Así, tan perenne como voluble
Intente usted gestionar un poema.
A ver, no se me paren en la segunda estrofa, sigan hasta el final. Tengan cuidado con ese encabalgamiento abrupto, en ocasiones se desboca y puede darles un disgusto, los versos que usted quiere leer sólo es posible hacerlo de diez a doce los días laborables, señor. No pierdan de vista sus objetos personales mientras se sientan identificados con el poeta en el final del último endecasílabo, que luego pasa lo que pasa. Recuerden que las fotos que les hagan a los adjetivos más brillantes han de hacerlas sin flash.
Intentar que haga las cosas de otra manera distintas a como las venía cometiendo es un error. Impostar un alter ego a estas alturas me parece propio de farsantes. Nunca voy a poder gestionar un poema, no sé hacerlo ni me interesa. Sólo puedo intentar meterme entre sus pasillos y, si hay suerte, perderme entre ellos. Por mucho que le sonrías a Tintín, no va a cambiar la última viñeta y girar la cabeza para saludarte.
Deja que otros organicen razias en busca de quien creen que debes ser tú. Mientras tanto, sintoniza con la emisora de radio clandestina que guardas en alguna parte de tu cabeza. Descubrirás el placer de contar endecasílabos al tiempo que escuchas como otros gestionan la poesía con tono altisonante.
Y por supuesto que todo esto te lo digo aquí y en la calle, si hace falta.