lunes, 26 de junio de 2006

La gran mentira

Cuando era pequeño, una de las frases que mas se repetía de forma insistente a mi alrededor era aquella de que, cuando creciera, iba a entender muchas cosas que en aquel momento no entendía. Hagan memoria. Seguro que a todos les suena. Terminé asumiendo algo así como que ser pequeño era ser algo así como imbécil, y que, a medida que fuera creciendo, ese embobamiento iría desapareciendo. De esa forma, algún día llegaría a ser un adulto, lo tendría todo claro, no habría fisuras en mis procederes, y me convertiría en un ser maduro. Lo de maduro tenía su gracia, yo no me veía no maduro, es decir verde, por ningún lado, pero claro, como era niño esa era una de las miles de claves que se me escapaban. Aparte de todo esto, ser adulto era ingresar en el selecto grupo de mentes avanzadas, y desde ese momento pasabas a formar parte de un olimpo de mentes priveligiadas que ya me iba a enterar. Ahora ya estoy ahí y, una de dos, o no he madurado nunca, o mis padres fueron unos mentirosos que ríase usted de un político en plena campaña.
Haber crecido no ha servido para tener las claves de nada, todo lo contrario, ha servido para acrecentar dudas. Con los años de quien he aprendido a desconfiar es de aquel que no duda, aquel que lo tiene todo claro. Eso del espíritu elevado aplicado a los adultos no se sostiene ni con los astronautas. La mezquindad y el egoísmo campan a sus anchas en este mundo que hacemos todos juntos todos los días. Las pulsiones que mueven a los niños a agruparse en pandillas, moviéndose únicamente por impulsos, comprueben como son los mismos motores que mueven a los mayores, que nos mueven a todos. Este infantilismo que ha hecho campamento en nuestra mentalidad de hoy en día me parece un síntoma de atraso. Las mujeres y hombres gastan dinero, se internan en mesas de operaciones para no parecer adultos, para seguir siendo siempre jóvenes. Forever young, que cantaban los Alphaville cuando iba al instituto. Los parques de atracciones ya no son un lugar vedado a los niños, todos queremos jugar ahí, hacer de la vida un inmenso parque temático. Hacemos dejación de nuestras libertades como individuos para luego poder reprocharle al Estado que no ha sabido cuidarnos. El ejemplo del que demanda a una multinacional de hamburguesas porque se le cayó un vaso de café encima, y en ninguna parte decía que el café estaba caliente.
¿Para que queríamos crecer y dejar atrás la infancia?¿Sólo para poder llegar tarde a casa por la noche?

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Scarlet Johanson a Bill Murray, personaje al menos 30 años mayor q ella en "Lost in translation":
-Me siento perdida. ¿Esto va a cambiar?
-No.

26 junio, 2006 23:08  

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