martes, 31 de octubre de 2006
Me enfrento siempre al teclado intentando dilucidar que tema focalizará mi atención al escribir. Hoy, por ejemplo, he puesto todos estos asuntos sobre la mesa. Me costaba decidirme por alguno, ustedes verán si hice bien al no centrarme. Tipo disperso, decía el psicólogo del correccional. Mamón, le respondía yo.
Buscaba donde reclamar un contrato con cláusulas abusivas como es, en ocasiones, el hecho de la cotidianeidad, donde nos vemos obligados a satisfacer estúpidas convenciones en las que ya pocos creen. Pagamos unas cuotas altísimas por momentos de dicha, por supuesto sin interés alguno, ni fijo ni variable. Pocas veces nos son arrojados réditos, pero se desvanecen como migajas en un parque atiborrado de palomas. Casi es mejor no preguntar por los beneficios. Nosotros somos el beneficio.
Necesito alejarme de posiciones emocionalmente insalubres. Algunos fluidos, si los lleváramos al laboratorio a ser analizados, no nos entregarían los resultados si no es en presencia de un abogado y de dos testigos sin antecedentes penales. Necesito urgentemente soñar con estar paseando por avenidas llenas de olor a sal, ligeramente húmedas y notablemente cómplices.
Cuando le preguntaban a Gustave Flaubert sobre Madame Bovary, es célebre su frase "Madame Bovary c'est moi". Me paso al pirateo impune. El detective soy yo. Yo soy estas palabras. Es más, yo soy solamente estas palabras.
He pasado una tarde dando vueltas a números, que últimamente están tan presentes en mi vida. Cuanto me gustaría acabar con una serie de ellos. Demostrar que es mentira, que no son infinitos. Que podemos acabar con los números. Que se puede conseguir que no haya ninguno más.
Y también surcaban por mi cabeza fotos de hace mucho tiempo, y la sensación que tuve al conocer a la madre de mi novia cuando tenía diecisiete años, y el envaramiento que eso me produjo, y historias que ocurrieron cuando vine a vivir aquí y que vuelven a pasar factura de forma tangencial...
Ven , podía haber elegido múltiples caminos. Elegí esperar en la confluencia, a ver que pasaba. Como ocurre en la vida misma, más o menos.
domingo, 29 de octubre de 2006
Teoría de los vasos comunicantes
Creo que con algunos me comunico mejor si tengo un vaso delante, en teoría.
No siempre son de vino, que es mi bebida favorita, pero hay seres vivos, mamíferos, vertebrados y con capacidad de raciocinio con los que todo es mucho más fluido. A veces pienso que han tenido, no sé con que artimañas, la capacidad de colocar un icono de acceso directo a sus dominios desde mi Escritorio de entrada. La capacidad de entendendimiento, de empatía, no es fácilmente mensurable ni descriptible, en ocasiones solo asumible. Afortunadamente asumible. Amigos con los que nunca hablé, personas con las que solo tengo que poner la luz de emergencia de mi coche para que entiendan, teléfonos que, cuando logro que se descuelguen, se convierten en la alegría de la casa (esto va subrayado).
Los milagros de la comunicación hacen que mi hija, que aún no sabe escribir, me haya leído una redacción sobre los animales y la lluvia. Su redacción. Escribir sin saber aún las letras. Hoy, otra vez, ha vuelto a enseñarme que hay mil cosas que aún no sé. Leí hoy en el libro de Christian Bobin, Autorretrato con radiador, "la infancia continuada mucho tiempo después de la infancia, eso es lo que viven los enamorados, los escritores y los funámbulos". Eso no sé si es comunicación, casualidad o simplemente alegría.
Residir en el reino de los que no piden explicaciones porque nadie las solicita. Felicitarse por lo mucho que nos dan sin haber pedido nada a cambio. Estar franciscanamente satisfechos con el contenido de los archivos adjuntos que nos envían. No pedir nunca la factura por los servicios recibidos o prestados. Que no nos pidan un taxi al terminar de hacerlo.
Sírveme otro vaso, anda. Hasta arriba, como tú sabes, sin parte de arriba.
sábado, 28 de octubre de 2006
Ven aquí
Que no te voy a hacer nada. Ven.
Algunas tristezas son anticipadoras de alegrías, así que hay que agradecerlas. Volveremos a pintar de rojo y verde la bandera de Portugal.
No te he contado los últimos libros que he traído a mi casa. Autorretrato con radiador, de Christian Bobin. Recomendación directa de un auténtico catacrack a la hora de lanzar libres directos y colarlos por la escuadra literaria. Huele a destreza desde lejos, mecánica auténtica de palabras. El mejicano Guillermo Fadanelli supo seducirme lo suficiente desde la estantería de la librería para traerme a casa su Educar a los topos. Raro sería que alguien que publica en Anagrama, que procede de Latinoamérica no supiera conmoverme. El editor Jorge Herralde ha publicado Por orden alfabético. Escritores, editores, amigos. Auténtico vademécum de impresiones de uno de los primeros espadas de la edición española. Espero de este libro que me abra nuevos caminos, que me proporcione nuevas postas en forma de autores. Y, por último, uno de Silvina Ocampo, Las repeticiones y otros cuentos inéditos. Poco conozco a esta argentina, lamentablemente, y su pertenencia al círculo inmediato de Bioy Casares y de Borges es pasaporte más que suficiente para profundizar en su literatura.
