lunes, 30 de abril de 2007

Uno que sueña

El uno sueña con el dos en las noches infinitas, sobre el ocho acostado. El tres ha sido siempre su enemigo, sabe que trae aparejada la discordia. No hace falta ser un matemático avezado para imaginar que dígito es el preferido en sus sueños lúbricos, aunque secretamente ande enamorado del quince, su niña bonita. Su secreto mejor guardado, la desazón que le produce su falta de potencia. Le elevan a lo que lo eleven, se quedará siempre con la misma base. Lo ha probado todo: el cuadrado, el cubo, pero no hay nada que hacer.
Somos números y, aún así, soñamos. La profecía orwelliana se cumplió a medias. Yo sueño con ser el Almirante Arrorró y apaciguar noches de tormenta febril y desatada. Sueños que sean como pisapapeles en una mesa de despacho azotada por un vendaval, sueños que sean como tipos fuera de la ley que, nocturnamente, rompen precintos gubernativos que impiden acceder al césped. Sueños como auroras boreales para dementes que nunca sabrán interpretarlas, sueños como laberintos que no lleven a ninguna parte, para desesperación del doctor Freud.
En una ocasión soñé que rogaba a Dios con volver a leer un libro de Roberto Bolaño que no hubiese leído antes. Eso ha ocurrido al final. El secreto del mal volvió a tener el sabor de noches con historias inverosímiles dando vueltas alrededor de mi cabeza. Y aún queda pendiente La universidad desconocida, un compendio de su poesía anterior a la que ya conocía. Después de ésto, ¿cómo no voy a creer en los sueños?
(Un arrorró es una nana que se les canta a los niños en Canarias)

miércoles, 25 de abril de 2007

Apuntes para desarticular el miedo

El miedo es un señor bajito con bigote que toca en nuestra puerta, apremiándonos el pago de una factura que tenemos pendiente.
Se trata en estos momentos de perder el miedo, no la educación. Aunque estés a findemés, aunque el saldo de tu cuenta sea lo más parecido al vacío interestelar, no dejes de ser un perfecto anfitrión y hazlo pasar. Acorralar a ese mequetefre es ahora mucho más fácil de lo que suponíamos en un primer instante, mucho más que rodar un western sin indios ni sheriff, mucho más que mantener la vista firme cuando hablamos en serio con alguien y pasa a nuestro lado la ganadora regional del concurso "Escotes de Vértigo 2007".
Las cajas de cambio suelen dar mucho miedo. Lógico, con un nombre así uno se imagina algo horrible. Cuentan con marcha atrás y eso es más de lo que podemos soportar. También suelen dar miedo los días en que no se abrían las ventanas, la fruta que descubrimos podrida en la nevera y el fin de unas vacaciones en las que no conseguimos su teléfono. Asustan sobremanera las predicciones futuras de gente sin pasado y lo que ha pasado con lo que iba a ser nuestro futuro. Auténtico terror produce tocar una piel que ya no nos espera, las miradas que nos rehuyen como liebres a los perros de caza, los abrazos ficticios que suenan como los goznes de una puerta que no se abría desde hace años, confundir piscinas a las que lanzarnos con espejismos de primer orden.
El miedo es el efecto secundario más importante del uso de la libertad, pero ésto sólo ocurre al principio del tratamiento.
No permitas que el miedo vuelva a tocar en tu puerta para cobrarte nada. Domicilia tus recibos. Nada mejor que el domicilio para ese tipo de asuntos tenebrosos.

domingo, 22 de abril de 2007

Buenas noticias para el hombre poroso

Lo de convertirse en hombre poroso no es tarea fácil. Se necesita una vocación inquebrantable, manías absurdas que nunca compartirás con nadie, y una secreta e íntima sensación de bienestar ante tus pequeños triunfos.
Mi madre me llamó uno de estos días para proporcionarme un ejemplo perfecto. En un altillo de su casa, hurgando en busca de algo, encontró una caja de coches Matchbox, esos pequeñitos de metal con los que juegan los niños. Eran los míos, con los que jugué interminables tardes de los años setenta. Cualquier persona se alegraría de ésto, supongo. Yo no. Yo llevo tardes atesorando el recuerdo de su tacto frío, las previsibles abolladuras que me encontraré, las interminables carreras. Ha sido como encontrar una puerta a un pasadizo, de esos de los que siempre soñábamos con encontrar en las casas antiguas.
No para ahí ese asombro totémico ante la cotidianeidad, ante la magia que subyace en lo aparentemente trivial e intrascendente. Uno de los grados más extremos de la porosidad tiene que ver con las palabras. Encontrar alguna, insertarla al lado de otras como situando las cuentas de un collar, paladearla e intentar buscar una nueva manera de ponerla en pie, que luzca lustrosa como bandera recién desplegada. He tomado palabras fuertes estos últimos días para probar que nuevo ruido hacen. Quiero pensar que son palabras que escribo en pentagramas sin que sean música, palabras que contribuirán a agitar los cuerpos sin hacerlos bailar.
Planean por ahí cientos de mujeres y hombres porosos, atentos a lo que nadie observa para introducirlo en su torrente sanguíneo, metabolizarlo y hacer luego lo que le venga en gana con ello. Me han hablado de un local donde pululan unos cuantos: música aceptable, alcohol transitable y compañía fecunda. Se llama "The Tective". Si van por allí, dejen una buena propina.

