miércoles, 12 de julio de 2006

Mi biblioteca

Pocas cosas han crecido conmigo tan a la par. Pocas cosas hay en las que me vea más reflejado, que crea que son casi más parte de mí que yo mismo. Mi biblioteca, y cuando hablo de ella no es sólo el espacio físico, y no son sólo los libros que la componen, es el notario fiel de quien fuí, de quien soy y de quien tiendo a ser. Una vez vino a visitarme uno de mis tíos, al que no veía desde la adolescencia, y al entrar en mi casa se entretuvo un buen rato escrutando los libros que tenía. "Conocemos a las personas por los libros que leen", me dijo. Es curiosa esa traslación de los valores, los libros pierden la función primitiva que tenían, que era contarnos cosas, para ser ahora ellos, en grupo, quienes cuenten cosas de nosotros a los demás.
Jamás podrá desaparecer el formato papel, o por lo menos en los próximos cien o doscientos años, creo yo, jugando a visionario. El placer que nos proporciona sentirnos acompañados por esos papeles encuadernados y dispuestos generalmente en forma horizontal delante de nuestros ojos, no es fácilmente sustituible por otro. Sin darnos cuenta, forman más parte nuestra y de nuestro olimpo interior más de lo que pensamos. ¿Alguien se puede imaginar la mochila de un niño en el colegio sin libros? No creo en la pervivencia de formatos alternativos tipo libro electrónico y demás. Al libro no se le gana por hacerlo más complicado, más bien todo lo contrario. Para derrotarle, harían falta instrumentos mas sencillos, y eso, creo que después de quinientos años, es imposible. El libro no necesita de luz eléctrica, ni de cables USB, ni de actualizaciones periódicas, y el único virus que le ataca es el de la carcoma.
Mi biblioteca me ha seguido por tantas casas que ya he perdido la cuenta. Silenciosamente, como una mancha de aceite que se va extendiendo con sigilo y sin llamar la atención, va ocupando su sitio y cada vez va pidiendo más y más. Nada hay que me guste más que alimentarla, volver de viaje y traerle exquisitos ejemplares que no desmerezcan en sus estanterías. Nunca se queja, nunca da la gracias, nunca rechaza nada. Ha hecho del caos bibliográfico de su dueño marca de la casa, y creo que, secretamente, se jacta de ello en solitario.
Inevitablemente, pienso en el estremecedor relato de Cortázar, Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj:
"No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj"
Tiemblo al pensar en la posibilidad de que yo sea un simple intermediario, necesario eso sí, para que esta biblioteca creciera. Tal vez, cuando ella considere que ya tiene bastante, me eche de su lado.
¿A que suena a posibilidad mas verosímil de lo que nos gustaría admitir, entrañables y aterrados hermanos bibliófilos?

2 Comments:

Blogger desconvencida said...

Cuando visito la casa de alguien por primera vez, lo primero que hago es cotillear su biblioteca (si es que la tiene), no puedo evitarlo...

17 julio, 2006 10:23  
Blogger memento said...

Supongo que es de muy mala educación, pero yo tampoco puedo evitarlo. Incluso dejo de prestar atención a una conversación para perderme por las estanterías. El único problema es que es una gran mentira eso de que "el saber no ocupa lugar". Vaya si ocupa... He dejado de comprarme muchos libros por ese triste motivo. Y es la única ventaja que le veo a los formatos electrónicos.

07 octubre, 2006 15:25  

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