Tengo argumentos mas que suficientes para pensar que estoy siendo certero sobre apreciaciones sobre mi mismo, y duele acertar con uno y equivocarse con otros. Me duele la cabeza que le duele a otros, y no encuentro ningún analgésico que me consuele. Afortunadamente, atravesando túneles consigo llegar a lugares donde sueño con escribir letras de canciones.
El suelo tiembla bajo mis pies, y los sismógrafos asienten cuando les miro, asustados.
Ven aquí, que no voy a hacerte daño, oigo dentro de mí. Oigo voces, afortunadamente.
jueves, 26 de octubre de 2006
Actividades alternativas para perder honrosamente el tiempo
Nada hay mejor que perder gloriosamente el tiempo.
Métete en el coche, conduce hasta un lugar alejado, introduce un cedé de los Beatles en el coche y escúchalo lentamente, sin prisas. Luego apaga el reproductor y prueba a seguir escuchándolo.
Diseña el storyboard de un corto que rodarás en Super 8, el mejor formato para envasar veranos de la infancia. Es verano del 81 y aparecerá una niña tocando la guitarra, por ejemplo. Desarrolla la idea.
Si en estos momentos de tu vida tienes cerca dispositivos que están a punto de estallar, planifica como vas a detener el comando que los ha instalado. Piénsalo bien, no vaya a ser que termines sufriendo el síndrome de Estocolmo y termines uniéndote a ellos.
Hazte con libros imposibles, léelos y vuélvelos a escribir. Desguázalos, practícales la autopsia y no emitas veredictos. Los libros que no nos gustaron también forman parte de nuestras bibliotecas, al igual que las mujeres que nos hicieron tremendamente felices y terminaron formando parte de otros retratos de familia.
Imagina que te conviertas en ciudades enteras. Puedes terminar siendo el tobogán de su parque de atracciones, el cine donde proyectan viejas películas en blanco y negro, su librería preferida, el boulevard por el que añora pasear. No sueñes, diseña un Plan Urbanístico para atraerla.
Emborráchate una tarde con un gángster perdidamente enamorado. Nada mejor hay que observar a un capo di capi vencido por sus sentimientos, agonizante ante sus contradicciones amatorias. Dirá frases como "debo matar lo que amo y amar lo que mato" y lindezas de ese estilo. Aprenderás filosofía vital, y cultivarás amistades que nunca sabes cuando pueden hacerte falta.
Coge palabras y estíralas, llévalas de paseo, exprímelas a ver que jugo destilan, exponlas al sol, mójalas, únelas a otras a ver si encuentras, por fin, la frase que andaba bullendo en tu interior y que no sabía como salir.
Haz un puzzle con los pedazos de alma que aún tienes e intenta armarlo de nuevo, a ver que sale.
Acuerda con otros similares a tí reglas de juegos nuevos, donde todos salgan ganando. Obliga a hacer trampas para poder jugar.
Atrévete a saltar vallas, campeón.
miércoles, 25 de octubre de 2006
Preposiciones encadenadas
Para recordar algunas listas, conviene auxiliarse de determinadas muletillas que contribuyan a asociar ideas en nuestra mente. A mí se me han ocurrido éstas, por si necesitan repasar las preposiciones. Nunca se sabe cuando puede caer por sorpresa un examen de lengua.
A pesar de todo, a veces todo pesa más de lo que debiera.
Ante cualquier temor, tire de la anilla. Mejor, tire el anillo.
Bajo ningún concepto olvidaré nunca como brillaban tus ojos al despojarte de todo lo que llevabas encima, salvo que vuelvas a repetirlo.
Cabe mi corazón está el vestigio de otras ruinas.
Con respecto a mis temores, cada día son más temibles.
Contra todo pronóstico, los libros no me han sepultado, como se preveía. Más bien me han catapultado.
De aquello que hablamos, la mitad no se cumplió. La otra mitad, tampoco.
Desde que salí aquella vez de viaje, creo que no volví nunca más del todo a mi casa.
En definitiva, nunca accedimos a nada definitivo intentando definir como fue el fin.
Entre lo que debería pasar hoy y lo que efectivamente ocurra me gustaría que no hubiera diferencias.
Hacia donde conducíamos aquel coche sin gasolina era un destino inmenso. Nos trajimos ráfagas de aquella ventisca en el maletero. Todavía me da miedo abrirlo.
Hasta el fondo. Venga, vale.
Para nosotros nunca hubo piedad. Nos tocó un tiempo de miserables.
Por supuesto. Está claro. ¿Acaso lo dudas?. No he dejado de hacerlo ni un instante.
Según las últimas noticias, aún cotizo en alguna Bolsa de Valores. A ver si alguien se anima a enviarme una OPA, no demasiado hostil, por favor.
Sin aliento me quedaba cuando trepaba a tus ramas, cuando alimentaba tus raíces, cuando hacía injertos para mejorar la calidad de tus frutos. Nada tan agotador como gratificante, trabajar de temporero en tus posesiones. Contaba los días para que empezara la vendimia.
So pena de destierro vulneré varias leyes sólo por entrar en tus dominios. Siempre pensé que los aduaneros estaban de nuestra parte.
Sobre todas las opiniones, escucho la mía influenciada por la de todos.
Tras estas palabras encontrarán un detective abonado al desaliento, pero empeñado titánicamente en formar parte de la Gestora Optimista Permanente.