miércoles, 18 de abril de 2007

Respuestas no pedidas a porqués no emitidos

Ojalá exista una posibilidad cierta de que se transmitan las emociones y los sentires utilizando tecnología wi-fi. Me gustaría pensar que navegas por las páginas donde podríamos encontrarnos, yo lo hago desde siempre en las clásicas del negro sobre blanco. Intento envolverte como una peonza, sólo con la intención de sentir que te abrazo un instante para luego lanzarte y observarte girar. Y ya lo sé, no me habías preguntado por eso.
Intuyo que tampoco te interesa saber justo ahora que me gustaría meterme dentro de tus jeans cuando estuvieras despistada, para caminar a tu lado sin que lo percibas, y mirarte desde dentro hacia afuera. Por ahora, sólo eso. Si supieras fehacientemente que estas palabras van dirigidas a ti, comprenderías que las decisiones en estos días son como un pack de seis cervezas. O lo tomas todo o lo dejas todo. El amigo incómodo sigue diciendo verdades que retumban como eco en las abolladas paredes de lo que antes juraría yo mismo llamaba mi conciencia. Hay un pasillo insurrecto que me seduce, donde se cuentan mentiras en voz alta que nadie espera que puedan ser tomadas como ciertas. Salvo yo, que me callo el secreto.
Sólo yo en estos días sueño con poblar pantalones ajenos, con escribir poemas que sean baúles perfectos donde logre condensar lo que siento, con contarte como muchas de tus palabras son pinzas de la ropa con las que luego juego a pellizcarme, con preguntas que espero que me hagas y con respuestas que no sé si acertaré a esculpir.
Sométeme a referéndum, a ver cómo se manifiestan tus células indecisas. Podría esperarlo todo, menos un triunfo de la abstención.

viernes, 13 de abril de 2007

Preámbulo de los preliminares

Al principio, creó Dios los cielos y la tierra. Y a ella, piensas tú. Eran los días en los que creías que el pescado que comes no tiene espinas.
Lees a Clarice Lispector y coincides con ella en el hartazgo que produce la terrible limitación del que vive tan sólo de aquello capaz de tener sentido. Tú también precisas de una verdad inventada. Todo viene marcado por el Factor Tractor, todo te arrastra hacia su lado. Cada frase que emite es un malecón por el que camináis de la mano, cada palabra esconde la sospecha de un lenguaje sólo entendible por vosotros, plagado de palabras fetiche. Llevas dentro un estanque, y cada uno de sus procederes desencadena una innumerable sucesión de círculos concéntricos en tu interior. Al lanzarlos, suele terminar salpicada por sus efectos e inevitablemente empapada.
Disfruta de esa ola. Aún el locutor de la metereología no describió el inicio de los microconflictos y las controversias. Esos serán otros días con los que cuentas, pero que no aparecen en el radar.
Todavía eres un hombre con principios firmes. Sabes apreciar un buen wonderbra.

lunes, 9 de abril de 2007

Contrarrevolucionario

No conozco nada mas contrarrevolucionario que un lunes. Sírvanse ponerlo contra el muro, le vendan los ojos y me lo fusilan. Pero ya.
La rutina hace empedrados por los que caminamos con desigual fortuna.
(Planneé el asalto al Palacio Presidencial enarbolando una íntima bandera. Olía a bar melancólico, a terraza polinesia sorprendentemente inundada. Sólo sé que tras tus ojos se intuía un letargo, un invierno inconcluso, y yo ocultaba tras la empalizada de besos falsamente distantes las ganas de iniciar una escaramuza con sábanas de algodón como único testigo)
Hay días que son como el dulce pretil desde el que sueñan saltar los suicidas excesivamente poéticos.

miércoles, 4 de abril de 2007

Mi cobarde correspondencia ágrafa

Después de comer siempre dejábamos cercos de vasos, que hábilmente transformábamos instantes más tarde en un circo de besos. Yo levantaba la carpa y tu expedías las entradas. Siempre vendimos todas las localidades. Tú eras la funambulista y yo era el alambre, yo era el mago y tú eras la chistera, yo el payaso y tú la nariz roja.
Nunca supe ser un cronista a la altura, y apenas quedó nada del éxito de aquellos días. Las palabras que hoy entreno para que salgan a jugar el partido de nuestras vidas apenas hacen justicia al fulgor de nuestras jornadas. En ocasiones saco en los últimos minutos algún adjetivo que sirva de revulsivo, pero ni por ésas. Es imposible recrearlo, no conozco a nadie que sea capaz de contar unos fuegos artificiales.
Pienso en estos días de abril en algo tan pretérito como el turrón de almendra, vaya anacronismo, ¿verdad?. Todo aquello sabe igual, la dulzura de la miel entremezclada con la sequedad de la almendra. Estas tontas ideas circulares no paran de dar vueltas en mi cabeza, y cuando te veo sólo soy capaz de hablar de la caída de los valores de la Bolsa. Todas las palabras que de verdad debería decirte esperan en un paso de cebra, pitando para acceder a la rotonda en la que te deslizas. Yo actúo de guarda urbano y las desvío hacia el paseo marítimo donde, inevitablemente, terminarán formando parte de ese agujero negro que son las frases que nunca te digo en voz alta, el inmenso cementerio de las cartas que nunca te escribo.
No existen buzones donde no echar las cartas que no te remito.
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