, como dice mi padre.

lunes, 12 de junio de 2006

Utilidad de un diccionario

Redolor, agudeza, sufrimiento, aflicción, daño, reliquia, pena, tormento, suplicio,nana, pupa, punzadura, punzada, cimbrón, ramalazo, rayo, clavo, agujetas, miodinia, pleurodinia, descoyunto, entuertos... (Del Diccionario ideológico de la lengua española, de Julio Casares).
Para aquellos que me preguntan el porqué de tener en mi biblioteca tres o cuatro diccionarios, a cual mejor, ésta es una de las respuestas posibles, de las múltiples que tengo. Porque me sirve para ver que me pasa, para ponerle el nombre exacto a lo que siento. Porque necesito nombrar las cosas.
Y porque , en días como éstos, todo se me cae pesadamente en mis espaldas, y estoy por sentirme como los habitantes de Pompeya cuando se les vino el volcán encima, y anegó todas sus propiedades e incluso a ellos mismos, y hoy permanecen como absurdas estatuas impávidas.
Y hay un dolor terrible y lacerante que crece con los días: sentir que lo que habíamos previsto como vida se tuerce, y terminamos tomando decisones que nos precipitan a abismos de insatisfacción. ¿Dónde nos equivocamos?.
Les dejo. Voy a consultar acepciones para "herido".

domingo, 11 de junio de 2006

Sobre la necesidad de lágrimas

Cuando recibí el mazazo, supe que iba a llorar hasta quedarme seco por dentro. Realmente nunca había sido un tipo excesivamente lacrimoso; más allá de algún desplante absurdo, y las típicas lágrimas vertidas en aeropuertos como tarjeta de embarque al despedir a aquella novia que tanto, tanto quisimos, no habían sido nunca demasiado necesarias, demasiado presentes. Todo cambió cuando tuve que enfrentarme a un diagnóstico terrible de alguien con quien había estado compartiendo vino, comida y trabajo, con quien había generado mucho, mucho afecto. Recuerdo aquel año como una contínua sangría de lágrimas, terribles, acosándome en cualquier lugar, al ir en el coche, al enfrentarme a situaciones completamente alejadas de aquel foco de dolor. Cuando todo concluyó de la peor manera posible, cesaron durante un tiempo. Creo que, con toda seguridad, acudieron a algún congreso a formarse y a fortalecerse. Descubrieron que era más eficaz no hacer acto de presencia con demasiada prodigalidad, era más rentable espaciar sus visitas y, así golpear con más fiereza, cuando el tipo cuya función era verterlas mas seguro se encontrase, mas convencido de que ya no volverían más.
Y así se dió el caso de ver, en la trasera de una antiquísima iglesia situada en el casco viejo de una ciudad del norte, como un hombre, vestido con traje, corbata y una bolsa llena de libros recién comprados, derramaba lágrimas sin poder detenerlas, sin querer detenerlas. Y como sintió que ese era el dolor mas terrible que jamás había sentido, no haber podido estar al lado de quienes hubieran compartido con él ese momento tan excesivo, tan al borde de si mismo. Y se sintió solo, pero eso ya no podía molestarle.

sábado, 10 de junio de 2006

Libros y besos

Casi, casi una de las mejores maneras que conozco de iniciar un sábado por la mañana es dedicar unas horas a bucear por librerías. Ésto, en mi caso, es aplicable no solo a los sábados por la mañana, sino a los jueves por la tarde, los miércoles a las siete o los lunes a las doce. Me encanta andar entre libros, tocarlos, ver como pugnan unos al lado de otros en las estanterías. El hecho de arriesgarme, de llevarme uno de ellos a casa sin tener ninguna referencia del autor, simplemente porque hubo algo que sí, que me pareció extraño, motivador, sugerente...Hoy he tenido la suerte de encontrarme con los Diarios de John Cheever. Es lo primero que leeré de él (Dios mío, cuantos buenos libros me quedan todavía por leer), pero hubo un acto de sorpresa que ni yo mismo consigo aislar. Mi intención era la de llevarme otro de un grande, Chesterton, pero un soplo me hizo cambiar de rumbo en el último momento. Con ésto no quiero decir que el libro adquirido me vaya a entusiasmar, aún no lo sé. Lo que me interesaba apuntar es el proceso en sí del momento de adquirirlo, que sigue teniendo, al menos para mí, algo inaprensible, pero que me estimula profundamente.
Y de los besos, que decir de ellos. La asociación de ideas era más que evidente. Hay besos que forman parte de nuestras vidas, otros se han perdido en el olvido...Casi tan bueno como leer un buen libro es dar o recibir un buen atracón de besos, artesanales.
Y ya sé que el símil está un poco cogido por los pelos, pero es que me apetecía mucho hoy hablar de libros y besos, y no sabía como hacerlo. Las librerías me huelen a besos que aún no he recibido.

viernes, 9 de junio de 2006

Allá vamos

Pues nada, allá vamos. A ponerse los cinturones, hablad con el conductor siempre que os venga en gana y, por favor, ahorraos las críticas perversas. Nada de estupideces del tipo,"sed sinceros", "decidme lo que de verdad os parece todo","no os cortéis conmigo". Conmigo, todo lo contrario. Ya estoy cansado de tanta realidad. Necesito que me mimen, incluso pagando, si fuera preciso. Ofertas, dejadlas en el correo.
Oye, un placer,pasad y tomamos algo.
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