Como habrán podido ver, nada más lejos de una solución mnemotécnica, pero es que a veces juego a ser un tipo distante. Pura pose.
lunes, 23 de octubre de 2006
Sin propósito de enmienda
Creo que no voy a acogerme a ningún programa de protección de arrepentidos, ni a buscar fiscales bondadosos el día del Juicio Final. Que me echen encima todo lo que merezca, pero mentiría si exhibiese algún tipo de arrepentimiento ante lo que voy a contarles. Pero ni un ápice, oiga, ni por asomo.
No voy a disculparme por estar llenando el océano que rodea mi isla de miles de botellas con mensajes dentro. En estos días de alta tecnología, aún creo en los métodos clásicos. Aún creo en barcos que lleguen a rescatarme, aún espero a las sirenas.
Estoy orgulloso de haber encendido con mi mirada todo lo que desembocó luego, de haber encontrado las palabras precisas que supieron hacer campamento dentro de tu alma, de haber tejido redes que nunca sirvieron para atraparte, de encontrar un lenguaje que nos llevó más allá de todo lo que habíamos conocido antes.
No voy a arrepentirme de levantar la liebre cuando no vea las cosas claras, de votar que no en múltiples ocasiones, de haber hecho pintadas con spray en algunos conciencias, de haber escrito ciertas cartas y haber dicho en voz bien alta determinadas cosas. Tengo vocación de Pepito Grillo, y asumo las consecuencias que ello comporta.
Prometo insisitir en mi proyecto de redacción de la obra "Metodología y fenomenología de las pasiones. Análisis práctico de las mismas". Llevo años tomando notas, consultando bibliografía, atendiendo casos prácticos. Dado el carácter absolutamente amoral del texto, es posible que no llegue a ver nunca la luz, pero no por ello voy a dejar este interesante trabajo de campo a medias.
Aunque me lleven a la hoguera por ello, voy a seguir recordando que detrás de todo éxito se esconde el germen de un fracaso. Llegar a lo mas alto muchas veces solo implica que el castañazo al caer va a ser mas doloroso.
Voy a seguir llenando el buzón de sugerencias de tu vida con múltiples propuestas, a cual mas disparatada. Juro no dejar de hacerlo. Ten cuidado cuando las leas, igual algún día cometes el error de materializarlas. Recuerda que no vale arrepentirse.
O tal vez sí, quien sabe.
domingo, 22 de octubre de 2006
Toalllitas húmedas
Pocos inventos hay en la historia de la humanidad que me parezcan tan asociados al bienestar como las toallitas húmedas. El olor que desprenden al abrir el paquete, las promesas de suavidad y dulzura que nos hacen son para mi paradigma de la felicidad. Tienes un pinchazo en la autopista, toallita al canto; te manchas al comer golosamente, otro tanto de lo mismo. Todo aquello que puede solucionarse con una aplicación de tan mágico producto parece más acogedor. Deberían sacar una línea dedicada por completo a la resolución de conflictos: un par de frotamientos y sanseacabó la disparidad, el conflicto. El par de ídems con las toallitas, por supuesto.
Buceé ayer en los restos de civilizaciones antiguas, con un pie puesto en el pasado mientras me proyectaba hacia el futuro. Sintiéndome un arqueólogo de lo afectivo, pensé en que es relativamente fácil encontrar poblados antiquísimos debajo de nuestro asfalto. Sólo hay que encontrar quien financie la expedición. En la superficie, nada hacía sospechar las maravillas que escondía el subsuelo. Hay que aprender a hurgar donde veamos una simple rendija, si logramos seguir el hilo de la madeja, es posible que encontremos cuevas policromadas en el interior. En nuestro interior.
Visito despachos acogedores, me siento en los sillones mas acolchados. Que dulce ironía, que firmar la renuncia al mío me haya abierto las puertas de otro mucho mas dulce. Nunca nadie me explicó que los despachos tenían otros espacios anexos, donde se hace de la hospitalidad virtud extrema. Allí todos los cajones, si los abres, tienen suaves toallitas.
viernes, 20 de octubre de 2006
Consecuencias de actos incontrolados
En una incontrolada sucesión de azares, un día llegó hasta mis manos un libro de poemas de Ángel González. Éste me presentó a otros de sus amigos, y desde aquel momento supe que mi visión del mundo estaba cambiando. No leí un libro. El libro me enseñó a leerme a mí.
Alguien se acercó un día e instaló un GPS en mi corazón. Siento desde entonces como todas las bocacalles siguen llevándome hacia sus manzanas. Perdón, su manzana. Su barrio no es mi barrio, pero yo sigo yendo por allí a hacer mi ronda.
Un día disparé una bengala al aire en medio del océano, al ver que el carguero donde iba se estaba hundiendo. Nadie vino a rescatarme. Al poco, descubrí que otro buque también había disparado a su vez otra bengala. Nos unimos mientras nos hundíamos. Sacamos las orquestas a la cubierta, fue todo muy emocionante. Oir un vals mientras tienes el agua al cuello es algo que nunca se olvida.
Mientras a mi alrededor siga habiendo este tipo de carambolas eficaces, sabré que aún tengo aliento para seguir pidiendo otra botella con la que seguir brindando, aunque se den de tarde en tarde las ocasiones para hacerlo. Seguiré metido de lleno en el contrabando de emociones, pululando a oscuras con mi botín e intentando colocarlo a los postores mas avezados. Por supuesto, seguiré evadiendo todos los impuestos afectivos que me sea posible. Los guardo en mi propio paraiso fiscal, esperando llegue el momento de dilapidarlos.
miércoles, 18 de octubre de 2006
Andanzas de un detective venido a menos
Durante algún tiempo, la única compañía que tuve en mi vida fue la Compañía de la Electricidad. Realmente conseguía tenerme siempre expectante, pero nunca me gustó el hecho de saber que aquello era pagando. Un par de requerimientos notariales después, terminaron cortándomela. La luz.
