martes, 4 de julio de 2006

Bon vivant

No concibo la vida si no es aparejada a miles de placeres. Esta visión que defiende que esto es un valle de lágrimas siempre me pareció, cuanto menos, perversa. La búsqueda epicúrea de un sentido para la vida me parece más que loable, aunque realmente, Epicuro podía ser el griego que menos practicara lo que propugnaba (eso de entregarse al placer, sí, pero negarse a él si nos va a producir dolor luego nunca me llegó del todo. Así no hay quien viva, hombre de Dios). A mí me llegó un poco tarde, la verdad, pero si uno leía los catecismos con que intentaron adoctrinar a nuestros padres, aquello era una sarta de amenazas a cual mas cruel. Se suponía que sumergirse en un mundo de goce sería una perdición. Pues vale, pensaba yo, a perderse tocan.
Uno de los mayores goces que conozco tiene que ver con la buena mesa y con el vino. La delicia que supone disfrutar de una buena botella de vino, y contar con la calma y el sosiego necesario para disfrutarla, es digno de dioses. Compartir con alguien este rito tiene algo de eucarístico, y que se me perdone la osadía, pero tengo la impresión de que el uso litúrgico seguramente provendría de ritos paganos, y no al revés. No hablo de hacerse el pedante con crípticas frases de contenido enológico, hablo tan solo de embriagar los sentidos, de dejarnos llevar por el gozo en estado líquido. El acto de oler el vino depositado en nuestra copa bordelesa puede ser una cursilería si se hace con ánimo de epatar,;si se convierte en un acto íntimo, en una forma de satisfacción a la que ningún soldado del Buen Vivir puede abstraerse.
Por supuesto que hay miles de placeres más. Aparte de ese en el que todos pensamos, claro. En el fondo, van todos encaminados al mismo sitio, hacernos sentir mas vivos, mas felices, mas elevados. En muchas ocasiones, uno tiende incluso a compararse con los dioses en el momento en que más consciente de ello. El placer cotidiano de los gestos mas nimios, aquellos en los que ni siquiera reparamos. El bienestar que nos produce el venir de la playa y darnos una ducha, el comprobar que aquello que habíamos previsto se cumple, el recibir excelentes noticias cuando no las esperábamos, el oír a otros hablar maravillas de nosotros a nuestras espaldas...
Andar por la vida sintiéndose como un caballero que anda con bombín y monóculo, aunque vayamos en jeans. Ese es el secreto del bon vivant.

1 Comments:

Blogger desconvencida said...

Comparto tu placer por el vino (y por la buena vida en general;), si nunca lo has hecho te recomiendo hacer algún curso de cata, uno sencillito, te orientan muy bien sobre cómo despertar esos sentidos tan atrofiados en la vida moderna: el gusto, el olfato... Mi hermana es una futura somelier, me está enseñando mucho...

04 julio, 2006 20:00  

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