domingo, 25 de junio de 2006

Plan de fuga

Cada viaje esconde un plan de fuga en su diseño, un íntimo secreto que sólo el viajero conoce. Ojo, que he dicho el viajero, no el turista, ni el que se desplaza de un sitio a otro. Como bien se sabe, el viaje es la distancia mas larga entre dos puntos. Se ha puesto muy de moda eso de que el mejor viaje es el que va al sitio mas lejano, o sea, que seguimos sin romper tópicos y el tamaño sí que importa. Sin caer en lugares comunes, sería imprescindible rescatar aquellas máximas que nos hablaban del viaje interior y su importancia. No voy a ser yo quien las retome, basta darse un salto por las páginas de los libros escritos por viajeros de pro.
Pobre de aquel que no se haya estremecido al sentir el hormigueo del inicio de la aventura. Deslizarse por el tobogán de la vorágine que supone sentirse en el ojo del huracán, estremecerse ante la hipótetica avalancha de nuevas sensaciones, descubrir, no sin cierto grado de escepticismo, que, cuanto más nos hemos alejado de casa, más nos hemos acercado a nosotros mismos, no es asunto baladí.
Mi mas absoluto desprecio hacia las hordas de turistas que nos invaden, y que tan bien estamos aprendiendo a exportar. Nunca he comprendido como un imbécil de Baviera, pongo por ejemplo, se desplaza a miles de kilómetros de su casa para beber la misma cerveza que en su país, tomar el mismo café y las mismas galletas, escuchar la misma música y ligar con las mismas gachís que podría hacerlo en su pueblo. Claro, está el sol. Aún así, me parece un misterio tal derroche de ignorancia.
A mí precisamente lo que mas me entusiasma de viajar es hacer exactamente lo contrario de lo cotidiano. Nunca se me ocurriría viajar hasta Australia para pedir una cerveza Tropical (marca local), tomarme unas papas arrugadas y ponerme a ver un partido de la Unión Deportiva (enhorabuena, bichillos). Cuando viajo me gusta perderme por las callejuelas, internarme en los mercados, ir a los bares que nunca aparecen en las guías, dejarme llevar por corazonadas e instintos. No me gusta sentirme parte de una horda adocenada.
Toma un tren y bájate en la estación que te venga en gana.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Tampoco encuentro el interruptor, menos aún en un domingo asqueroso. Me alimento todavía de imágenes difusas y de manos desobedientes.

26 junio, 2006 00:17  

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