sábado, 1 de julio de 2006

Lanzadera espacial

Tres, dos, uno, cero. Les escribo a bordo de esta nave espacial que acaba de zarpar con rumbo bastante incierto. Se abre el periodo vacacional, se cierran algunas puertas y, como consecuencia de ello, algunas otras se abren. Secretas estructuras arquitectónicas cuelgan encima de mí y salto para intentar llegar a ellas. Ayer, mientras trasegaba alcohol en una terraza abierta sobre el mar no dejaba de pensar en eso, en como siguen gravitando. Intenté batir impunemente el récord de la resaca más terrible jamás vivida y no pude conseguirlo. Anteriores marcas fueron imposibles de batir. Juro que puse todo mi empeño en esa empresa, pero parece que hay lustros en que hasta tus enemigos se conjuran para hacerte favores.
Un fetichista convicto y confeso como el que esto suscribe recibió ayer un maravilloso regalo de despedida, una preciosa Montblanc negra. Siempre escribo en mi cuaderno Moleskine, con un determinado lápiz, Faber-Castell para mas señas, y con una serie de rituales que, en el fondo, intentan ocultar la inoperancia del transcriptor, pero que contribuyen a hacer mas redondas ciertas tardes. Es curioso el papel tan importante que termino transmitiéndoles a determinados objetos, perdiendo muchas veces su función primigenia para convertirse en auténticos tótems, cargados de significación puramente subjetiva. En ese sentido, el estudio desde donde redacto estas notas termina siendo una especie de santuario, pero sin chamán que lo administre. Bienvenido sea este nuevo regalo y todo lo que lleva en sus alforjas.
Me siento como el buzo que ha descendido a una profundidad considerable y ahora se ve que ha terminado su función y debe volver a la superficie. Es imposible subir de golpe, necesita hacer pequeñas paradas para que no revienten sus pulmones por efecto de la presión. Idéntica percepción aplicable a mí en el día de hoy. Necesito ir poco a poco, parándome a recobrar el aliento. Ciertos libros, el recuerdo de tardes y palabras casi portuguesas, exóticos viajes nunca realizados porque si no perderían su importancia, recetas elaboradas sólo en la cocina de mi mente pero cuyo sabor aún retenemos en nuestros paladares son pistas que me llevan de nuevo a la superficie de lo palpable, de lo francamente real e importante.
Necesito un contable que ordene mis facturas pendientes de pago, y un matón que les haga llegar el recado a mis acreedores de que no pienso pagar. Me voy a Ipanema con los fondos de la empresa y con la esposa noruega del máximo accionista.
A eso le llamaría yo empezar las vacaciones con buen pie.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

buen viaje. Hay otros k frecuentan tu barrio en busca de música con ritmo de jazz.

01 julio, 2006 20:52  

Publicar un comentario

<< Home

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.