Me enfrasqué en nuevas andanzas que mantuvieran mi cabeza ocupada, algo tan difícil de hacer como jugar una partida de Monopoly con dados redondos. La idea de abrir una agencia no tuvo nada de arriesgado, todo el mundo necesita un detective al menos una vez en su vida. Quien diga que no, será investigado, ténganlo claro.
Los primeros casos no tardaron en aparecer. Clientes extraños, encargos surrealistas poblaban aquellos días. Una mujer me contrató un día para descubrir por qué su marido no la engañaba, estaba francamente desilusionada. Lo más que le descubrí a aquel impresentable fue una amante de dos dimensiones, pinchada en el fondo de su escritorio. No me extraña que su mujer decidiera darle el pasaporte después de descubrir un cerebro tan plano. La única parte del tópico que no se cumplió fue que la vampiresa sedujera al detective.
Nunca he conseguido armonizar el amor y el trabajo, siempre han terminado despidiéndome antes. Procuro llevar siempre un revólver cerca, guardado en el bolsillo. Nunca sé en que esquina puedo necesitarlo, o en que baile agarrado. Mi licencia profesional es tan falsa como mi vocación. He sentido más miedo al enfrentarme a algunos ojos de mujer que a los de ciertos hampones, y creo que estoy en busca y captura en un par de estados. Algunos padres con escopeta adosada se hallan en la misma circustancia con respecto a mi. En mi honor se han creado varias clubes sociales, casi todos ellos con la vocación unánime de reinstaurar la pena capital.
Tan solo aspiro a poder retirarme algún día con un mínimo de comodidad. Ofrecerle a alguien mi disponibilidad a ejercer de Servicio de Habitaciones en su vida veinticuatro horas al día, y esperar a que esté tan despistada como para que diga que sí. Demostrarme que la felicidad no es patrimonio exclusivo de los otros, como más de una vez he llegado a sospechar.
Abrir la nevera y ver que siempre está llena. Ver que la luz que emana de ella ya no la proporciona la Compañía de la Electricidad, sino ella, la que me contrató.
lunes, 16 de octubre de 2006
Incontinencia versus abstinencia
Entre dos extremos creo que se ha manejado siempre mi vida de detective. Eros y Tánatos, Norte y Sur, Pepsi Cola y Coca -Cola, acción y reacción, causa y efecto. Ahora le toca el turno a la abstinencia frente a la incontinencia. Hacer una virtud casi tántrica el abstraerse de determinados placeres, con el objetivo de conseguir mayores beneficios. Sí, ya sé. ya sé, entra en absoluta colisión con lo que se supone que siempre preconizo. Eso es lo malo de seguir los pasos de un tipo como yo, el día menos pensado, se me ocurre dar un salto y colocarme en el otro extremo del cuadro, un día soy espectador en el Louvre y al día siguiente, tachán, me convierto en la Monalisa. Como podrán comprobar, seré todo lo que quieran, pero no alguien dogmático. No puedo imaginarme la vida, y esto va en serio, mas que como un permanente juego.
Anoche leí algo que me dejó absolutamente maravillado. Me pareció de una sutileza impresionante, sentí lo bien que se pueden utilizar las palabras cuando atinamos a colocarlas en su sitio adecuado. Les dejo con Martín López-Vega, y algo que dibujó con perfectos trazos en su libro El letargo.
"¿Crees que sueñan las cosas? Yo creo que sí. Que los coches que dan vueltas en las rotondas sueñan con vivir en un tiovivo. Que las gotas de agua del río sueñan con hacerse paracaidistas como sus primas, las gotas de lluvia. Que los volcanes sueñan con el bicarbonato que pueda curarles el ardor de estómago que arrastran...Y los continentes sueñan con convertirse en bailarines tan buenos como los océanos, y no organizar un terremoto cada vez que dan un paso. Las manzanas sueñan con caerle en la cabeza a un sabio que las inmortalice en una teoría. La tierra sueña que de los muertos que plantan en ella nacen vivos. La torre Eiffel sueña con despegar hacia una luna de cómic. Los espejos sueñan con ser charcos en lo que los niños chapoteen. Los bastones de los ancianos sueñan con Fred Astaire. Todos los balcones sueñan con Julieta. Mientras leemos una página, la siguiente sueña con que la vamos a leer y hace ejercicios de calentamiento. Las notas musicales tienen sueños eróticos con Mozart. Los lápices sueñan con el niño que les saque todo lo que llevan dentro. Las alas de los pájaros sueñan con ser libres. Las peonzas sueñan con ser planetas mientras los niños sueñan con ser dios. La luna sueña con hacer un strip-tease y mostrarnos su lado oculto. Las piedras sueñan con convertirse en piedras pómez, que son mucho mas ágiles de pensamiento"
Si dios no existe, habría que inventarlo para darle gracias por ésto. Aprovecho esta plegaria tan sumamente atea para agradecerle el haberme descubierto la música francesa de los años 60, el haber hecho que soñara con ojos vidriosos sobre momentos en que la escuché en un coche y que nunca voy a olvidar, el hacer que existan playas al lado de fábricas de cemento y que aún así no las cambie por el más paradisíaco de los destinos, por hacer que me extasíe aún tanto y tan tremendamente ante el color rosa, tan infantil él, y por haberme regalado la capacidad de sentirme tan vivo cuando todo a mi alrededor se viene abajo.
