Registro domiciliario
Cuando la policía entró, aún llegó a tiempo de encontrar algo de dignidad esparcida sobre la mesa. No supieron que hacer con aquella pequeña cantidad, pero que suponían de gran pureza. La metieron en una bolsita de plástico y la mandaron analizar.Afortunadamente, para remover según que escombros no hace falta disponer de contraseña.
Empiezan días de felicidad, con el coste de dar abrazos y besos de despedida a quienes se lo han merecido tanto este año. Abrazos largos y meditados, que cuando los damos tenemos la impresión de estar modelando una osamenta sobre la que luego seguir apoyándonos. La melancolía que nos embarga a los tipos imprecisos no cabe en una piscina de talasoterapia.
Han sido días tan dulces como si siempre hubiera estado comiendo gajos de naranja. Pese a los abandonos precipitados. Pese a los improperios y desplantes, como si hubieran entrado en casa a buscar pruebas de algún delito y hubieran tenido que largarse con las manos vacías. Me enorgullece pensar que hay pasadizos secretos a los que aún nadie accede.