miércoles, 26 de julio de 2006

Taxidermista

No tengo un diccionario a mano, pero espero que la palabrita de marras no haga referencia a los que se dedican a cuidar la piel de los taxistas. Cuando viajo, tengo siempre esa gloriosa sensación, convertirme en competencia desleal de los disecadores. Atrapar momentos, percepciones no del todo explicables ni transmitibles, meterlas en frascos llenos de formol para luego disfrutarlas en el sillón de mi salón con chimenea...James, tráigame un whisky, por favor.
En ningún momento eso anula la capacidad de exprimir hasta el extremo lo vivido en estos días. Creo que más bien contribuye a ensalzarlo, a darle ese toque tan detectivesco que intento que impregne todo lo que hago. Leí, o me contaron, no recuerdo, que los enólogos tienen absolutamente prohibido en sus sesiones de cata tomar queso, pues parece que el lácteo alimento hace que se sobrevalore gustativamente el vino degustado a continuación. Precisamente eso es lo que yo hago, comer algún queso sensitivo que me haga subir el nivel perceptivo.
Ando enredado en agradables planes de fuga. Me llama Oporto, desde hace meses se instaló esta ciudad en mi vida, lanzándome contínuamente sus telarañas, como si de un Spiderman se tratase. Juro que no voy a resistirme esta vez, seré un dócil prisionero. Estoy efervesecente al imaginarme allí, ciudad de Eugenio de Andrade y de arquitecturas soñadas. Que curioso sentir el peso y la presencia de otros que la habitaron antes y que tanto les marcó.
Cuando termine aquí, iré a enterarme como hacer para llegar a la Isla de San Simón. Es ésta una pequeña isla (en realidad, dos, unidas por un puente) que se sitúa en la Ría de Redondela, y que ha sido antiguo monasterio, lazareto para enfermos incurables y penal para irreductibles republicanos. Todos los ingredientes para excitar mi mente más aventurera. Y todo, a un paso de donde estoy.
Y mientras, en estos días, quedo fascinado con los relatos de un autor uruguayo para mí recién conocido, Felisberto Hernández. Caprice de deux, les juro. Y, como el lujo es siempre poco, los Poemas & Antipoemas de Nicanor Parra. Compañeros de viaje de primera.
Ví anoche de pasada a Luisa Castro en la tele. Tiene la capacidad de transmitirme una serenidad y una placidez impresionante tan sólo con su mirada. Leerla es contrastar lo visto.
Tiene todo tantísima fuerza en estos días, como lanzarse en bici cuesta abajo con trece años.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Para excitar más tu mente aventurera: la isla de San Simón perteneció a los templarios. Es muy bonita, pero creo que no permiten acceder a ella.

26 julio, 2006 12:05  
Blogger desconvencida said...

Según me contó hace tiempo mi padre (que entiende bastante del tema) lo de los enólogos y el queso es cierto, de ahí la célebre expresión "!que no te la den con queso!", jajaja...

Disfruta de tu viaje, buena compañía la de Nicanor Parra...

26 julio, 2006 13:12  
Blogger El detective amaestrado said...

Ahora sí, el Ayuntamiento de Redondela organiza visitas...Es que era una pena que esa zona la tuvieran tan dejada de la mano de dios.

27 julio, 2006 11:07  

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