Te debo varias, dios mío que no existes
domingo, 15 de octubre de 2006
Simulacro de evacuación
Bien, vamos a revisar los puntos mas importantes en el protocolo de evacuación de usted mismo frente a otros. Ya sabe, en primer lugar empezará a escuchar meses antes, años antes, timbrazos en su interior. Al principio serán casi imperceptibles, con el tiempo terminará escuchando perfectamente el contenido de las mismas :"Lárgate, no hay nada que hacer. Lárgate, no hay nada que hacer". Es normal negar la evidencia, no se preocupe, a todos les ocurre lo mismo. El árbol de la carretera deja de ser una simple imagen cuando el coche se empotra contra él.
Cuando llegue el momento de evacuar, no se lleve ninguna pertenencia con usted. Déjelo todo donde estaba. Ya habrá tiempo para rapiñas, bajezas y/o abogados. Ahora lo importante es que usted se salve, hágame caso. Eso sí, a la hora de salir pitando, los niños, lo primero.
En caso de que la cosa esté rematadamente mal y se haya declarado el fuego, que no cunda el pánico. Seguro que pensará que es una pena que la única declaración que haya oído en los últimos tiempos sea una declaración tan alarmista, usted que siempre esperó una última declaración de amor. Tírese al suelo, avance reptando. Lo más posible es que esta posición la tenga muy ensayada desde hace varios meses, y seguro que no precisamente en su versión más pasional. La mayoría de los decesos en estos casos se producen por asfixia. Normal, llevaban mucho tiempo tragando y tragando, sin darse cuenta de lo dañino que son determinadas emanaciones. Empape un pañuelo y tápase la cara. Procure que no sea uno impregnado con el olor de la otra persona, suele doler mas si es así. Seguramente lleva mucho tiempo cerrando los ojos y no queriendo ver lo que tiene delante, así que le aconsejo que lo siga haciendo una vez más. Esta vez, curiosamente, puede salvarle la vida.
No use el ascensor, tendrá que descender usted solito, salir a gatas del infierno en el que se encuentra metido. Puede ser que se encuentre a un bombero, a un apagafuegos en el camino. De su pericia depende el que se deje llevar por él o no. Una vez fuera, si ha logrado salir sin sufrir daños aparentes, no se confíe. Las secuelas suelen durar tiempo.
Recuerde, esta vez ha sido un simulacro, la próxima vez puede ser real. Revise sus instalaciones, especialmente lo que no se ve.
Si tiene alguna duda, no dude en llamarme. Estoy aquí para ayudarle.
viernes, 13 de octubre de 2006
Tengo, tengo, tengo
No, no continúen la tonadilla infantil. Seguro que mas de uno tiene más, mucho más que yo. No pretendo generar diatribas.
Yo tengo personas que me dieron la mano y que no les rocé. Otras, no me ofrecieron nada a priori, y llegué más allá del codo.
Tengo miles de poemas que me esperan para dejarme paralizado, miles de páginas con las cuales aún no soñé. Hay endecasílabos que algún día descubriré como un espeleólogo en mi interior, colgando como en la Cueva de Nerja hacen las estalactitas.
Tengo una hija a la que azuzo con normas que aún no entiende, y que yo tampoco hago del todo. Su risa ilumina todo lo que de oscuro tienen mis noches.
Tengo tangos que me muero por aprender a bailar. Me gustaría también tener su femenino plural. En otras, claro está. Yo soy muy de boxers. Y hablando de bailar en la oscuridad, me apunto a clases de baile de salón con quien se ofrezca. Quizá en la penumbra, donde todo se diluya, puede ser que baile bien. Actualmente, como un oso con el pie escayolado, oiga.
Tengo incendios sin controlar en mi interior. Les tengo hasta cariño, me da pena aplicarles un cortafuegos. Igual hasta les subvenciono unas cuantas garrafas de gasolina.
Tengo indocumentados que llegaron hasta mis costas sin papeles, pero que se hicieron acreedores de mi confianza y mi corazón. Alguna negra (jamás, jamás, diré personas de color, lo juro) llegó incluso a hacerse con contrato fijo y con el mando de la plantación en mi ausencia. Y ojito con las protestas, la tipa tiene carácter.
Tengo ganas de cocinar. Muchas ganas. Hacer de comer para otros. Cuento con hornos, con col lombarda, con ketchup de curry importado. Como me apetece saciar hambre de otros, convertirme en chef de cinco tenedores.
Hay palabras que me llenaron y que obtuvieron un valor suplementario en mi vida. La melancolía era California en mi infancia. Las abencharas iluminan mis días, aún cuando no puedo fijar mis ojos en ellas. Ojalá esas palabras también tengan sus horas de asueto por todo aquello que me regalaron sin ellas saberlo. Las ideas que están detrás de las palabras son el espíritu que las anima.
