viernes, 11 de agosto de 2006

Arde el cuentakilómetros

Recién llegado descubro que he hecho en tres días mil kilómetros y me invade el cansancio, pero aún así me embriaga la idea de salir mañana pitando temprano para Oporto. El cuerpo no debe responder demasiado cuando la cabeza anda enfrascada en sus propias decisiones. No sé si a todo el mundo le pasa lo mismo, pero tengo la sensación de estar acumulando combustible para consumir luego, en casa, con un mínimo de tranquilidad. Al final resultará que soy un rumiante.
Poco que contar porque han sido días vividos muy intensamente. Estuve en una población portuguesa fronteriza, Miranda do Douro, donde me embarqué en un paseo fluvial por los Arribes del Duero. Aquellos que tengan la oportunidad de ir, les rogaría encarecidamente que no perdieran la ocasión. Eso de andar por el medio de un río, saber que estás en aguas internacionales y que te cuenten una historia de contrabandistas que se jugaban la vida para pasar de un país a otro, pues casi no tiene precio. Luego deambulé por Zamora y Salamanca, ciudades que no conocía, y quedé alelado. Ciudades con tanta historia a sus espaldas, con piedras que vienen siendo pisadas por miles de seres con sus historias a cuestas, me dejan obnubilado. Zamora sorprende, es una ciudad de la que uno no espera mucho a priori, y golpea visualmente con la fuerza de su historia, de sus cuidadas calles y monumentos, de sus cigüeñas, de su muralla. Con esto no quiero decir que Salamanca no impacte, pero uno está más preparado para esa feroz y grata fuerza que transmite. Siempre me gustaron más las ciudades que más me sorprendieron, aquellas que uno se encuentra en el camino. Como cuando uno sale por ahí, y de pronto descubre a una mujer encantadora sin andar a la caza y captura. Bueno, yo personalmente no suelo ir preparado a ningún sitio. Así me asaltan las sorpresas, cual navajero con su herramienta de trabajo. Castilla, viniendo de Galicia, es un hallazgo. Y si antes venías de Canarias, pues suma y sigue. A propósito, entrar en Orense y ver como está todo es terrible. Parece que estuviera el monte lleno de chimeneas terribles, amenazadoras, o como si hubiera ocurrido una erupción volcánica. Un auténtico holocausto.
Abastecimiento de libros en Castilla, claro. De la misma forma que hay gente que cada vez que entra en una ciudad se lleva los típicos platitos de recuerdo, o fantasías a cual mas kitsch, yo vengo cargado de libros. Benedetti, Andrés Neumann, el poemario de un jovencito Ben Clark, y algo de Raymond Carver. Espero que la bodega del avión que me llevará desde Barcelona a Gran Canaria sea lo suficientemente amplia.
Oporto aguarda.

2 Comments:

Blogger Cabiria said...

¿Andrés Neuman también?? Parece que tenemos muchos amigos de noches largas comunes. Qué envidia me das, yo estuve en Lisboa hace un par de semanas, y el flechazo todavía me dura. Siento que he disfrutado y he sacado muchas cosas buenas del viaje, pero quedan tantos rincones, tantas personas amables, tantas palabras dulces!! Nunca se cansa nadie de descubrir.
En fin, espero que Barcelona te sorprenda para bien, que una está tan vinculada a su ciudad que es fácil perder la perspectiva, hasta que sales de ella, y desde otra ciudad, (re)descubres la tuya. Y no te olvides de cierta visita, hay una librería que te espera!!

11 agosto, 2006 20:43  
Blogger desconvencida said...

¡Queremos saber los títulos de tus adquisiciones! :) Menudo viaje estás haciendo, qué gozada...

15 agosto, 2006 20:25  

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