jueves, 13 de julio de 2006

Náufrago en una hamaca

Día perfecto en la playa. El Faro, vigilante. La nevera portátil, llena de cerveza. El magnético libro de Piglia, con suficientes páginas por delante que me prometían un par de horas de abducción casi extraterrestre. Un sol radiante. Hasta ahí, parte de un guión mil veces vivido y no por ello carente de fuerza. De pronto, la marea empieza a subir. Estoy en una hamaca, tranquilo, conozco medianamente bien las mareas y sé que nunca alcanza hasta donde estoy. Sube y sube, yo casi dormito. De pronto, cuando andaba ya en los brazos de Morfeo, o casi, siento una ola venir hacia mí. Abro los ojos, todo a mi alrededor está lleno de agua, yo estoy completamente empapado. Hay algunos islotes que se ven en lontananza, no, perdón, más bien son una austríacas en top less, celebrando su aportación al crecimiento de la industria plástica. El libro se ha salvado milagrosamente, lo había puesto instantes antes en un bolso que cuelga de la sombrilla. Miro a mi alrededor, por un momento creo que es parte de un sueño, tan irreal resulta. Estoy en una hamaca en medio del mar, pienso. Eres un náufrago en una hamaca, me digo a mi mismo. O tal vez es que quieres sentirte así, y pones a tu alrededor todo en clave de literatura, de invención. Quizá. Ya he descubierto que las cosas no son importantes por lo que son, sino por lo que representan para cada uno de nosotros. Me pareció evocador sentirme como un Robinson a bordo de una simple hamaca playera. Esperaba con avidez ver a que otras orillas desconocidas me arrojaba.
Volver a la realidad me regaló simplemente una estampa de una belleza inenarrable. El sol empezaba a decaer y se reflejaba sobre la arena, mojada y brillante. Los niños jugaban en los charcos.
Hay esfuerzos inútiles, como esterilizar la aguja que instantes después introducirá una dosis letal a un condenado a muerte, pero aún así se sigue haciendo (pregunten en cualquier penal de Texas). Hoy no quería bajarme de aquella hamaca, pisar el suelo de nuevo, y también fue inútil. Atrapar ese momento en estas líneas me ofrece alguna mínima sensación de victoria sobre la realidad.
Y no se vayan todavía, amigos, aún hay más, como diría Porky. Si pueden, dénse una vuelta por la web del grupo Mirafiori (www.myspace.com/mirafioriband). Sacan disco en septiembre, y, mientras tanto, nos invitan a irnos tomando un aperitivo. Estoy seguro de que ponen alguna banda sonora que otra en los sueños de mas de uno, de esos sueños en los que uno no sabe si se tiene sed o simplemente se está en una bañera...

4 Comments:

Blogger la cr0queta0 said...

pero de cuantas horas fue esa bendita siesta que te hundió en lo mas profundo del mar?
un saludo croquetudo

13 julio, 2006 19:44  
Blogger El detective amaestrado said...

Buf, el tiempo de mis siestas es difícil de precisar...

13 julio, 2006 20:25  
Anonymous Anónimo said...

Jo, qué envidia: el mar, un libro, los sueños... Y yo aquí, asándome en la jungla de asfalto, todo el día con sed, huérfano de desconvencida...

13 julio, 2006 21:48  
Anonymous Anónimo said...

Lo q has querido decir es q estabas mirándole las domingas a las austriacas como un Alfredo Landa cualquiera y te pilló la ola...Y para eso tanto rollo?
Ay, este detective amaestrado cada día está peor....

14 julio, 2006 12:43  

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