Y no, no tengo tres ovejas. Ni siquiera tengo cabaña.
jueves, 12 de octubre de 2006
Verdad o consecuencia
Las tardes de mi preadolescencia no tendrían el mismo color si no fuera por ese juego. Nos poníamos en corro chicos y chicas, y la cosa consistía en que, cuando a tí te tocaba, podía ser verdad o consecuencia. Si te tocaba verdad, tenías que contestar sinceramente (la pregunta era invariable, ¿te gusta fulanito/a?) y si, por el contrario te correspondía consecuencia, pues a cumplir una penitencia (invariable también, "dale un beso a no sé quien"). Maldita sea la hora en que decidimos dejar de practicar este juego. Como me gustaría saber ciertas verdades a estas alturas. Y que gratificante sería que me mandaran determinadas consecuencias. Tanto que luchamos siempre por recuperar las tradiciones arcaicas, deberíamos propiciar una oenegé que se dedicara al rescate de éstas. Creo que contaríamos con bastantes adeptos. Espero que los que reivindiquen volver a jugar a médicos y enfermos no lo hagan demasiado realista, introduciendo las temidas listas de espera.
Hay algunas verdades personales. Me da miedo que, cuando alguien empieza un régimen alimenticio, sea el corazón el que pierda peso. Sería una faena que uno se quede fuera por una cuestión de dieta.
Y hay también consecuencias maravillosas, como lo es el descubrir esta maravilla de poema de Vanesa Pérez-Sauquillo.
éste es mi contestador automático.
Para herir, simplemente, marque 1.
Para contar mentiras que me crea, marque 2.
Para las confesiones trasnochadas, marque 4.
Para interpretaciones literarias
producto del alcohol, marque 6.
Para poemas, marque almohadilla.
Para cortar definitivamente la comunicación,
no marque nada, pero tampoco cuelgue,
titubee en el teléfono
(a ser posible durante varios meses)
hasta que note que voy abandonando el aparato
a intervalos de tiempo cada vez mas largos.
No desespere. Aguante.
Espere a que sea yo la que se rinda.
Le evitará cualquier remordimiento.
Gracias.
Conducía hoy camino de la playa de Amadores, no me digan que no es un nombre precioso para tumbarse al sol. Es muy difícil no sentirse bien en un sitio así. Intentaré volver lo antes posible, pensé al salir. Afortunadamente, lo hice. Mi cabeza aún sigue en las inmediaciones.
miércoles, 11 de octubre de 2006
Etcétera etcétera
(Del latín et y cetera, plural de ceterum, lo demás, lo que falta)
Mucho que contar, poco que decir. Empiezo conversaciones pensando que lo único que me apetece contar es eso: etcétera. No oigo lo que los demás me cuentan, no escucho mensajes que me conmuevan. Me he convertido en un poste de telégrafos, eso sí, con una máquina descodificadora en su interior. Capto en morse los mensajes, y solo paso al Alto Mando los que son trascendentales de verdad. Hasta Suecia creo que llegan. Terminaré generando algún conflicto diplomático con países, ya verán. Aunque visto lo visto, la realidad le da bofetadas al surrealismo de vez en cuando. Terminarán llamándonos algún día por teléfono y pidiéndonos que elijamos nacionalidad. Por si eso ocurre, yo ya tengo la mía in mente.
Pese a quien pese, pase lo que pase, siempre siempre damos las mismas vueltas por los mismos sitios, buscamos los mismos lugares. Ssguimos dibujando corazones, escuchando canciones. Nos mantenemos tercamente en las mismas posiciones. Recordaba hoy las pruebas con papel tornasol que hacíamos en el laboratorio del Instituto: si el papel con nombre de personaje de Tintín se ponía de un determinado color, aquello que teníamos entre manos era ácido o base, o cualquier otra cosa. Creo que voy a lanzarme a buscar papel tornasol a mansalva para mi cotidianeidad, sumergiendo en él lo que quiera discernir si es A o es B. La irrefutabilidad de dicho procedimiento debería aligerarme engorrosos trámites.
Hay cartas manuscritas en el buzón de mi casa que me llenan, hay cartas que nunca llegan a mi buzón, hay un buzón abierto en cada carta, hay adjetivos que tunean sustantivos, hay oídos que escuchan éstas y otras sandeces, hay apoyos de terceros desde países lejanos y que no sé como agradecer, hay brechas abiertas y que sangran, hay risas, muchas risas.
Y miles de etcéteras que no necesitan explicación.
lunes, 9 de octubre de 2006
Consignas para no sentirse vencido
A que punto de irracionalidad habremos llegado cuando me atrevo a dar consignas, cuando las únicas a las que hago caso son a las que están en las estaciones de tren, y éso sólo porque guardan mi equipaje. Las que a continuación detallo tienen sabor a licor destilado en mi propio alambique, ojalá yo mismo llegara a aplicármelas en los momentos precisos. Cumplen aquí sólamente la funcion de la bandera pirata, que si alguien las ve se pueda sentir identificado. A fin de cuentas, la de las tibias y la calavera es la única que reconozco como propia
No te rindas, pero sucumbe de vez en cuando. Un buen baño en alguna que otra ocasión en las lagunas de la perdición no viene nada mal. No te hundas, pero sumérgete alguna vez que otra. Báñate y no te preocupes de vigilar la ropa (este consejo está especialmente indicado para Miss Noruega 97)
Nos engañaron vilmente. No hay metas, no hay objetivos, los vamos haciendo día a día. Los logros de hoy pueden ser los estorbos de mañana; los hallazgos de la mañana, la podredumbre de la noche. Todo en lo que queramos creer es sólo nuestro, nos lo creemos y lo destruimos cuando así procede. Lo demás, zarandajas de catequesis de sacristía.
