Me lo repetía incansablemente mi madre durante largos años, rápidos años en los que sólo buscó eficacia aderezada con brochazos gordos de amor, nada de pinceladas.
He vuelto a tener esa sensación de que todo funciona, todo encaja y, milagrosamente, todo parece obedecer a una conducción al placer, a un Xanadú íntimo y gozoso. La lectura del último libro de la trilogía Tu rostro mañana. Veneno y sombra y adiós, de Javier Marías fue como acomodarme entre los venerables sillones de una vetusta biblioteca sin necesidad de pensar en tomar decisiones. Me maravilla el terminar una novela que empecé a leer hace años, y ver como determinados personajes parecen haber estado ahí, en estado de hibernación entre una toma y otra, y, sin embargo, ágiles a la hora de saltar a la escena de las páginas. El gusto por la precisión de la palabra me parece que en esta última entrega ha aumentado, conviertiéndose por momentos en un protagonista en la sombra. Las palabras que nos acechan, las que liberamos inconscientemente, lo que significa haber utilizado ésas, y no otras, la imposibilidad de encontrar una traducción realmente precisa, exacta. Y el otro que vive dentro de nosotros y que ni siquiera conocíamos. Que curioso que el protagonista pudiera saber tanto de los otros, o intuirlo, y sin embargo desconozca que debe hacer él en un momento de máxima tensión en la novela.
Y siento que esto puede ser la entrada en el hall del hotel cuando cierro los ojos e imagino que a partir de la semana que viene entraré de lleno en algo que me apetece muchísimo. Involucrarte de lleno en animar a unos niños pequeños, muy pequeños, a divertirse leyendo o escuchando leer, no tiene igual. Un tanto artesanalmente, como deben hacerse estas cosas, con dosis de entusiasmo que algunos no conseguirán sepultar (parece mentira, pero aún queda gente que piensa que leer es una pérdida de tiempo, y que si se hace se pierden horas de clase, ¿horas de clase para enseñar qué?). Y esas son las tonterías que son tan importantes para mi.
Hablar de todo lo que pasa por mi cabeza es, en cierta forma, hablar de los libros que la pueblan y los que la poblarán. Con el tesón de un topo excavando, escribiendo esa nouvelle que quizá nunca leerás, pero en el que tú también, no lo dudes, también tú tienes un papel protagonista.