Emborráchate de alegría, de vino, de vida. Sufre luego la resaca. No pienses que una es consecuencia de la otra: la una es la otra. Son parte indisoluble, no dejes de disfrutar de la una por la otra.. Sería como dejar de dormir porque luego hay que hacer la cama. O deshacerla.
Desconfía de los que lo tienen todo claro, medido, pesado y perfectamente archivado en carpetas. Todo mentira, todo pantalla. Rasca en la vida de quien quieras y encontrarás basura debajo de todas las alfombras. Es posible que, si te quedas el tiempo suficente, descubras hasta un cadaver en el jardín.
Busca ojos a los que mirar cada mañana, busca ojos a los que mirar fijamente cuando brindas, aunque no estén ahí. Reserva habitaciones de hotel aunque no las utilices. Imagínate cocinando platos exquisitos con ingredientes que estén fuera de temporada. Visita aeropuertos aunque no viajes. Reclama tu equipaje si no te llega, aunque no lo hubieras facturado.
En el caos también existe un orden, aunque no sepamos descifrarlo. Siente que eres parte de ese caos, reconoce que a veces no entiendes nada, pero aún así sigues con la cabeza a flote.
No creas que estás solo, no sientas que eres tú el problema, no pienses que tan sólo tú eres el que te sientes desorientado. Alguna vez perdí la brújula, el astrolabio y los mapas, estuve en el fondo del pozo y me había caído el cubo en la cabeza. Pensé entonces que todo está lleno de heroicidades y necedades, que solo nos corresponde saber en que porcentaje está cada cosa en nuestras vidas.
sábado, 7 de octubre de 2006
Momentos esdrújulos
Se hace imprescindible, a estas alturas de la historia, una envasadora atípica, rotundamente innovadora. Se trata de atrapar los momentos esdrújulos, aquellos que siempre siempre llevan acento. Todos tenemos puñados de ellos, estoy seguro. Aquel instante en que nos dijeron que bueno, que tal vez se lo pensaría, aunque sabíamos que estaba tan nerviosa como nosotros y ardiendo en ganas de asentir; cuando al fin se cerró la puerta de aquella habitación y, bueno, etcétera; esa ocasión en que al fin, conseguiste aquello que te parecía tan imposible, tan irrealizable, tan inalcanzable. Que maravillosa sensación pasear por nuestro particular laboratorio y observar todos esos momentos conservados en frascos de formol. Yo necesito revivirlos constantemente, mi mente parece la antigua moviola aquella que había en los antiguos programas futbolísticos de televisión, con la diferencia de que no busco ver si había penalti o no. Siempre son un libre directo, aunque en ocasiones me interesa saber si hubo o no mano dentro del área...
He andado todo el día con un íntimo pesar a cuestas, pero extrañamente es de esos momentos de aguda nostalgia en que ésta parece que no hace daño. Eché terriblemente de menos a alguien que no estaba, pero ese sentimiento en el fondo me hacía crecer, me hacía sentirme feliz pensar que existía ese agujero dentro. Alegre por estar algo triste.
Nuevos libros en mi biblioteca, recién llegados de Madrid, de la bendita librería Hiperión. Se trata de una antología poética del escritor hebreo Yehuda Amijai, el último de la madrileña Vanessa Pérez-Sauquillo, Bajo la lluvia equivocada (basado en un verso de mi admirado Dylan Thomas, "under the wrong rain") y el estreno en prosa de mi poeta asturiano Martín López-Vega, llamado El letargo. Llevaba desde junio intentando conseguir este último, hubo que localizar a la pequeña editorial del Principado que lo publicaba y bueno, parece que costó un poco. Quiero creer que la espera le añade un valor suplementario y heroico al libro, ustedes ya me entienden, este detective siempre busca significados ocultos tras cualquier nimiedad. Por último, está a punto de llegar a las librerías Tara, de Elena Medel. Yo estoy contando las horas que me quedan para tenerlo entre mis manos, así que ustedes verán. Luego no les digan que no les avisé.
Venía conduciendo de camino a casa y pensaba (¿resta puntos pensar mientras se conduce?) en como me gustan las fiestas de cumpleaños, como me encantaría enzarzarme en una lucha debajo de una piñata, inflar globos, comerme un trozo de tarta, entregar regalos, distribuir felicidad. Sentir que hay fiesta cerca, y que, si hay suerte, habrá hinchables. Aunque sólo sean castillos...
viernes, 6 de octubre de 2006
Invadamos Flandes
Es hora de pasar a la acción de una vez por todas, tomemos la iniciativa. Después de tanto tiempo creyendo que era necesario encontrar sensaciones fuertes que nos mantuvieran atentos y despiertos, he llegado a la conclusión de que es mucho mejor lanzarse a lo previamente descartado. Busco voluntarios para invadir Flandes.
Hago mía la máxima sesentaiochista y vuelvo a sugerir en voz bien alta aquello de "seamos realistas, pidamos lo imposible". La realidad ya me cansa, me agota, llevo demasiado tiempo amarrado a sus cadenas. Quiero embarcarme en empresas que me llenen, pero que no rindan cuentas. Odio los balances, presentan memorias de gastos y los consejos de administración. Quiero confundir casas que rinden hipotecas con parques acuáticos, así de sencillo.
Haber dado pasos en el plano laboral ha contribuído a cambiar notablemente mi percepción del mundo que me rodea. Antes estaba en la tabla que ponen los piratas para lanzar a sus contrincantes a las fauces de los tiburones, ahora he descubierto que bajo mis pies hay un trampolín. Ya he hablado muchas veces de mi amor por las piscinas. Ahora disfruto de una piscina inmensa, con un jacuzzi aledaño y vistas a las estrellas. Dios santo, que pena no haberlo sabido antes. Me hace feliz hasta llevar el desayuno a mi trabajo. Partiendo de lo improbable llegué a lo factible, de lo poco práctico a lo más ilusionante. Hay que buscar los centros de interés, que dirían los pedagogos.
Por eso apuesto por lo más improbable, por la posibilidad que todos desechan. Por eso como chocolate sin que nunca me haya entusiasmado del todo. Por eso quiero encontrar valientes que me ayuden a reconquistar Flandes. Y si nadie se apunta, me voy yo solo.
miércoles, 4 de octubre de 2006
Ortografía sentimental
Pienso en días en que abrazarla era como abrir paréntesis.
Nuestras conversaciones estaban llenas de puntos suspensivos.
Nunca descubrí signos de interrogación en su mirada.
Abrir comillas y cerrarlas, abrir comillas y cerrarlas, así pasábamos tardes enteras.
Cuando corregíamos nuestras faltas de ortografía, nos gustaba copiarlas cincuenta veces.
Adorábamos las comas, significaban enumeración, reiteración, no agotarnos.
Los signos de exclamación campaban a sus anchas en nuestras frases. Imponían su dominio a los restantes elementos. Los adjetivos les solían hacer la pelota, tan aduladores ellos, tan monos, tan simpáticos, tan rotundos.
Nos entusiasmaba aquella bíblica frase, "el verbo se hizo carne". La conjugábamos tan a menudo como podiamos.
Juro que poníamos acento a todas las palabras. Todas las sílabas que podíamos las convertíamos en tónicas, las llenábamos de fuerza.
Creo que pasábamos las horas subrayándonos.
Nunca la olvidé. Hoy la recito de memoria, como un padrenuestro.
Nuestras conversaciones estaban llenas de puntos suspensivos.
Nunca descubrí signos de interrogación en su mirada.
Abrir comillas y cerrarlas, abrir comillas y cerrarlas, así pasábamos tardes enteras.
Cuando corregíamos nuestras faltas de ortografía, nos gustaba copiarlas cincuenta veces.
Adorábamos las comas, significaban enumeración, reiteración, no agotarnos.
Los signos de exclamación campaban a sus anchas en nuestras frases. Imponían su dominio a los restantes elementos. Los adjetivos les solían hacer la pelota, tan aduladores ellos, tan monos, tan simpáticos, tan rotundos.
Nos entusiasmaba aquella bíblica frase, "el verbo se hizo carne". La conjugábamos tan a menudo como podiamos.
Juro que poníamos acento a todas las palabras. Todas las sílabas que podíamos las convertíamos en tónicas, las llenábamos de fuerza.
Creo que pasábamos las horas subrayándonos.
Nunca la olvidé. Hoy la recito de memoria, como un padrenuestro.
lunes, 2 de octubre de 2006
Autoescuela personal
Quiero ser yo el que conduzca mi vida, y no se me ha ocurrido mejor idea que montar una autoescuela personal. Debo desaprender maniobras que he aprendido por obcecarme en malas costumbres, ponerme al día con las nuevas señales y revisar el nuevo código de la circulación. Por ahora está hecha a mi medida, soy su único usuario. Es una autoescuela de diseño, preparada solo para los problemas que le plantee su único cliente. Ahora que tan de moda está el tunning en los coches, eso de personalizarlos, yo decido dar un paso más allá y tunear una autoescuela entera. En todo caso, necesito guardias benévolos, que me permitan una interpretación ligera de las nuevas normas. Un guardia suizo no me vendría mal, tan neutrales ellos. Creo que mis relaciones, estrictamente diplomáticas, con el país helvético son bastante aceptables.
Mis relaciones con la familia Sinatra van en aumento, ya se sabe que Frankie es un tipo con influencias y no conviene enemistarse con él. Siempre puede parecer un accidente. En el coche de la autoescuela suenan permanentemente su hija Nancy, con sus These boots were made for walking y también ambos cantando Something stupid. No son AC/DC, pero suenan con mucha fuerza, al menos para mí. Son canciones recuperadas, que vuelven desde hace años, tocándome en la puerta, casi por azar, y acabar entrando en el salón de casa a instalarse. Gracias a la maravilla de Youtube es posible encontrar todo en todo momento. Es como una especie de Telepizza emocional: si alguna canción empieza a hurgarte dentro, llamas y te la mandan a casa.
Ayer, una foto de Colita, la retratista "oficial" de la Gauche Divine barcelonesa, me dejó impactado. Se publicó en EL PAÍS SEMANAL y se veía a Ana Mª Moix, Jaime Gil de Biedma y Beatriz de Moura en una piscina, una imagen de los años sesenta, muy en blanco y negro, muy cotidiana. Quizá la extraña singularidad de los tres que posaban, quizá la extrañeza del momento, lo cierto es que me la he traído hasta mi biblioteca. Me gusta como me miran desde la distancia de hace treinta años.
Quedan avisados los interesados en la nueva autoescuela. El manual, editado en un cuaderno Moleskine, ya ha sido enviado para que sea revisado por expertos en volantazos vitales.
No saben que ganas tengo de empezar las prácticas ya mismo.